Internacional

Las vidas perdidas detrás de los números del coronavirus

2 de abril de 2020

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La magnitud de la pandemia de covid-19, cuyo número de muertos aumenta a cada hora, oscurece las tragedias individuales.

Más de 40.000 personas han muerto a causa de la enfermedad en todo el mundo: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, pacientes y cuidadores.

Estas son las historias de cinco víctimas, directas e indirectas, del virus en Europa.

– Diego Blanco, 46 años: «No me voy a morir» –

Era chófer de ambulancia en Bérgamo, una de las ciudades mártires de la Italia del nuevo coronavirus.

No alcanzó a ser internado. Murió en su casa el 13 de marzo, donde estaba aislado después de haber dado positivo al coronovirus a comienzos de marzo. Trabajaba en el hospital Papa Juan XXIII de esa ciudad mártir de Lombardía, donde coordinaba el servicio de ambulancias.

«Vete a dormir, querida, yo no me voy a morir, solo quiero encontrar la posición para volver a dormir», le susurró Blanco a su esposa.

«¿Pero crees que te estás muriendo?», le preguntó ella con tono entre irónico y maternal, ocultando su preocupación.

«No me hagas esa broma, ¿eh?», le dijo mientras regresaba a la otra habitación.

Eran las 3H30 de la madrugada de un viernes negro para la familia Blanco y esa fue la tierna despedida entre ellos.

Cuando Maruska Capoferri, la esposa, volvió dos horas más tarde a ver cómo se encontraba, Diego ya se estaba yendo para siempre. Crisis respiratoria súbita y aguda, seguida de paro cardíaco. «Era tarde, demasiado tarde», dijo llorando su esposa en una conversación telefónica con un periodista del Eco di Bérgamo.

«Le hice un masaje cardíaco. Pedí ayuda. En 20 minutos llegó la ambulancia y hasta el helicóptero. Intentaron entubarlo. Pero no había nada que hacer», cuenta.

«Para él ayudar a los otros era una misión», confiesa Maruska, madre de Alessio, de 7 años.

Maruska y su pequeño hijo están entre las primeras familias que recibirán una indemnización anual del Estado de 20.000 euros como víctimas de un accidente laboral.

Diego Blanco no fumaba, no bebía, no tenía otras patologías. El virus se lo llevó del golpe.

«Nunca lo imaginé», confiesa Maruska, quien se consuela con sus últimas palabras, porque otros enfermos de coronavirus mueren solos, sin ningún familiar cercano. «De alguna forma me dijo adiós», se consuela.

Julie A., 16 años: «Nunca tendremos una respuesta»

Todo comenzó con una simple tos. Una semana después, el miércoles 25 de marzo, Julie murió de coronavirus en París, convirtiéndose en la víctima francesa más joven de la pandemia. «Nunca tendremos una respuesta», se lamenta Sabine, la madre de la adolescente, al hablar con la AFP.

«Ella sólo tenia tos», repite. Julie primero trató de curarse con jarabe, pero luego comenzó a sentir que le faltaba el aliento.

El lunes su madre la llevó al médico, quien llamó al servicio de urgencias, que decidió internala en el hospital más cercano, situado en Longjumeau, 24 km al sur de París, donde le hicieron un test de covid-19.

En la noche del lunes, mientras esperaban el resultado del test, Julie, presentó insuficiencia respiratoria, por lo cual la trasladaron al hospital de niños Necker, en París. Y el martes ingresó en cuidados intensivos. «Me duele el corazón», le dijo a la madre.

Los resultados de dos test de covid-19 resultaron negativos y Sabine regresó a su casa. Sin embargo, poco antes del anochecer recibieron una llamada del hospital comunicándole que el primer test en realidad había dado positivo.

El estado de Julie empeoraba gravemente y tuvo que ser entubada. «Desde el principio nos dijeron que el virus no afectaba a los jóvenes. Nos lo creíamos, como todo el mundo», confiesa Manon, la hermana mayor de Julie. Poco después de la medianoche, Sabine recibió una nueva llamada, diciéndole que regresara «rápidamente» al hospital.

Ella y Manon se precipitaron a París, pero Julie murió antes de llegar. «Su piel todavía estaba caliente», recuerda Sabine.

Tim Galley, 47 años: «Estaba solo»

Tim Galley es una de las víctimas más jóvenes del covid-19 en Gran Bretaña. Murió el 24 de marzo en su casa en Wrexham, Gales. Lo encontró sin vida en su cama un vecino que lo cuidaba, según contó la novia Donna Cuthbert. «No puedo soportar la idea de que estaba solo», confesó al medio local North Wales Live.

Tim había presentado síntomas de coronavirus diez días antes, recuerda Donna. Se aisló voluntariamente, pero se negó a buscar ayuda médica para dar prioridad a los más vulnerables. Las autoridades sanitarias del Reino Unido han ordenado a las personas con síntomas aparentes de coronavirus que se aíslen por una semana y soliciten atención médica sólo si su condición se deteriora significativamente. «Tim siguió las instrucciones y tomó las precauciones, pero este virus cruel no lo perdonó», escribió Donna en Facebook. «Mi corazón está roto en pedazos y mis hijos están realmente devastados», confesó. La historia de Tim Galley ha generado cientos de mensajes de solidaridad.

Tim Galley, empleado bancario, era considerado por sus amigos como «una persona amable y apreciada por todos».

Sara Bravo López, 28 años: «Demasiado joven»

Antes de que se la llevara el coronavirus, Sara Bravo López era una joven médica de familia en un pequeño pueblo del centro de España, el segundo país más golpeado por el covid-19 después de Italia.

«Murió de coronavirus, muy joven, a los 28 años, lo que no es normal», lamentó a la AFP el portavoz del hospital La Mancha Centro situado en Alcázar de San Juan, donde Sara falleció el 28 marzo.

Sara trabajaba en Mota del Cuervo, un municipio de 6.000 habitantes ubicado a 150 km al sur de Madrid. «En esta localidad manchega se ganó el afecto y consideración de vecinos y compañeros por sus valores humanos y por su encomiable entrega y actitud profesional de servicio a sus pacientes», escribió el hospital en Facebook.

Al igual que Sara, más de 12.000 trabajadores de la salud están enfermos de covid-19 en España, donde el persona de lo hospitales solicita urgentemente más camas y equipos médicos para combatir la pandemia.

Wojciech Rokita, 54 años: el suicidio de un médico

En Polonia, donde la epidemia se ha propagado menos que en otros países europeos, el nuevo coronavirus golpeó de otra manera, al desencadenar el suicidio de un médico respetado que se contagió y fue acusado en internet, en medio de mensajes de odio, de haber contaminado a otras personas.

El profesor Wojciech Rokita, director de una importante clínica de ginecología-obstetricia de Kielce (centro), se quitó la vida durante la cuarentena a la cual estaba sometido por estar contagiado.

Para sus familiares se trató de un gesto de desesperación. La dirección del hospital anunció su muerte el 18 marzo precisando que no había muerto por coronavirus. AFP

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