Opinión

La Grita busca un Alcalde

22 de septiembre de 2017

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“Una cosa es el error y otra cosa es el engaño: nosotros bien podemos equivocarnos, pero mal podemos engañarnos”.

Hugo Rafael Chávez Frías (Aló Presidente N. 243; 8 de enero 2006)

Uno de los pueblos del occidente venezolano con mayor tradición y protagonismo en la historia de nuestro país es sin lugar a dudas La Grita, mejor conocida como la “Atenas del Táchira”.

Desde su fundación por el capitán español Francisco de Cáceres en el año 1576, su presencia y protagonismo ha sido un signo de rebeldía y su fecha exacta de fundación ha sido una incógnita.

Su mayor aproximación -según lo reveló la antropólogo Zulay Rojas en su obra “Los Humogría, Aproximación Histórica a la Población Prehispánica de La Grita, 1558-1660”- nos señala que la fundación se efectuó un Domingo de Lázaro de la Cuaresma, el cual según el hermano Nectario María, historiador del Archivo de Indias, correspondió al 8 de abril de 1576.

Con el tiempo han venido discusiones por parte de muchos historiadores en torno a la importante fecha de fundación; pero lo que sí es cierto, es que el protagonismo de La Grita la llevó a ser en la historia de América uno de los pocos cabildos o ayuntamientos que adquirieron con títulos reales, la propiedad de quizá las tierras más frondosas del país, como lo son las tierras del Sur del Lago de Maracaibo.

Igualmente quedaron registros en la historia de Venezuela de ser la Provincia del Espíritu Santo de La Grita, cabeza de gobernación de todas las importantes ciudades del occidente, como Maracaibo, Mérida y la propia ciudad de San Cristóbal.

Vendrían modificaciones siempre inspiradas en la ambición y en el apetito político, para dividir las tierras de La Grita y despojarla así de su propiedad, la cual por legítimos derechos le pertenecían y se respaldaban con títulos reales por compra directa al rey Fernando VII.

Muchas divisiones se consagrarían en el tiempo, hasta salir de su antiguo Municipio Jáuregui varios municipios, ya que sus tierras fueron a parar a manos de terratenientes, quienes con títulos supletorios han hecho fiesta con el Estado venezolano.

Los “tierracogientes” han acumulado jugosas fortunas gracias a estos terrenos, los cuales legalmente son pertenecientes al municipio de La Grita (Ver obra “La Propiedad Territorial en la Antigua Jurisdicción de La Grita” de los autores Fanny Zulay Rojas Moreno (+) y Macario Sandoval).

Mucha historia queda para reflexionar en la tierra de los humogría y en los registros del Archivo de Indias, de la conocida como “Valle del Espíritu Santo de La Grita”, hoy tierra del Santo Cristo y de su verdadera importancia geopolítica en los andes venezolanos por su potencial agrícola y turístico.

No está por demás pasearnos por su trascendencia en la Rebelión Comunera de 1779, primera en la Capitanía General de Venezuela y dos años antes de los Comuneros de El Socorro, bajo el lema “Viva el Rey, muera el mal Gobierno”.

Los tiempos han cambiado; pero el rugir de la rebeldía se esconde en los cimientos de los páramos andinos y “despiertan cada cien años cuando despiertan los pueblos”, como dijo Pablo Neruda.

Volvernos en la actualidad sobre la “Atenas del Táchira” es pasearnos por la historia contemporánea y recoger errores y enmendar entuertos; sobre todo, por parte de sus líderes, quienes han echado por la borda la propia Revolución.

Cobra aquí significación la más reciente actuación de líderes quienes mucho antes de Chávez ya habían enarbolado banderas de rebeldía y  bajo la fuerza del grupo “Impacto”, retomó y gobernó la Alcaldía del municipio Jáuregui a finales de la década de los 70 y parte de los 80.

No es tiempo de recoger la basura (lo cual por cierto, es el pan de cada día hoy en las calles de La Grita) pero sí para levantar banderas y pedir perdón al pueblo del Santo Cristo, por los errores políticos cometidos.

Una nueva encrucijada nos enfrenta para rescatar a La Grita y ponerla al servicio de las futuras generaciones. No es fácil acabar con vicios y bandas de mercenarios quienes venidos de tierras extranjeras tratan de pisotear los valores y la cultura de los griteños.

Manifestaciones no muy propias de una tierra de paz y religiosa se han apoderado de La Grita en los últimos años y han atacado sus instituciones militares. A los pueblos tranquilos del Táchira han llegado mercaderes de la frontera, quienes compran a precio de gallina flaca propiedades, casonas antiguas y el patrimonio arquitectónico, el cual es destruido por la picota y que debemos salvar.

No es fácil rescatar para la Revolución Bolivariana la Alcaldía de Jáuregui; pero si existen valores y líderes quienes encarnan la rebeldía comunera, deben volver. Primero, a pedir perdón al pueblo por los errores cometidos; y segundo, a recuperar el tiempo perdido y enarbolar las banderas del proceso que debe ir a tono con la Revolución.

La Grita debe volver a buenas manos para evitar que personajes del pasado reciente, donde la MUD puso la cagada y fracasó con su Alcalde fantasma, quien tiene al pueblo ahogándose en basura.

La Grita busca un alcalde, pero un burgomaestre que sea recordado por el rescate de los valores, de la economía, la educación y el turismo.

La Grita busca un alcalde para la valoración de su gente, de sus trabajadores incansables que día a día trasladan sus frutos y alimentan desde sus campos a toda la población venezolana.

La Grita busca un alcalde para que redoblen las campanas de sus iglesias, no por los guarimberos sino por los estudiantes y la gente abnegada, la cual sueña ver a las futuras generaciones hablando con orgullo de su gentilicio.

La Grita busca un alcalde para que tengamos una Escuela de Turismo y rescatemos el Hotel de “La Montaña”, unos servicios públicos que funcionen y un patrimonio arquitectónico al servicio de todos los tachirenses y venezolanos; pero no de aventureros y paramilitares, quienes venidos del extranjero buscan destruir la paz.

La Grita busca un alcalde para que con orgullo levantemos las banderas de la cultura, las escuelas del teatro, de las artes plásticas, de la danza y de la música, que han sido el orgullo de la Atenas del Táchira.

Llegó la hora del rescate del patrimonio y del gentilicio gritense, el cual no es otro que el mismo gentilicio venezolano… ¡Viva La Grita!

¡Amanecerá y veremos!  (Marco Tulio Arellano)

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