En este tiempo de pandemia habilitó un espacio dentro de un carro de un familiar del paciente y allí le colocó el tratamiento endovenoso.
“Por el covid-19, hay muchos centros de salud donde no aplican tratamientos por las venas”.
Por Nancy Porras
Durante más de 30 años ha cumplido su trabajo como enfermera en un centro de salud público. Está convencida de que es hora de retirarse, pero cuando menos lo piensa, la gente le hace sentir que todavía la necesitan, sobre todo en estos tiempos de pandemia.
Es Mónica Vivas, quien confesó que nunca le ha gustado atender pacientes en su casa y mucho menos acostarlos en las camas de sus muchachos para aplicar una inyección o un tratamiento en la vena. Tampoco pasó por su mente habilitar un cuarto de su vivienda para hacer este tipo de oficio.
—Si no lo hice antes, ahora menos con este problema de la pandemia por covid-19. Hay que tener mucho cuidado con la gente que llega a la casa, tanto por ellos como por los de la casa. Tengo dos adolescentes y un niño, me da terror que llegue a pasarles algo. Yo extremo medidas en el hogar y evito cualquier contacto con personas de afuera -sentenció la enfermera, que hoy tiene a uno de sus hijos mayores en Ecuador-.
No pudo negarse
— Hace días me llegó una gente. Todos casi me lloraban. A mí me daba mucho dolor, porque no es fácil en estos tiempos tener un familiar enfermo, tanto como para llevarlo al médico y luego cumplirle tratamiento, sobre todo si hay que colocarle tratamiento, bien sea, inyecciones o tratamiento intravenoso- comentó la enfermera-.
Cuando tocaron la puerta, abrió temerosa. Le preguntaron que si ahí vivía una enfermera. Les dijo que no, pero le dio cosa al ver los rostros de angustia de la familia y el intenso dolor del paciente; entonces decidió hacerlo. Se puso el tapabocas, se recogió el pelo y se dispuso a atenderlos.
No lo atendió en su casa. Salió y entró al carro en que traían al paciente, le agarró la vena al señor. “Era un viejito. Le vi los exámenes y me di cuenta, de acuerdo con las indicaciones del médico, que era un cólico biliar y entonces le apliqué la medicina, vía endovenosa”.
No hay quien coloque tratamiento
Estaban desesperados. Contaron que en ninguna parte los querían atender para colocarle el tratamiento y el dolor de su papá era desesperante. Preguntaron en una de las esquinas del sector y les dijeron que una enfermera vivía a unos metros de lugar donde estaban; esa fue la forma como llegaron a tocar la puerta de su casa.
—No es fácil. Querían buscarme a las 10:00 de la noche para que volviera a ponerle el tratamiento, y luego a las 2:00 de la mañana, y de verdad les dije que yo no podía andar en la calle, es un riesgo –aseveró-.
Pero propuso la enfermera que si llevaban al señor de nuevo en el carro, le cumplía el tratamiento y así lo hicieron, “a riesgo, porque no se sabe si de repente llega alguien y los atraca, pero gracias a Dios no pasó nada”.
“Yo me cuido mucho, sobre todo por los muchachos. No los dejo salir a ninguna parte. Hace días la abuela cumplió 70 años y ni siquiera salimos a acompañarla un rato, porque hay que cuidar a mamá, que por su edad está más propensa a contraer el virus, y los niños también son de cuidado”, relató la profesional de la enfermería.
Le cumplió el tratamiento endovenoso al señor, en nombre de Dios, y de inmediato entró a la casa a buscar agua y jabón para lavarse las manos.
Cuidados extremos
—Yo ahorita llego a la casa y no entró por el frente. Puedo ir a la parte de atrás, donde hay un baño que no utilizábamos antes de la pandemia. Allí me baño y en un tobo guardo la ropa que me quite, igual los zapatos que están nuevos, pero se están deteriorando de tanto lanzarlos al agua una vez llego a la casa -contó-.
Es tanto el cuidado que tiene –resaltó Mónica Vivas- que apenas si se comunica con un hermano por un solar, donde se sabe que “pasamos solo nosotros. La gente no quiere entender. Cree que esto es mentira, se desata y pone en peligro a todo el mundo”.
Siempre es un riesgo
En ningún tiempo, bueno o malo, ser enfermera ha sido fácil y en los últimos tiempos menos. “Yo, a pesar de ejercer por muchos años este trabajo, soy muy nerviosa. He tenido que superar muchos obstáculos para llegar al trabajo, porque nunca me gustó faltar”.
Recordó que hace tres años se iba caminando desde Táriba hasta El Corozo, por el problema del transporte, y debía pasar por una caballeriza. Gracias a Dios, nunca le sucedió nada, pero sufría al momento de pasar este pedazo de la vía, recordando que a muchos de sus compañeros los habían robado cuando iban por este lugar.
Entendió, después de más de 30 años ejerciendo la carrera, que no podía más, porque el sueldo que ganaba apenas alcanzaba para pagar seis días de pasaje y como pasaba 24 horas en el centro de salud, llevaba la comida, que en muchas oportunidades compartió con sus compañeros de guardia, porque la misma situación económica impedía que algunos no pudieran llevar algo para comer.
En esta oportunidad salió porque tenía que inscribir al niño en el colegio, va para tercer grado. Preguntó sobre el procedimiento, allí le entregaron el material de trabajo del año escolar que finalizó y ahora va de nuevo a la casa, porque los niños se quedaron solos.
Cree que ya es tiempo de dejar la enfermería y es por ello que hoy está en su casa, pero igual ayuda a las personas que la necesitan.
Se está en momentos de cuidarse, esta es la razón que le impide salir con frecuencia, eso sí, a la hora de tratarse de un ser querido, un amigo o vecino de toda la vida, no duda en salir y recordar su entrega por esta carrera, que hoy muchos no quisieran ejercer por el alto riesgo que se tiene de contraer el covid-19