Mejor no intentar definirla, solo hacer algunas consideraciones sobre ella. El vocablo riqueza es verdaderamente rico en acepciones. Razón por la cual suele aplicarse en muy diversos sentidos, ya se trate de riquezas materiales o inmateriales.
En el ámbito material, el sustantivo riqueza es entendido como opulencia, objetivamente como abundancia de bienes y estos, naturalmente, suelen ser propiedad de personas naturales o jurídicas, o de entes públicos, las cuales constituyen su patrimonio… En cambio, cuando se trata de riquezas intangibles, las inmateriales, no objetivas, se manifiestan en capacidades, en facultades y aptitudes personales fácilmente perceptibles en las relaciones interpersonales.
Las riquezas materiales, como bien es sabido, las debemos a la generosa naturaleza, unas, y otras a la ingeniosa capacidad intelectual de los seres humanos para crear, inventar, descubrir, trabajar y producir que han logrado el desarrollo de las ciencias, de las artes y de las infraestructuras. Pero, además, hay otras riquezas que muy agradablemente percibimos, como la belleza de la noche y sus amaneceres, la belleza de los atardeceres y del mundo sideral, así como la iluminación del día y la de los astros, y sigue otra inmensa lista de ellas. Vale la pena interrogar: ¿a quién corresponde la autoría de estas? Indiscutiblemente, al autor de la creación del mundo y a la propia naturaleza.
Entre otras incontables bellezas inmateriales, debemos citar: la riqueza en ideas, la riqueza intelectual y la espiritual, las inspiraciones, la riqueza de imágenes, de salud, de oído y de voz, etc.
Pero, conforme hay riquezas en los diversos sentidos, igualmente abundan las pobrezas en cada una de ellas. Así tenemos la carencia en cuanto a bienes de fortuna (los desposeídos). La pobreza en salud, la pobreza mental e intelectual, y la pobreza en ideas e imágenes, que solo afectan a los seres humanos.
Nuestra amada Venezuela es un país muy rico, con inmensos recursos materiales en el suelo y en el subsuelo, tierras fértiles, agua, montañas, hidrocarburos y minerales abundantes, que no han sido explotados racionalmente y menos ahora, cuando el pueblo está sumido en un desastre económico-social y político, como lo refleja la carencia de alimentos y de medicinas, los cuales afectan poderosamente la educación y, con ella, la adecuada preparación para el trabajo y la producción.
Además de la riqueza material, nuestro país ha contado y sigue contando con destacados talentos humanos que, por su capacidad y experiencia, han sido y siguen siendo requeridos por otros países. Venezuela requiere, para su reconstrucción, de un estadista, de un verdadero líder que conduzca adecuadamente la recomposición del país.
Aparte de las riquezas ya mencionadas, Venezuela posee diversos y benignos climas, con admirables paisajes y bellezas escénicas, atractivos para el desarrollo del turismo, que incrementaría el empleo y, con ello, el desarrollo socioeconómico. Otro atractivo lo es el Parque Nacional Canaima, en el cual se encuentran “Los Tepuyes”, majestuosas montañas de forma tubular con bordes escarpados que brindan el escape al “Salto Ángel”, el salto de agua más alto del mundo hasta ahora conocido. Dada la importancia de este parque, la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad (1994).
Finalmente, debemos destacar que la riqueza más importante es la producida por obra y la acción del hombre, la que es resultado del trabajo, como lo es la producción agropecuaria, la cual, además de ser fundamental, es inagotable si se hace técnicamente.
(En la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses (N° 197), San Cristóbal 2012), fue publicado el libro “El hombre y sus inquietudes”, de mi modesta autoría, en él hay un capítulo titulado “La riqueza venezolana”, del cual está preparada la segunda edición, que se publicará cuando cambie la situación socioeconómica de nuestro país). / [email protected]
Eliseo Suárez Buitrago