Para muchos Carnavales , es la época en que podemos desatar todas las prácticas mundanas de las cuales nos debemos abstener en Semana Santa; tres días que se suponen de disipación y en la cual la reflexión personal no debería estar presente.
Pero realmente los Carnavales, también nos recuerda una parte de nosotros mismos, y con ese recuerdo, también debería venir un pensar profundo acerca de nuestra humana condición.
Seres finitos, seres de necesidades, seres de contradicciones que queremos volar más allá de nuestras ataduras terrestres; pero que en el fondo terminamos definidos e identificados por ellas. No solo se trata de celebrar el cuerpo gozoso, sino de acordarnos del cuerpo que sufre en momentos de las mayores carencias y aún así tiene la fortaleza suficiente para seguir adelante
Culturalmente los carnavales se relacionan con otras celebraciones correspondientes a otras fechas y otros motivos. Entre esos motivos estaban propiciar mediante un canto a la vida las mejores cosechas, en una serie de manifestaciones públicas donde estaba permitido, lo que se prohibía el resto del año.
En tales festividades era Dionisos –erróneamente identificado con Baco, una versión romana más relacionada con la borrachera- la deidad invocada a través de los excesos, en la Grecia Antigua, y que tuvo su personal historia tan llena de apoteosis como de martirios. Sin embargo, otros investigadores remontaron este tipo de bacanales, a cinco mil años antes de Cristo. Para muchos investigadores, los antiguos Carnavales coincidían con lo que hoy denominamos Navidad, en las denominadas Saturnalias; pero el Catolicismo cambiaría el mismo, sujetándolo a la hora central de la crucifixión del Hijo de Dios, y no teniendo para el mismo un día fijo pues varía entre los meses de marzo y febrero. No obstante los carnavales corresponden a todo tipo de culturas y los podemos fácilmente identificar entre los celtas y los hindúes.
Venezuela es uno de los pocos países del Mundo donde se considera tales fechas como de asueto; en otros países solo se considera el mismo en las poblaciones donde se llevan a cabo las manifestaciones multitudinarias, siendo los casos más cercanos el Carnaval de Barranquilla, de Negros y Blancos de Pasto y el de Río de Janeiro. En Venezuela muchas ciudades se han caracterizado por ese tipo de celebraciones públicas, y muy famosos han sido los de Carúpano y Cumaná (Sucre); Maturín (Monagas), Puerto Cabello y todo el estado Carabobo; Coro (Falcón); Barquisimeto (Lara); Mérida, que celebra el famoso Carnaval Taurino de América durante las Ferias del Sol; y el Carnaval del Callao (Bolívar), que gira en torno a las comparsas de Madamas y Diablos que danzan al ritmo del Calipso. Muchos consideran que fue durante el periodo de Guzmán Blanco en el siglo XIX cuando los Carnavales alcanzaron una importancia nacional relevante.
Freddy Omar Durán