Si ya cocinar a leña para su familia resulta fatigoso a Rosa Colmenares, producir de esa manera las ofertas de su emprendimiento gastronómico con el cual intenta sobrevivir en cuarentena raya en lo extenuante.
Freddy Omar Durán
Apenas comenzaba la cuarentena una jornada de distribución de gas en Zorca San Isidro prometía repetirse al menos bimensualmente, y no fue así. Después de unos cuantos meses, y a pesar de que su esposo le adaptó una útil estufa de barro con desfogue al exterior, no se acaba de acostumbrar a la incomodidad del combustible vegetal: ojos rojos, dolores de cabeza por el humo que de todas maneras se ha de respirar y ollas tiznadas.
Y encima de todo tener que lidiar con una materia prima “verde”, de muchos humo y ceniza y menos fuego, que para conseguirla hay que caminar e irrespetar a la naturaleza bastante.
Con las hornillas eléctricas dañadas y cuyo arreglo no puede por ahora pagar, y una suministro de luz, caprichoso, que se suspende por horas y sin verdaderamente un horario fijo, la leña es la primera, por no decir, la única opción, pues el carbón se ha encarecido enormemente, y nada rinde.
Hallacas, pasteles, papa rellena y morcillas comienzan a cocerse en la madrugada, con aliños y rellenos ya preparados en la tarde anterior.
–De eso es lo que yo vivo –relata Colmenares- de las hallacas, las empanadas y los pasteles, por que si no de dónde. El salario de mi esposo no alcanza ni para una harina, si acaso una mantequilla. El me ayuda y con eso sobrevivimos en la casa.
Narró que se levanta a las 4:00 de la mañana, y de inmediato va a la cocina a preparar todo lo que vende, y después cuando está todo listo y debe irse, su esposo prepara el desayuno y el almuerzo.
“Yo al llegar al mediodía comienzo a preparar la papa rellena, la carne mechada, el pollo, etc. Es demasiado cansón. Ya me siento agotada con este trajín. Yo cocino 65 hayacas en dos tandas al día y todo lo que eso se lleva en madera. Uy no, a veces estoy que tiro la toalla”, expresó.
El sacrificio de su emprendimiento pega en su alma y en su cuerpo, con saltos del excesivo calor del fogón al excesivo frío de la nevera.
— El cocinar con leña es muy cansón desde el principio hasta el final. Prender la fogata es complicado pues se tiene que gastar mucho gasoil que de paso no se consigue, además esa leña que se agarra por ahí es puro bagazo y se consume de inmediato y echa mucho humo y deja mucha ceniza. A veces usamos plásticos para que prenda rápido, o quemo lo que consigo, porque uno briega muchísimo. Ese humero llena toda la casa, la ropa se impregna de ese olor, todo…Wilmer mi esposo está enfermísimo de la cabeza y de los ojos, hay que ir del fogón a la nevera y de la nevera al fogón. De paso debe irse hasta San Joaquín – a unos tres kilómetros de su vivienda- para ver si trae algunos palos.
Toda la vida ha trabajado con la comida, apenas si se dio un “receso” como ama de casa, pero la crisis económica la lanzó al ruedo nuevamente, y la cuarentena definitivamente no le deja otra opción, y de otra parte, le da gracias a Dios de que vende lo que produce.
Piensa extender su menú, pero la escasez de materia prima la pone a dudar. Si bien es cierto aun teniendo gas, hoy en día un lujo, este no lo gasta totalmente en su negocio, lo usa para agilizar ciertos procedimientos, mas dejárselo todo a la leña, no le conviene.
En estos días quería adquirir un pote pequeño de pintura, que con un par de huecos y una parrilla, le podrían servir de calentador, sin embargo estos recipientes muy comunes en los basureros están desapareciendo.
–Sacaron a botar a la basura en un negocio como 20 envases metálicos, y cuando fue mi hija que me prometió hacerme una estufa con uno de esos, de un momento a otro se los llevaron todos — remató en su historia.