Llegaron los rusos a ayudarnos en estos momentos de bloqueo y sanciones. -Me alegré al saber que esos camaradas traían equipos para resolver los problemas de electricidad y la falta de gasolina y gas, dijo Cosme. – ¡Qué los gringos se vayan al carrizo!, cariños. Trabajo para reconstruir al país de la mano de esta gente que vive tan lejos. –Mire, imbombo. No ve que lo que traen es ayuda militar para cuando se forme la candanga, comentó Melquiades. -Ah, no. Armas y soldados tenemos hasta para regalar, murmuró el viejo Cosme. -Queremos soluciones urgentes, rusitos.
Los taurinos podrán hacer elogios supra sobre la actuación de los diestros en la pasada Feria Internacional de San Sebastián. Muchas suertes de postín con capa, banderillas, muleta y espada hasta darle matarile al astado que, en mala hora, lo escogieron para invitarlo a la feria. Ahora, torear, lo que se dice torear lo hacía Rafael, el de la chinco, en los potreros de la aldea Helechales, en Pregonero. Con decir que en una oportunidad Rafael, por no bordear un terreno grande y ahorrar camino, se metió por la arboleda y ahí lo sorprendió un toro criollo, de esos que tiran cacho, hombro y pata al que se atreva a acercarse siquiera, señores. –Me “corretió” por toda la finca, carretico. -A punto de tocarme con sus enormes cachos, vi ese gran pino y dije: -Aquí es el chance o la cornada. –Me encaramé en la copa del árbol y este bicho empezó a empujar la pata del pino. Esa fuerza obligaba al árbol a doblar hasta que yo podía tocar el suelo con los pies. No me soltaba, amiguito. Cuando el animal soltaba y se venía a meterme cacho, el pino se levantaba y quedaba levantado otra vez. Así duramos todo el día. Él empujaba y yo me agarraba, hasta que se repetía el bamboleo. Ya el toro estaba cansado de tanto bregar y yo, no se diga. Los brazos los tenía casi morados por la fuerza que hacía para no soltarme. Ocurrió lo inesperado, carreto. Al bicho le vino el habla y me dijo:- Bájate, Rafael, para que nos matemos aquí mismo, carajo.
Apareció un eslogan para dar propiedad sobre el amor al Táchira que profesa el Gobierno nacional por estos días. Poco veo de “ese amor que tú me has dado” en el territorio regional. Y, por Dios Santo, cariños. Quisiera ver las carreteras a Pregonero y otros municipios en buenas condiciones para que la producción de comida y el turismo tengan el repunte para nuestro desarrollo. El éxito de los gobiernos se nota en el mejor vivir de los ciudadanos. Parece que lo virtual se adueñó de todo en este mundo de tecnología violenta. –Lo que pasa es que tú no ves las obras que se han realizado en la región, dice el gordo Sósimo. –Melquiades opina que el hijo de Cosme anda arrimado al chavismo. Claro, compadre. No ves que está tan gordo que parece un escaparate de dos puertas. Dice Pulqueria que un amor bonito sería que nos pagaran los sueldos en dólares y pesos para poder medio comer, cariños.
45 años cumple el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela. El Táchira ha hecho el mejor aporte para su desarrollo universal. Cuentan los que saben que el profesor Amable Alfonso Sánchez llevó a un grupo de muchachos a Rubio para que Carlos Andrés Pérez y el maestro José Antonio Abreu, miembro del equipo económico del gobierno de Pérez, se sorprendieran al escuchar a los jóvenes que serían parte del origen del Gran Sistema musical del mundo. La continuidad de esta gran obra se hizo realidad con el aporte del presidente Chávez en serio.
(Carlos Orozco Carrero)