Freddy Omar Durán
Ya sea producto de la necesidad, o de una Semana Santa que intensificó el confinamiento en muchos hogares y agotó aprovisionamientos, lo cierto es que este lunes, posterior a la conmemoración religiosa, se observó una gran presencia de gente en la calle.
La cuarentena entra en un período de prueba, luego de que la semana pasada se vio desafiada por la protesta de quienes montaron guardia para impedir el ingreso de venezolanos de retorno a las entidades educativas.
Hay quienes han salido sencillamente a «tomar un respiro», agotados por el confinamiento. Sin embargo, está razón resulta riesgosa, y en otras partes del mundo ha contribuido a la activación de la pandemia, pues el éxito del cerco epidemiológico estriba en que la población se quede en casa, y solo salga de ella en casos absolutamente necesarios, aun cuando los transeúntes porten tapabocas.
Sin embargo, siguen las limitaciones en el transporte público, lo que no ha sido obstáculo para muchos, que incluso movilizándose por largos trechos a pie, llegan a San Cristóbal, desde varios puntos de poblaciones circunvecinas al casco central. En tanto sigue el desabastecimiento de gasolina, los conductores tratan de aprovechar lo que queda en sus tanques, sobre todo cuando se dice que el galón de gasolina en el mercado negro ha sobrepasado los cien mil pesos.
Es así como en el mercado de La Ermita y en el Terminal se hicieron especialmente nutridas las aglomeraciones, destacándose en ella vendedores de víveres y otras mercancías de primera necesidad. Aquí, así como en locales dedicados a similar actividad, no solo en el Centro y en la Concordia, sino en los abastos de barrio, o los frentes de las casas, no hay señales de desabastecimiento, y los precios se mantienen aparejados, a los de la semana pasada.
Este hecho se puede deber tanto a los controles que ejercen los organismos de seguridad, como a la misma necesidad de no abusar de una clientela con un presupuesto limitado, a casi un mes de una cesantía laboral temporal de casi 90%.
De otro lado, con un consumo reducido, un tiempo de trabajo limitado a menos de medio día, y con grandes angustias en sus propios hogares, los comerciantes intentan por todos los medios hacer su reducida jornada, lo más rentable posible.
Todo en medio de grandes estrecheces, donde el peso sigue siendo la moneda más apetecida, y los puntos de venta sufren restricciones por los problemas en la internet y la energía eléctrica, mientras que el efectivo en bolívares escasea. Precisamente para obtener algo de efectivo, algo de cola se formaban en los cajeros automáticos.
En el Mercado de Táriba se reportó una actividad dinámica similar, siendo que tradicionalmente, el lunes es el día de mayor afluencia.
En otras épocas sin cuarentenas, y sin tantas coerciones a la movilización de vehículos y pasajeros, o episodios de desabastecimiento, se presentaban más críticos, y más que esa preocupación, lo que inquieta a la población es la de quedar sin medios de financiamiento. Aunque las fronteras permanecen cerradas, fuertemente vigiladas, especialmente en los municipios en toque de queda, se dice que el suministro de artículos, provenientes de Colombia, continúa.