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26 de noviembre de 2024
Alfredo Monsalve López
“¡Tiempos de guerra!”, dirían algunos. Pero, no. No me referiré a la guerra per sé. Ni a la guerra entre la especie humana. Cuyo concepto, entre otros: “es el lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian, se matan; por culpa de viejos que si se conocen y se odian, pero no se matan”. Definición ésta que llevo conmigo desde que la leí en algún momento de mi vida. En este artículo de opinión voy a especular sobre la guerra que, un significativo número de naciones, están librando desde hace unos pocos meses contra un mal que paraliza al mundo: el Coronavirus (COVID-19). Ya sabemos y mucho se ha pregonado sobre los efectos que se han tenido. Y mire usted, estimado lector, para lo cual pido me entiendan, que las consecuencias han sido devastadoras en algunos países.
Y es en este aparte donde voy a profundizar sobre la guerra que se libra y se ha llevado a cabo en este primer trimestre de 2020. Sabemos que los gobiernos y regímenes de Estado, tratan de presentar algunas alternativas para poder paliar el gran problema que se expande como una espuma negra por el mundo y que por ahora, no se ha podido controlar. Eso lo conocemos en profundidad. Pero, tampoco han podido con la guerra entre nosotros mismos como personas. No ha habido una batalla fulminante contra aquellos que no le paran bolas a las restricciones y recomendaciones de autoridades y de expertos en la materia. Dios nos libre de que esa ponzoña (Covid-19), se arraigue en nuestra Venezuela. Porque también sabemos mucho sobre las calamidades y miseria que padecemos en el sector salud. Pero, para que ello no ocurra hay que seguir y obedecer las indicaciones de profesionales en este tipo de peste. Es necesario un encierro. Desafortunadamente no contamos con las condiciones adecuadas para permanecer un largo tiempo dentro de nuestras casas. Pero es indispensable hacer el sacrificio.
A ver. Allí tenemos a algunos comerciantes (delincuentes), que abusan de la crisis para hacerse de algunos billetes incrementando costos y acaparando bienes de consumo. En fin, depende de todos y cada uno de nosotros. Conscientes de que existe una calamidad, y que es obligación aportar un granito de eficiencia y solidaridad para ganar la guerra. Esto último lo acoto, porque este fin de semana pasada, observé dos busetas llenas de pasajeros “guindados” en sus puertas, además de un camión cargado de personas como pasajeros. Eso no puede estar ocurriendo. Muy claro de esta irregularidad, me fui a un módulo de policía (en algún lugar de Táchira), para notificar la situación. Entré. Había tres agentes (dos damas y un caballero). Una de las damas, “chateaba” y sin tapaboca. Les indiqué, aparte de la irregularidad del caso de las busetas, lo que señala el aparte 2 y 3 en el artículo 7 del Decreto presidencial sobre Estado de Alarma Nacional de fecha 13/03/2020. Ellos deben estar abocados a lo que ocurre en la sociedad, sobre todo, en su entorno. Pero, una de las agente se molestó. Si no planteo el asunto diplomáticamente, tal vez me hubiesen puesto los “ganchos”. Es de acotar que el servicio público (las busetas), transita todos los días frente al mentado módulo policial. Sólo tenían que salir, colocar un par de conos (de hecho estaban en medio de la vía), y llamarle la atención, de manera preventiva, a los conductores que violen las indicaciones del mencionado Decreto. Punto. Pero, con todo respeto, el cerebro de algunas personas, no da más allá de lo que mide su nariz. El “agente caballero”, me repitió lo mismo que le he escuchado a la cúpula gubernamental: “… estamos desplegados por todo el territorio nacional…”. Salí del módulo, luego de despedirme. Todo lo anterior, es para una profunda reflexión. Y para que no sea la crónica de una guerra perdida, debemos prestar atención. No es juego. Aquí no cabe debate.
@monsalvel
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