Alejandro Bautista González*
Cualquier plan que se proyecte para la reconstrucción de Venezuela pasa por liberar el país de las fuerzas que la oprimen. Resulta imperativo recuperar al Estado venezolano y ponerlo al servicio de la sociedad, empoderar a los venezolanos a fin de liberar sus fuerzas creativas y productivas y reinsertar al país en el concierto de naciones libres del mundo. Todo ello ocurrirá, una vez cumplidas las tres fases diseñadas por nuestro Presidente encargado, Ing. Juan Guaidó Márquez: fin de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
El punto de partida para proyectar “La nueva Venezuela que queremos”, se fundamenta en el caos vivencial existente en un país devaluado, saqueado, destrozado, emigrado y altamente resentido del antipatriótico trato y actuación de una cúpula de gobernantes depredadores, que en nombre de una “confusa” y malentendida corriente política, el socialismo del siglo XXI, o lo que es lo mismo “comunismo”, según lo aseveró Fidel Castro; se apoderaron por más de dos décadas de Venezuela; violaron leyes, entregaron nuestra soberanía, corrompieron personas e instituciones, expropiaron bienes privados, se adueñaron de empresas industriales, comerciales y agropecuarias; acabaron con la producción de nuestros campos; prosperó el narcotráfico, humillaron, reprimieron y torturaron y se ensañaron contra la dirigencia política y el pueblo protestatario, llegando hasta cometer sacrificios humanos, algunos de ellos, crudamente comentados en los medios y opinión pública.
De tal realidad y sombrío panorama, partirán las iniciativas que permitirán modelar un ambicioso plan de reingeniería para la reconstrucción de Venezuela con la convicción de que lo lograremos, que en su cenit, habrá de exhibir un país nuevo, libre, transformado, desarrollado, autosuficiente, bajo índice de inflación, precios asequibles, moneda revaluada y un pueblo feliz.
De lo expuesto, podemos concretar que en cualquiera de los escenarios posibles en que derive esta crisis, los problemas que enfrente el país serán los mismos, suficientemente conocidos y van desde las “carencias humanitarias” (escasez de alimentos, medicamentos, servicios e insumos hospitalarios), hiperinflación, desempleo y bajos salarios, diáspora, devaluación del signo monetario, alto deterioro en las empresas productivas, como en las diferentes áreas de actuación pública y privada; altos índices de corrupción en la mayoría de los niveles gubernamentales. Además, falta de inversión en infraestructuras públicas y desatención en servicios vitales como energía eléctrica, agua potable, gas, y muchos más, incluyendo la falta de gasolina, por lo que, se está llegando a una inminente paralización del transporte, de efectos impredecibles. Cierra esta enumeración de factores de la crisis, el deterioro y casi extinción de la antes poderosa PETROLEOS DE VENEZUELA (PDVSA), orgullo de Venezuela en el mundo.
Para la reconstrucción de La nueva Venezuela que queremos se deberá aplicar un cuidadoso y bien fundamentado Proyecto País con un plan apropiado de Reingeniería, cuyos efectos ofrezcan resultados positivos en lo inmediato, corto, mediano y largo plazo. Se precisa, ganar la confianza de la población y ciudadanía en general para contar con su apoyo y participación. El gobierno debe ser extremadamente cuidadoso al designar funcionarios y ejecutivos suficientemente capacitados y de intachable conducta. Esto es muy importante y debe constituir el primer paso.
En el desarrollo del plan de reingeniería para reconstruir La nueva Venezuela, deberá procederse, tal cual se propuso en la edición de este mismo Diario, el pasado 02/03/20, en artículo titulado ¿Plan Marshall para Venezuela? (pág.A4), donde se señala la posibilidad de aplicar un plan, formalizado en dos vertientes: la primera, de aplicación inmediata, referida a mitigar en la población las carencias directas de la ayuda humanitaria (alimentos, medicamentos y asistencia sanitaria), en los dos primeros años; y la segunda vertiente o fase a realizarse en el corto, mediano y largo plazo, destinada a propiciar en el país la acometida de grandes obras infraestructurales y de servicios que se paralizaron o se dejaron de hacer en las dos décadas pérdidas, consideradas vitales para la progresión nacional: vialidad, actualizar y repotenciar la capacidad instalada energética nacional, garantizar la autosuficiencia del servicio nacional de agua potable; retoma prioritaria e impulso del sector petróleo en todas sus áreas, hasta igualar, al menos, las cuotas de producción de 1.998; impulso racional al desarrollo de la minería; repotenciar el sector agropecuario, actualización del sistema de salud, impulso a la educación en todas sus áreas, programas de apoyo crediticio a la construcción y financiamiento de viviendas populares y clase media, etc. Además, serán consideradas otras áreas de progreso, no mencionadas, pero de relevante interés en el proceso integral de Venezuela, tal cual es, el impulso ambiental y el desarrollo turístico.
Este artículo concluirá, el próximo lunes 20 de abril.
*Doctor en Cooperación Internacional, Integración y Descentralización: Los Desafíos del Desarrollo Internacional