Cuando esos terrenos ni siquiera se habían levantado, lo que hoy son Barrio Obrero y barrio San Carlos, el señor Julio Bernal hacía sus correrías infantiles en medio de la pradera y la neblina: fue un hombre de campo, en medio de lo que hoy ha sido tomado plenamente por la efervescencia citadina.
Freddy Omar Durán
Este viernes, cumpliendo a su fe religiosa inquebrantable, don Julio celebró un siglo de vida, a lo largo de la cual fue el pilar fundamental de una familia de seis hijos, 16 nietos y 5 bisnietos, en una misa especial en su honor oficiada en la iglesia Coromoto, en compañía no solo de sus allegados, sino de sus vecinos, que reconocen en él a un patriarca del sector, que otrora eran casitas de caña brava y calles angostas y polvorientas.
Como nos cuenta su hijo,Elser Bernal, por la memoria de este hombre centenario corren los recuerdos de sus vuelos de cometa en el Rincón de los Ahorcados, del agua que tenía que recoger de las pilas dispuestas por el acueducto de ese entonces en cada esquina, de sus inmersiones en los límpidos torrentes de La Potrera y La Bermeja, y sus degustaciones de pomarrosas mientras cruzaba cercos de potreros y calles empedradas y angostas, con sus compañeros de juegos, en una niñez que, aunque dura, no perdía por ello su inocencia. Siempre obediente a su abuela, iba a la tienda a comprar una puya de panela, una locha de querosene o las velitas de cebo para alumbrar su casita por las noches mientras se rezaba el rosario. Tiempos en que dejar el pantalón corto por el pantalón largo era un acontecimiento que marcaba la llegada de la madurez. Al lado del amor de su vida, Adelina, mantuvo un matrimonio de 70 años, que solo la muerte pudo sellar.
Durante la misa se ofreció una breve serenata con sones típicos tachirenses, y fue envuelto por el amor sincero de sus vecinos, que le reconocieron no solo la proeza de llegar a tan avanzada edad, sino su espíritu de colaboración, dirigido a levantar y consolidar una comunidad en una época en que San Cristóbal adquiría una faz más urbana. Un hombre cuyos cabellos pintaban canas, muy emocionado, se acercó y con un abrazo le dijo que de sus manos recibió su primer salario.
Durante más de 30 años prestó sus servicios a la educación como administrador de los liceos Román Valecillos y Simón Bolívar. Su vida laboral se inicia en los ya desaparecidos Banco Agrícola y Pecuario y Hospital Vargas.
Bien de salud
En la actualidad, al margen de los achaques propios de su edad, está bien de salud, no depende de ningún medicamento, con valores médicos envidiables, y se dedica exclusivamente a la tranquilidad del hogar.
Con un hilo de voz nos dijo que muchos recuerdos alberga en su vida, y que está muy agradecido con tantas muestras de afecto; y nos conminó a cumplir los mandatos cristianos, ya que “Dios premia a los que se han portado bien, y los que no, reciben castigo”.
Las circunstancias del país han hecho que parte de su ramillete familiar haya tomado rumbos por otros países; pero aprovechando las ventajas de la tecnología, uno de sus hijos transmitía a familiares, vía teléfono celular, un saludo del agasajado, quien no escondía la felicidad, ni la picardía.
Al tomar la palabra, luego de ser impartida la comunión, su hijo Elser afirmó que “si bien es nuestro papá, también aceptamos que todos nuestros vecinos lo han adoptado como un padre sentimental, lo ven y lo califican como su abuelo centenario. Las familias de nuestra comunidad, de la calle 11 con carreras 15 y 16, y del barrio San Carlos y Barrio Obrero, nos han dado evidencias del aprecio y estima que siempre le han tenido”.