El dolor al respirar hacía llorar a Elkin, un carnicero contagiado en el principal mercado popular de Maracaibo. Allí se generó el mayor foco de covid-19 en Venezuela, que desborda a una otrora próspera región petrolera arruinada por apagones y una crónica escasez de combustible.
La proliferación de casos en el Zulia desató una situación «horrible» en el Hospital Universitario de Maracaibo, contó como pidió ser llamada para resguardar su identidad una enfermera con 15 años de experiencia que trabaja en ese centro de salud pública. «Estamos colapsados», lamenta.
«Si no lleváis agua de tu casa al hospital no te podéis bañar. Tenemos que carretear (cargar) botellones de cinco litros», comenta Pilar.
La precariedad, agrega, ha provocado una veintena de fugas de pacientes diagnosticados con el nuevo covid-19.
Aún cuestionadas por organizaciones como Human Rights Watch, que las considera poco creíbles, las cifras oficiales en Venezuela han mostrado un salto desde poco más de 2.000 casos positivos el 1 de junio a más de 8.000 un mes después. El Gobierno del presidente Nicolás Maduro reconoce un «preocupante» incremento en los contagios de covid-19
Zulia, la región más poblada de Venezuela, concentra casi un cuarto de los casos de la enfermedad que avanza en medio de una devastadora crisis económica.
El origen del brote
En su puesto del mercado Las Pulgas, Elkin trabajaba, tras contraer el virus allí, enfermó a su esposa, a cinco de sus ocho hijos, a su madre de 84 años y a un sobrino.
Hasta que fue cerrado por las autoridades por un brote masivo, en mayo pasado, multitudes de compradores, muchos sin tapabocas, se aglomeraban en esta área comercial de 37.000 metros cuadrados con cientos de puestos de alimentos, algunos con productos contrabandeados desde Colombia.
«Ver a toda mi familia en el hospital me deprimió», cuenta este hombre de 45 años, tras pasar 40 días en el Hospital Universitario.
Fue internado el 23 de mayo, un día antes del cierre de Las Pulgas, que provocó protestas de comerciantes que acabaron con gases lacrimógenos.
Ahora, aún sin fecha para reabrir, militares y policías coordinan el ingreso de camioneros que hacen fila para retirar mercancías. Trabajadores de la Gobernación de Zulia rocían con agua clorada las instalaciones vacías, recogen basura y escombros, y corrigen fugas de aguas negras.
En el centro hospitalario
Pilar ha visto irse a 14 compañeros del hospital «por miedo a contagiarse».
Ella misma espera resultados de test, pero la prueba de PCR, la más confiable, demora semanas.
Un único laboratorio, en Caracas, procesa los test PCR de todo el país. Las pruebas rápidas muchas veces arrojan diagnósticos errados: Elkin se hizo cinco que dieron negativo pese a presentar síntomas. Finalmente, confirmó su contagio por PCR.
«Creo que no voy más al hospital», dice Enrique, de 65 años y asmático, que trabaja en el mantenimiento del centro de salud Universitario de Maracaibo.
Como Pilar, Enrique denuncia fallas en el suministro de implementos de bioseguridad en ese hospital. La ONG Médicos Unidos de Venezuela reporta una decena de muertes entre el personal de salud del país, siete en Zulia.
«Corresponden tres cambios mínimos por turno, pero solo nos dan un mono quirúrgico, una bata de cirujano, dos tapabocas de los normales de tiras, no mascarillas N95 de las que deberíamos usar, y un par de guantes», sostiene la enfermera.
El hospital fue intervenido y Pilar reconoce que la nueva dirección comenzó a «hacerle cariñitos» a la instalación, aún insuficientes.
Al respecto la Gobernación anunció, recientemente, la reactivación de la planta eléctrica de 1,6 megavatios para garantizar el funcionamiento del sistema eléctrico del 70% del recinto sanitario para garantizar la atención médica de los pacientes contagiados por covid-19, ubicados en los pisos 5, 6 y 7, recordó su intervención y la designación de su nueva junta directiva, encabezada por la doctora Alfonsina Romero, «ha permitido rehabilitar espacios importantes de la institución mejorando la prestación del servicio médico en especial a los pacientes positivos al coronavirus debido a que se trata del principal centro centinela de la región».
La precariedad se repite en otros sitios habilitados durante la emergencia. Pilar sigue de cerca los padecimientos de una compañera contagiada que lleva más de 30 días aislada en un hotel convertido en centro de cuarentena. «Un día me llamó a las cinco de la tarde. Todo el día sin comer», dice.
Con hospitales y hoteles repletos, las autoridades zulianas empezaron a usar estadios, universidades y bibliotecas para aislar a pacientes asintomáticos.