Opinión

Después de Maduro viene la recuperación

27 de febrero de 2020

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La crisis de Venezuela no tiene precedentes en América Latina. Ha habido un deterioro continuado de la economía y la producción petrolera ha ido colapsando. Nuestro signo monetario, el bolívar, es un papel sin valor. Hoy es común ver en el comercio, a la vista de las autoridades, cartelitos fijando los precios en dólares y en pesos colombianos. Y hay quienes rechazan cualquier operación en bolívares… prefieren no vender. Así estamos. Esa es la realidad.

Los venezolanos estamos conscientes que después de dos décadas perdidas, el país refleja una visión de Estado “arrasado y empobrecido”, los ciudadanos reflejan en su rostro una ira contenida contra el régimen usurpador, causante de todos nuestros males y solo desaparecerá con la caída de la tiranía. Eso ocurrirá muy pronto. El Gobierno tambaleante sabe de su aislamiento internacional y el fortalecimiento del pueblo, que día a día se unifica en torno a su líder Juan Guaidó y su propuesta de: cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.

También en reciente declaración, el enviado de EE.UU., Elliott Abrams, envía un mensaje “CONTUNDENTE”: “No pueden haber elecciones libres con Maduro en Miraflores, con los colectivos, con el Ejército, con el SEBIN, con la FANB, no serían unas elecciones libres”

“La toma de la Bastilla” está a la vuelta de la esquina, luego vendrá la reconstrucción del país, el retorno de los emigrados y días de gloria para Venezuela. Experiencias como la “narco dictadura” no se repetirá; bien expresó Sir Winston Churchill: “El comunismo es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y la prédica de la envidia, su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

Presenciamos un persistente deterioro de las instituciones fundamentales del sistema político, que ha conducido al derrumbe del Estado, que, con su inoperancia y dentro de un contexto de corrupción generalizada, se ha convertido en una rémora para el desarrollo.

En contraste con esta crisis que nos agobia, hay una Venezuela distinta que se avizora, la que puede y debe ser. La que todos, juntos, podremos rediseñar y reconstruir. Es nuestra oportunidad.

Aun con los males existentes, somos un país bendecido por Dios. No existe en América Latina un país con la dotación de recursos naturales y productivos, además de un valioso capital humano, con el potencial de desarrollo y generación de riqueza que tiene Venezuela. Es tiempo de inyectarle nueva vida a nuestro país para que con el esfuerzo de todos podamos accionar sobre ese inmenso potencial, que permita erradicar la pobreza, y nos convierta en un país con una fuerte clase media y laboral en pleno disfrute de progreso económico, político y social.

Es indispensable proporcionarle al país una nueva dirección, un nuevo propósito y un nuevo liderazgo.

Sí podemos. Creemos en Venezuela. Nuestro país posee los recursos humanos, productivos y naturales, que constituyen la materia prima a partir de la cual puede convertirse en una verdadera potencia del crecimiento y desarrollo en los próximos años.

Superada la dictadura debemos convertir a Venezuela en un gran país, con la economía más pujante de América Latina en los años venideros, para elevar así de manera sustancial el ingreso de la mayoría de la población. Con un compromiso definitivo, con una política de promoción y crecimiento acelerado, Venezuela puede acercarse a los niveles de ingreso de los países desarrollados en un plazo no mayor de dos décadas. Pero, el objetivo del desarrollo no es solamente el crecimiento del ingreso, es preciso un gran avance social y el pleno desarrollo político a través del fortalecimiento de nuestra democracia.

Resultaría conveniente a Venezuela solicitar  de la comunidad internacional de países amigos, la creación de un fondo especial para su recuperación, en el mismo sentido para el cual fue concebido por los EE.UU. el llamado Plan Marshall, que fue una iniciativa para ayudar a Europa Occidental, en la que los estadounidenses dieron ayudas económicas por valor de unos 13.000 millones de dólares. Los objetivos eran reconstruir aquellas zonas destruidas por la guerra, eliminar barreras al comercio, modernizar la industria europea y hacer próspero de nuevo al continente.

*(Doctor en Cooperación Internacional, Integración y Descentralización: Los Desafíos del Desarrollo Internacional)

Alejandro Bautista González*

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