Reportajes y Especiales

Se buscan estudiantes de Educación

14 de enero de 2018

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Se buscan. Y no porque le deban algo a alguien. Antes bien, se buscan para aportar mucho al país, para trascender en la vida de otros, para ser sembradores en la cosecha del conocimiento. En los semilleros que son tres de las escuelas de Educación más importantes del Táchira, el curso de esa carrera se está volviendo terreno árido a los ojos de la juventud. Pocos, cada año menos, le coquetean. Varios factores han secado la motivación.

En el noticiario de Ecos del Torbes, Enrique Urbina ha leído en días recientes un servicio público que ayuda a comprender la magnitud nacional del asunto: la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas ofreció hasta ayer 100 becas a bachilleres que quieran ser educadores. Les ofrecen exoneración de la matrícula, transporte a la capital y alimentación.

Mañana en Venezuela se conmemora el Día del Educador –o Día del Maestro-, en recuerdo a la fecha de fundación de la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria, en 1932. Quienes ahora ejercen la docencia pasarán la jornada dando clases; pero si el relevo continúa decreciendo en las universidades, ¿cuántos celebrarán la efeméride en el futuro…?

Todos en un salón

Cuando la matrícula baja, las estrategias pedagógicas se imparten en mesa redonda. (Foto/ Tulia Buriticá)

En noviembre pasado, la Universidad de Los Andes-Táchira convocó su más reciente prueba de admisión para las seis especialidades que imparte en la carrera de Educación. En 40 años de vida académica, el coordinador de Docencia del núcleo, Omar Pérez Díaz, no había visto algo similar: siete muchachos presentaron por Física y Matemática, seis bachilleres aplicaron en Español y Literatura, cinco se presentaron para Geografía… Atrás quedaron los tiempos en que hasta 1.800 jóvenes quienes deseaban ser educadores llenaban dos edificios: “Es triste, lamentable. Había alrededor de 80 cupos por especialidad. Reuniendo a todos los alumnos que presentaron en cinco de las seis especialidades, no hacíamos ni una sección”.

Todos fueron seleccionados. Y la lista creció al sumar las otras modalidades de ingreso, como la de asignaciones directas por la OPSU, que benefició a Francisco Salinas, ahora estudiante del primer semestre de Educación mención Español. Atrás también quedaron los tiempos en que se llenaban todas las sillas de un aula de nuevo ingreso. En su sección el grupo es de 15, pero asisten regularmente 10: “Si así es comenzando, no sé cuántos seremos más adelante”.

La única excepción a la norma fue Idiomas Extranjeros, especialidad en la cual la ULA-Táchira sí logró la cuota de 86 alumnos. ¿Por qué? Pérez Díaz responde: “Muchos jóvenes piensan venir a aprender otros idiomas para emigrar con cierto dominio. Esa es la lectura, porque un profesor de Inglés devenga el mismo salario que uno de Biología y Química”.

A pesar del atractivo, en el ecuador de su carrera, Mayra Guerrero, Carmen Villamizar y Keily Parada también han visto cómo se ha achicado el grupo. “La estudio porque me gusta el inglés”, empieza Guerrero. “Nos abre muchas puertas para socializar el inglés en diferentes ámbitos”, completa Villamizar. “La principal idea para salir del país es saber otro idioma, y en este caso el inglés es universal. Esa es mi motivación”, remata Parada.

Recién clasificada como la primera universidad del país, la ULA promediaba el año pasado 56 % de deserción en la matrícula. De todas las carreras, Pérez Díaz subraya que el mayor número de retiros está en el área de Educación. “Esto nos proyecta que prácticamente dentro de unos años no va a haber promoción de licenciados en estas áreas tan importantes para el desarrollo nacional”.

Se vacían las aulas

Educación Rural es la columna vertebral, la iniciadora de las nueve especialidades que ofrece la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Esa y las otras ocho opciones mantienen matrícula en el campus de Rubio, pero ya no muy amplia: si hace cinco años aspiraban 800 por nuevo ingreso de Educación Física, ahora no llegan a 100 estudiantes.

