Alfredo Monsalve López
En la década de los 60 (1967), se estrenaba un film intitulado “Al maestro, con cariño”, protagonizada por Sidney Poitier. Una cinta donde se presenta el rescate del valor de la pedagogía en jóvenes rebeldes, insolentes. Se redimen los sentimientos en esa noble labor educativa. Yo me voy a referir al docente en general. Al maestro, al profesor, al formador de formadores, al que todos los días del mundo se entrega a sus alumnos. A aquel maestro que, cuando abandona una sección por motivos personales o es despedido, sus alumnos lo lloran, lo abrazan, le suplican que no se vaya; así como aquel docente que no le importa un pepino si sus alumnos aprendieron la lección o no. Porque a este último, a fin de cuentas, algún día el destino le cobrará su mala praxis. Tampoco voy a hacer comparaciones con el docente de la década de los 40 o 50 y el docente del siglo XXI. Ya sabemos lo que ocurre hoy en nuestras aulas de clase y los educadores. El resultado de su labor no es visto con buenos ojos por los que conforman la sociedad. Al menos en nuestra Venezuela, las estadísticas relatan o muestran por qué estamos en los últimos peldaños de la educación mundial. No hay, de manera objetiva, quién señale que la educación venezolana es excelente o buena. Ni siquiera la opción “regular”. La media aritmética se sitúa en “deficiente”. Y cuando esto ocurre, estimados amigos, estamos involucrando, indefectible, al docente, al educador.
Esa es la triste realidad que sucede por estos lares de Suramérica. Que hay excepciones, sí, las hay. Obviamente. Pero, esa no es la idea. Esa no es la respuesta a la ruina (y disculpen el calificativo) que padecemos en este sector de nuestra sociedad. La educación, en cualquier territorio debe ser de excelencia. Y mire usted la cantidad de talento que se tiene en una Venezuela que aún “gatea” en todos los ámbitos de la vida social, económica y política. Y es en este último peldaño donde centro mis reflexiones. Es en la politiquería partidista donde se planifica el desastre educativo actual. Un sencillo ejemplo es el caso de quienes han ocupado la máxima rectoría educativa en estos últimos 10 años: operadores políticos dizque “revolucionarios”. Dedicados a las llamadas “comunas”.
En síntesis, es el Estado el gran responsable de la educación en una nación. Me atrevo a citar un mal ejemplo que afecta a nuestro sistema educativo, sobre todo en la educación primaria. Es el caso de las expresiones que “dispara” Maduro, y además en cadena nacional de radio y televisión. Allí tenemos el caso, por ejemplo, cuando cambia (a voz en cuello), liceos por “liceas”; o comandantes por “comandantas”; y en el peor de los casos, cuando dijo (y aquí yo pido perdón por la expresión): “…el viejito coño e’ su madre…” (refiriéndose al Sr. Ramos Allup).
Es más, las ofensas no son contra la educación per se, sino contra los maestros que, en gran mayoría, desbordan de pasión para que sus alumnos aprendan el real castellano, sin fragosidades. Sin epítetos malsanos. Es decir, les enseñan a respetar a sus semejantes. Ese debe ser el carácter de un maestro, de un docente. Para que la patria sea grande y crezca en sabiduría. Parafraseando a nuestro Libertador Simón Bolívar: las naciones crecen con el mismo ritmo con que marcha su educación. Tal vez nuestra “marcha” regresiva hacia el desarrollo se debe, no a los educadores, no a los maestros, sino al modelo político que se tiene en el país. No hay otra explicación coherente. Cuando a un docente se le trata con irrespeto, cuando no se les satisfacen sus necesidades y aspiraciones, cuando es avergonzado con un salario miserable, cuando no tiene, en general, una existencia digna, a ese maestro se le niega todo elcariño y el respeto que su investidura requiere. Punto. Se abre el debate. // (Alfredo Monsalve López) /
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