El año 2019 finaliza con la triste noticia del fallecimiento en Holanda de la arquitecta Sonia Becerra van Der Linden, una gran pérdida de quien en vida restauró muchos de los inmuebles icónicos de la cultura tachirense.

Siempre preocupada porque la indiferencia colectiva no fuera a devorarse nuestro patrimonio material, representado en aquellas edificaciones en las que se escenificaron importantes páginas de la historia tachirense.

Se entregaba a su trabajo con enorme sapiencia, siendo respetada por sus conocimientos en restauración arquitectónica, y también con denuedo para dar lucha a aquellos que por descuido, ignorancia o mala fe confundían remodelación con restauración, con el “costo” en detrimento del valor histórico que esto conllevaba. Cada detalle para ella contaba, y tenía una razón de ser, por lo que ameritaba un cuidado celoso de su rejuvenecimiento, como si fuera en la medida de todas las posibilidades, conservando el mismo aspecto y significado, del primer día en que se levantara.

Problemas de salud la sorprendieron en territorio europeo, mismos que acarrearon su deceso; pero, aun en esas distancias, todos los amigos que cultivó aquí se sintieron hondamente conmovidos por la trágica noticia. Pero no es solo el recuerdo de sus seres queridos el que la mantendrá en la memoria, ahí está lo que ella reflejó en las empresas arquitectónicas que acometió en el Ateneo del Táchira, en la Catedral de San Cristóbal, la fachada del antiguo Hospital Vargas, la iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá, de Lobatera, entre otras.

Incluso todo el testimonio de la restauración de la Catedral de San Cristóbal quedó recogido en un tomo especial de la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. Pero el legado de ella también está presente en muchas de las cosas que han quedado por hacerse, y que de frustrarse sencillamente borrará de nuestras calles y plazas esa historia en piedra viva que debe ser contada a los tachirenses. (FOD)