Regional

La Iglesia nos recordó que Dios existe

23 de marzo de 2020

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Armando Hernández

Y las campanas repicaron vigorosamente, llamando a misa, pero los  fieles no llegaron como antes.  Y es que las cosas tampoco fueron como antes, cuando el tercer repique apuraba a la persona para no llegar tarde a la eucaristía. El sonido fue como un lamento, de dolor y al mismo tiempo de paz y regocijo. Fueron tiempos de entredicho, para recordar a la población el grave momento que estamos viviendo a nivel global.

Para algunos las lágrimas brotaron sin poderlas controlar, en tanto que muy pocos tuvieron la osadía de trasladarse a las diferentes iglesias, para asistir a un oficio que debía realizarse en la parte externa, para evitar  aglomeraciones  y riesgos de contagio.  Las instrucciones emitidas por el obispo de la diócesis de San Cristóbal, monseñor Mario Moronta,  fueron puntuales:  Este domingo a las doce del mediodía, repicaron las campanas, en el inicio de una súplica y para pedir al Señor librarnos de esta pandemia que amenaza a la humanidad. Todos los sacerdotes del estado Táchira salieron a las puertas de sus templos, a bendecir  a sus fieles, llevando en sus manos el Santísimo  Sacramento del Altar que representa el cuerpo de Cristo.

El mismo obispo Moronta, hizo lo propio en las afueras de la Santa Iglesia Catedral. Como todos los  religiosos impartió la bendición a los cuatro puntos cardinales, como se hizo en cada parroquia, en cada ciudad, en cada país y en el mundo entero. Los religiosos impartieron la bendición para quienes son fieles de la iglesia católica y también para quienes no lo son. Pidieron a través de la oración llevar paz y sosiego a quienes  desesperados por la situación, no saben que hacer.  Para que ilumine el camino y reconforte a todos, especialmente a aquellos que han perdido seres queridos o pasan por un momento de dificultad a causa de la enfermedad.

Luego de impartir la bendición, caminaron por diversos lugares  de la ciudad, con el Santísimo en alto, llevando el mensaje implorante de la iglesia.

Fue una oportunidad para recordarnos que tan vulnerables somos ante las diferentes circunstancias que nos depara la vida. Para tener presente que las cosas puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, de un momento a otro, sin importar raza, ni clase social, ni posición política o económica. Países grandes y chicos, potencias militares y económicas, han sido doblegados por igual, pues  ante una situacion como la que estamos viviendo, todos somos iguales y corremos los mismos riesgos.

Para algunos el sonar de campanas fue un repiquetear de alegría para invocar la ayuda divina, para otros, un tañer triste y doloroso y un repique de muerte para quienes han sido severamente golpeados por la epidemia.

Fueron repiques para la fe y la devoción. Para recordarnos que Dios existe y que debemos acudir  a él para que nos cubra con su divina misericordia. No importa de qué iglesia se trate, no, puesto que es un mismo Dios que cuida y protege a sus hijos y evitará que quedemos en el desamparo ante el duro panorama que se nos presenta.

Fueron momentos  de gran significado y manifestaciones de fe. Los feligreses se postraron de rodillas ante las puertas de la iglesia o cayeron de hinojos en las calles, ante el paso del Santísimo Sacramento. Tal vez, nunca antes se había visto una situación de ésta naturaleza, patética y conmovedora, que no deja de impresionar a todos. La presencia del Santísimo en calles y veredas, en pueblos y ciudades, en todos los países y el mundo entero, nos recuerda que el Omnipotente existe y permanece con nosotros, que vendrán otros tiempos, en que los humanos  serán mejores personas por las experiencias y las enseñanzas  que nos dejará la pandemia del Coronavirus. La fe, la esperanza, la devoción y sobre todo la oración, nos ayudará espiritual,  moral y sicológicamente, porque es un punto de apoyo con un valor incalculable. La oración en grupo o de manera individual debe estar presente en cada uno de nuestros hogares, en nuestros trabajos y en todo lugar donde estemos. Dios existe y no nos dejará solos, nos ayudará a afrontar con paciencia, fe y optimismo  y a superar el trance.

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