Regional

Una niña consentida casi centenaria

15 de agosto de 2020

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Ella es la niña consentida de la casa. Una niña que dentro de unos meses llegará al siglo de vida. Larga estancia en este plano terrenal, que su familia considera una bendición.

María Justina Cárdenas de Cárdenas, toda una sobreviviente en tiempos en que la población adulta mayor se considera la más vulnerable a los embates del covid-19.

Nacida en el sector Los Amigos –mal denominado “La Hoya”-, de Zorca Providencia, apenas hace dos años se vio obligada a abandonar el hogar de toda la vida, para trasladarse a El Valle, municipio Capacho Viejo, y estar bajo el cuidado de una de sus hijas.

Su bisnieta, Máryori, siempre la consiente y eso pone feliz a la abuela centenaria. (Foto/ Freddy Omar Durán)

Por momentos, la lucidez se le extravía; cuando se remonta a los años de su infancia y juventud en un entorno campesino, se vuelve a preocupar porque el río se va a llevar sus zapatos; espanta a las vacas para que no se coman su maíz; pregunta si han amarrado a los burros; si cuidan su jardín, lleno de flores que tanto le gustan, o se pone a jugar con un niño imaginario, cuya identidad sus familiares desconocen.

También se pone a rezar sus bellas oraciones a las diversas advocaciones de la Virgen María, y recita insistentemente poemas que no han abandonado su memoria y han sido heredados por su bisnieta Nancy, quien los declama sin error de tanto que ha escuchado los versos:

“Mariposa de colores escucha lo que te digo: no vueles más entre flores, déjame ver tus primores y ven a jugar conmigo. Yo soy niña y salgo al prado alegre a corretearte: tus alas mágicas me encantan, no te vayas de mi lado, ven conmigo a jugar, tienes dorados reflejos y tintes de azul turquí. Mariposa ven aquí”.

Su hija, María de los Ángeles, está empeñada en construir el árbol genealógico de una larga prole: 21 hijos, 49 nietos, 92 bisnietos y 28 tataranietos, aunque sospecha que la cuenta puede ensancharse. Una investigación nada sencilla, pero que esperan finiquitar en el cumpleaños 100 de la matrona.

Como su cédula y la partida de nacimiento lo certifican, en noviembre próximo cumplirá 100 años. (Foto Freddy Omar Durán)

Al preguntarle a sus allegados sobre su infancia, lo que siempre responden es: “lo único que hacía era trabajar”. Destino de sacrificios que continuó junto a su esposo y descendencia, pues en su hogar todos tenían que servir para algo.

—Para nosotros no existían días festivos –comenta María de los Ángeles. Mientras mi papá se dedicaba al campo, nosotros vendíamos pasteles de maíz pilado con carne molida y arroz, cocinados a leña, y unas carabañuelas –especie de buñuelos con relleno de crema pastelera-, en cuanta feria de pueblo había, también en las canchas deportivas, en la plaza frente a la iglesia El Santuario, y los domingos éramos fijos en el mercado La Guayana, del cual fuimos fundadores. Estuvimos en la feria de San Sebastián, cuando comenzó en La Concordia; en las de Táriba, que eran en Las Margaritas, desde donde a las dos de la mañana nos veníamos solitos hasta Los Amigos. Mi papá madrugaba para tener lista la masa para las preparaciones. También se lavaba, se planchaba y se almidonaba la ropa.

Ni siquiera el embarazo fue pretexto para tomarse unas vacaciones, apenas si guardaba dietas, un año tras otro.

—Ella –comenta su nieta- bajaba leña más abajo de la antena de Ecos del Torbes. Se la amarraba en la cabeza con “chiques”. Al llegar a la casa, la tiraba en el suelo, y a parir de una vez. Hasta las últimas horas, antes del parto, que atendía mi tía Genoveva, famosa partera de Zorca, quien sobando la barriga sabía de antemano si iba a nacer niño o niña.

La quebrada La Zorquera también hace parte del recuerdo familiar, ya sea por su generosidad, como por su furia. A la Nona –como la conocen en El Valle- le bastaba con meter las manos en la corriente para atrapar un “corroncho”; cuando crecía, era de temer y los padres debían conducir sobre los hombros a su hijo, ya que no había puente o los artesanales continuamente eran arrastrados.

Urgente un sacerdote

La longevidad de doña María Justina es hereditaria, como lo demuestra la fortaleza de sus varones, que pasan de los setenta años. La mayor, con 85 años, aún sobrevive, y la segunda, Mary Zulay, murió a los 82 años, una dolorosa pérdida para ella. A temprana edad murió uno de sus retoños por mal de Chagas, y el resto sobrevivió a epidemias de hepatitis, y una misteriosa hinchazón en el riñón, cuyas secuelas aún padece su hija Rosa Edilia.

—De mis tíos sobrevive Bonifacio -agrega María de los Angeles-, los demás también lo hicieron a avanzada edad. Hace 43 años, ella sufrió una peritonitis, tan fuerte que pensábamos que no la aguantaría. La tuvimos internada por un mes. Solo hasta este 13 de julio se nos complicó; pero gracias a Dios ya se ha ido recuperando.

Si bien la familia trata de proveer su alimentación, la falta de recursos obligó a suspender su tratamiento para la tensión, ni calcio ni protector gástrico. Otro dolor de cabeza han sido los pañales desechables, dadas sus limitaciones para movilizarse y controlar esfínteres.

Pero una necesidad aún mayor la acongoja como devota de la Virgen de la Consolación, que es no recibir la unción de un sacerdote. Continuamente ha pedido la presencia de un clérigo, y desde enero se ha estado esperando respuesta de los que atienden las localidades cercanas.

No se afana con la actualidad

Su familia prefiere no inquietarla con los temas de actualidad, y del covid-19 poco o nada sabe.

Su biznieta la halaga preguntándole “¿por qué usted es tan bonita?” y ella, como acomodándose su larga cabellera –siempre la ha llevado así-, toda coqueta y con una extensa sonrisa, replica: “¡ay, no sé!”, y luego se tapa la cara.

—Ella piensa –afirma su biznieta Nancy- que estamos en paro de transporte. Se extraña que nosotros no bajemos a San Cristóbal.  Y ella me dice: “¿y usted qué hace aquí todos los días, que no la veo estudiando? Le explicó que hay paro de transporte y comienza a maldecir a los buseteros. Sobre los apagones no le decimos tampoco nada, cuando se va la luz se queja: “desgraciados, para cobrar si lo hacen completo”.

Freddy Omar Duran

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