Había trascurrido un periodo de dieciséis años de una ardua vida pública, de grandes datos de estadista y sobresaliente jefe militar, cuando comienza el eclipse de su gloria. Unos cuantos acontecimientos inauditos amargaron su vida, su gloria, obstaculizaron su espíritu de libertad para los pueblos oprimidos y lo condujeron prematuramente al desenlace final de su vida. Entre los mismos sobresalen: las intenciones, intrigas, traiciones y acciones de varios jefes patriotas para acabar con su gran sueño de consolidación de la unión colombiana; el antagonismo más pronunciado entre los bandos de la sociedad de los conservadores y liberales; prescripción del Padre de la Patria por el Congreso de Valencia en 1830; el incremento de las agrias diferencias entre Simón Bolívar y el general neogranadino Francisco de Paula Santander, en la Convención de Ocaña en 1828, donde se profundizaron las mismas; el fracaso del Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826; el vil atentado criminal contra la vida del Genio de América en el Palacio de San Carlos, en Bogotá, el 25 de septiembre de 1828; la anarquía cada vez mayor en la clase política y militar en el Perú, en los últimos años de su existencia, y finalmente, la decisión del líder caraqueño de adoptar la dictadura del gobierno de Colombia que ejercía, lo cual exacerbó los ánimos de los diferentes sectores de la sociedad bogotana y por lo tanto tornó difícil la situación del jefe de Estado, militar y líder del proceso emancipador de varias republicas hispanoamericanas.
El Libertador hace uso de sus excelsas condiciones de líder y con la finalidad de apaciguar los ánimos exaltados, desea terminar cuanto antes su mandato de facto y retornar a la constitucionalidad. Para demostrar que sus deseos son una decisión posible, convocó un Congreso Constituyente el 24 de diciembre de 1828, para celebrarse el 2 de enero de 1830. El cuerpo deliberadamente se instaló el 20 de enero de ese año. Es nombrado presidente el Mariscal Antonio José de Sucre, vicepresidente el obispo de Santa Marta, José María Esteves. A raíz de esta situación difícil y complicada del acontecer político de la capital neogranadina y a su determinado, débil y crítico estado de salud, el Libertador renunció a la presidencia del gobierno y el primero de marzo de 1830 entregó su cargo a Domingo Caicedo, a la sazón presidente del Consejo de Estado colombiano.
A partir de este momento, frente a una amargura como resultado de ser odiado por unos, enfermo, sin recursos económicos y desprovistos de poder, Simón Bolívar se transformaba de una gloria inmensa en un pordiosero. Inició un cruel viaje al salir de Bogotá, donde fue vilipendiado, para dirigirse por el río Magdalena y luego arribar a Cartagena de Indias, y de allí, según su decisión, ir rumbo al exilio en Europa. De esta forma, se despedía de Colombia y daría inicio a los últimos episodios de la vida del Libertador. Desvió su rumbo y llegó a Santa Marta, debido a un agravamiento de su salud, fue recibido por la dirigencia local y la población de manera cordial y apoteósica. Allí conoció a quien sería el médico de cabecera, el cirujano de guerra Alejandro Próspero Reverend. El primer pronóstico del galeno no fue nada alentador, pues el paciente informo al médico el poco cuidado y desinterés por el tratamiento de la enfermedad que padecía. En un principio el hacedor de repúblicas fue hospedado en la Casa de Aduanas. Acto seguido, el español Joaquín de Mier le ofreció un lugar más tranquilo y saludable en su hacienda, en San Pedro Alejandrino; pasados unos días, los amigos del aquejado instaron al facultativo a que informara al convaleciente la gravedad de su estado de salud. El motivo era para que preparara todos los asuntos legales de relevancia y diera instrucciones para proceder una vez fallecido. Al conocerse su padecimiento, decidió redactar su testamento y la última proclama dirigida a los colombianos.
A medida que pasaban los días, su salud empeoraba y de acuerdo a los boletines médicos, pronosticaban un fallecimiento eminente en las próximas horas. Finalmente, en la mañana del 17 de diciembre desvanecían los signos vitales del héroe caraqueño. En esos instantes los edecanes, la cúpula militar del Ejercito Patriota y los amigos más íntimos fueron invitados por el doctor Alejandro Próspero Reverend a pasar a la habitación del moribundo, si querían presenciar los últimos momentos del líder venezolano. Acto seguido, rodeado de su séquito y tras una larga agonía, falleció a la una y tres minutos del viernes 17 de diciembre de 1830. Así desapareció el genio de América, el alfarero libertador de varias repúblicas y el verdadero demócrata. Al rememorarse el fallecimiento de nuestro Libertador Simón Bolívar, los verdaderos bolivarianos debemos honrar su memoria y practicar su legado, con el propósito de evitar aún la catástrofe que azota desde hace tiempo a Venezuela como consecuencia de los innumerables desaciertos de sus gobernantes, los cuales enarbolan un “bolivarianismo” solo por fines políticos ideológicos exorbitantes. (Alejo García Sierra) /
Alejo García