No compres nada chino, le dijo Melquiades a mi tía. La gente que estaba en el abasto lo miró, extrañada por la fuerza que impuso mi tío a esa orden tan contundente. –Hasta cuándo nos meten vainas de dudosa calidad, caramba. Ya vemos lo que estamos sufriendo en el planeta, señores.
Carlos Orozco Carrero
Vivir en un pueblo del Táchira es una opción valiosa para estos días de angustia colectiva. Se camina y saluda a los paisanos y amigos enmascarados. Acomodamos la protección sugerida y a la charlonería desde lejitos con todos. En las grandes ciudades, las mayorías sufren depresión debido a esos encierros despiadados. Yo me asomo por la ventana del apartamento y veo la pared del edificio del frente. ¡Ayyyyyy!
47 años de bachilleres estamos celebrando por estos días los muchachos de la III Promoción del liceo Francisco de Borja y Mora, de Pregonero. La mejor institución del planeta. Todos los hermanos de esa promoción superamos esfuerzos y logramos títulos universitarios. Un abrazo a todos y en la promesa de una tomata especial.
En casa de mis tíos hay una manifestación de fe increíble. Hasta el gordo Sósimo, que se las tira de repugnante, deja escuchar alguna oración para que los científicos del mundo logren rápido los remedios contra el virus chino. Dios los ilumine.
Esos juegos de las Grandes Ligas todavía nos parecen rufos. Sin embargo, estamos en la suerte de apoyar a nuestros peloteros este año de pandemia y cuidadosa actuación. Vamos a ver si el panda Pablo Sandoval logra bajar de peso para que siga en carrera espectacular.
Cuidemos a nuestros viejitos, señores. ¿Y usted se las da de joven, Carreto? – Por eso ruego un tris. -Cuiden a los mayores.