María Vega Gutiérrez ama su trabajo. Por eso, pese a las voces agoreras, no ha abandonado su puesto de enfermera en el Hospital Central, menos aún en la actualidad, cuando su presencia se hace más urgente.
Antes los argumentos de deserción en los servicios de salud se fundamentaban en razones de orden laboral, y ahora a esto se suman los temores propios de una pandemia que tiene a su institución en la primera línea del combate contra el covid-19.
Pero no todo es enfermedad y duelo en el Central, pues en maternidad ha seguido brotando la vida en este periodo de cuarentena, y mucho más cuando una crisis económica ha hecho más difícil recurrir a los centros privados.
Por indiferencia, por miedo, o simplemente por no asumir responsabilidades, nos (una generalidad que no solo atrapa al estamento gubernamental) ponemos de espalda a esta monumental edificación, hasta que la fatalidad del destino nos voltea la cara frente a él. Y no debería ser la necesidad la que lleve nuestros pasos hacia el Hospital Central, pues debería ser nuestro sentido de la solidaridad el que nos abocara para prestar un apoyo, en la medida de nuestras capacidades.
20 recién nacidos en un día
Ocupa el piso 8 del Hospital desde hace dos años y medio. Para ella, la pandemia irrumpió en un ya difícil panorama para la salud regional
—Trabajar en el hospital –nos relata Gutiérrez- en tiempos de pandemia ha sido fuerte, no solo por la pandemia sino por la situación país que venimos viviendo de tiempo atrás. Teníamos el problema del transporte, y los salarios, que no nos han alcanzado ni para cubrir los pasajes. Aunado a eso, está el tema de bioseguridad para el personal. Yo trabajo en un área donde la afluencia de pacientes es bastante marcada. Hay días en los que tengo 23 pacientes y 20 recién nacidos.
Pero no solo se trata de atender partos, pues la vacunación también forma parte de la lista de tareas que debe cumplir durante su jornada
—Puesto que el servicio de inmunización labora de lunes a viernes, el personal de piso realiza esa actividad los fines de semana y feriados, lo que implica más tiempo y dedicación, y más cuidado, necesario para la colocación de la dosis.
Con el trabajo viene el agotamiento y, tal vez, los sinsabores; pero María Vega no duda por ello de su vocación, a la cual prefiere no adjudicarle las sobredimensiones épicas que abundan hoy en día.
—Muchas personas me dicen “¿qué haces todavía en el hospital?, deberías renunciar”. Mi respuesta es: “amo mi trabajo, mi carrera y lo que hago”. Yo creo que si volviera a nacer, escogería nuevamente la enfermería. Además de que cuando nos graduamos hicimos un juramento ante Dios de cuidar a los pacientes: eso es lo que hago. Le pido a Dios cada día que nos cuide y nos proteja a todos. Porque si todos renunciamos por miedo, ¿qué sería del hospital sin personal, quién atendería a los pacientes? -reflexionó-.
Ella tiene claro que no es indispensable, tampoco es una heroína. Es un ser humano, al igual que todos, quien escogió una carrera a la cual ama.
— Y, pues…bueno, ahora tenemos la pandemia y estamos haciéndole frente. ¡Para ayudar, para eso es que estamos! Más allá de todo el trabajo y el cansancio, está la parte humana, del querer ayudar a todos y cada uno de nuestros pacientes. Verlos reintegrarse nuevamente a su entorno social, y en buenas condiciones de salud. Pará mí, creo que es lo más gratificante, ese “gracias licenciada”, acompañado de una sonrisa. Eso te llena de alegría y satisfacción.
El temor a ser contagiado no desaparece, se impone la palabra “precaución extrema”, que puede hacer la diferencia definitiva.
Ella habló un poco de cómo cumple el protocolo, dentro de la institución y fuera de ella, en la calle, al entrar y salir de su hogar. Cada paso que da en su jornada es una batalla a pulso contra el covid-19
—Como sucede con todo el personal de salud, creo que el mayor miedo es ser contagiado y dar positivo. Sin embargo, yo trato de extremar medidas. Siempre hago uso de mi mascarilla. Ahorita nos dieron en el hospital una careta acrílica. En el lavado de manos, en lo personal, soy muy estricta, así como en el uso del antibacterial o el alcohol. La ropa que uso en la guardia me la cambio, y al llegar a mi casa, lo primero que hago es ducharme -narró-.
Agregó que trata en lo posible de extremar medidas, “porque aunque no tengo pacientes positivos en el servicio, sí hay bastante afluencia de personas, que no sabemos con quiénes han tenido contacto. En mi turno de trabajo trato de no dejar familiares en el área, solo estrictamente si se amerita que estén ahí, para preservar la salud de los pacientes de los recién nacidos y sobre todo de nosotros, el personal de salud”.
Freddy Omar Durán