“En cuanto al movimiento matricular, últimamente hemos observado con bastante preocupación que nuestras aulas se están quedando vacías”, afirma Libardo Flórez, secretario del Consejo Directivo del Instituto Pedagógico Rural Gervasio Rubio. Para esta cohorte ofrecen aproximadamente 2.000 cupos y no están cubriendo ni el 50 %.

Entre las razones, el secretario de la UPEL-Rubio enumera las condiciones económicas del país y que la carrera docente “no es muy bien pagada”. En esto coincide Pérez Díaz, al señalar que no se ha logrado la dignificación de la carrera de educador y que, a pesar de las contrataciones colectivas, los salarios que se ofrecen no son adecuados frente al proceso inflacionario. “Deberíamos tener sueldos como los de la Fuerza Armada”, compara.

Activos, sin matrícula

La Escuela de Educación de la Universidad Católica del Táchira cuenta con siete menciones en la carrera. A la fecha, solo tiene matrícula en las menciones de Biología y Química y de Ciencias Sociales: en Biología y Química son 67 estudiantes repartidos en los cursos de tercer, cuarto y quinto año; en Ciencias Sociales son 7 alumnos en el quinto año. Las cinco menciones restantes se encuentran activas pero sin matrícula. Son estas las de Integral, Castellano y Literatura, Física y Matemática, Informática y Matemática e Informática.

La de inicios del 2018 es, en resumen, una Escuela con 74 estudiantes; la misma cantidad de alumnos que tenía una sección de tercer año de Integral hace 12 años o hace 10, cuando la matrícula total ascendía a 1.606 muchachos. Ahora, en los últimos dos años, no han llegado nuevos estudiantes para ninguna de las siete menciones, afirma Marlon García, decano de la Facultad de Humanidades y Educación.

Mientras formalizaban el retiro, algunos alegaban como causas razones económicas o que se iban del país, mientras que otros se enteraban -mediante egresados- de casos de discriminación en el sistema público. Solo en muy bajo porcentaje respondían que no les gustaba la carrera.

El valor de trascender

Cuando aulas adentro empezaron a notar que cada año disminuía la matrícula de estudiantes, en paralelo se iba asumiendo en el imaginario social esa idea tan escuchada de que “en el país nadie quiere ser maestro”, tal vez sin dimensionar lo que ocurría.

En la cátedra Práctica Profesional III, de la profesora de la UCAT Mayra Pepper, surgió una investigación mediante la cual los jóvenes diagnosticaron que la situación no era exclusiva de esa casa de estudios. De allí partió, en marzo de 2016, la campaña “Maestros en búsqueda de maestros”, con el propósito de sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de contar con educadores que garanticen la formación de las nuevas generaciones.

La campaña incluyó espacios de disertación como foros con la temática “¿Por qué ser maestro en Venezuela?”, contactos con gremios profesionales y visitas a medios. Tienen previsto retomarla en febrero, con énfasis en lo que ofrece Venezuela para ser maestro.

Este es un problema de la sociedad toda y no de un grupo de educadores o de universidades, coinciden los pedagogos. “En una sociedad, los educadores son base fundamental del progreso y desarrollo social, porque cualquier profesional en cualquier área ha tenido maestros”, recuerda Pérez Díaz. Sin recursos, herramientas e incentivos, Flórez perfila un riesgo grave que “conllevaría a un desequilibrio social bastante fuerte” en cuanto a la formación. Sin educadores, una sociedad se estanca.

“Claro que vale la pena ser maestro, porque así tú trasciendes en la vida de otros”, está convencida Pepper, quien hace un ejercicio con sus estudiantes que también vale para el lector: cierre los ojos y piense en quién ha sido su mejor maestro. ¿Ya? Esa mujer o ese hombre no tienen ni idea de que usted lo acaba de pensar. Incluso pudo haber muerto. Sin embargo, el hecho de traerlo a su memoria significa que esa persona trascendió en usted. “Y, a lo mejor, parte de lo que él o ella te enseñó, es parte de lo que tú eres ahora”.

Se seguirán buscando. Y seguirán apareciendo. Esta búsqueda no puede permitirse finales ni conclusiones derrotistas.

Daniel Pabón

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