Caballero por excelencia, músico de corazón y abogado de profesión. La sutileza y la sapiencia en su incesante hablar, lo convirtieron en un poeta musical. Estudioso, responsable, puntual y equilibrado, formaron parte de su personalidad en esta tierra tachirense que lo vio nacer y desarrollarse en ella, a la que amó, defendió y a la que le cantó toda su vida.
El maestro Leoncio Ramírez hoy reposa en los brazos del Señor, luego de luchar con una enfermedad que lo fue consumiendo poco a poco y a la cual enfrentó con la nobleza y la humanidad que siempre lo caracterizaron.
La noticia sorprendió al mundo musical tachirense y a muchos cantores venezolanos e instrumentistas que están fuera del país, quienes escribieron frases que describieron a ese hombre que sembró siempre una sonrisa, un consejo, un ejemplo y un buen punteo en su guitarra, su fiel amiga y confidente.
José Leoncio Ramírez Pérez nunca dejó de estudiar, se graduó también de orientador en la Universidad de los Andes, hizo postgrado en esta profesión y en la de abogado, y las ejerció. Sin embargo, su amor fraterno lo llevaba en la música, la cual lo mantuvo enamorado, desde muy niño aprendió a tocar el piano, el clarinete, y se instruyó en diferentes instrumentos típicos, como el bandolín, el tiple y la mandola.
Su condición física, por la dificultad en la visión, no fue una limitante. Se cuidaba mucho con la poca luz que brotaba de sus ojos y esto lo llevó a alcanzar varias metas, que fueron admiradas por su familia y amigos.
Así lo contó el maestro Freddy Medina, director de la agrupación Tierra y Canto, con quien compartió desde los 15 años de edad en diferentes agrupaciones. “Parrandeamos mucho. Fue un gran amigo, hermano, un estudioso de la música y de todas sus profesiones. Fue un defensor de la humanidad. Mi gran compañero de serenatas y de nuestra agrupación “Tierra y Canto”. Conocía a la perfección el método Braille y con él se defendía también musicalmente y, al mismo tiempo, el pentagrama musical”.
Por su parte, su amiga Elisa Bigi expresó: “Da tristeza no poderlo despedir como uno hubiese querido. Ya sabíamos que estaba sufriendo por su enfermedad, y ya descansa en la paz del Señor. Leoncio fue un ser excepcional y todo lo que él hizo, lo hizo con maestría. A los dones que Dios le dio, él les sacó el máximo provecho, para beneficio de los demás. Como compositor, nos regaló su música y aportó al grupo Tierra y Canto lo que sabía; además, era muy jocoso”.
El maestro Leoncio Ontiveros, director de la Cantoría Sofitasa, dijo: “Fue un hombre admirable, con alto sentido de humanidad y respeto al prójimo”.
Entre sus composiciones están: La Fragua(vals), El Provinciano (bambuco), Almácigo (bambuco) y Filigrana tachirense (pasodoble).
Formó parte de los fundadores de las corales del Colegio de Abogados y de la Cantoría Sofitasa, director de la Estudiantina del liceo Simón Bolívar; también se destacó por sus arreglos musicales, a nivel regional y nacional. A la agrupación musical Tierra y Canto le entregó su alma y una de sus composiciones, que lleva el nombre del grupo, en ritmo de bambuco y que ha sido grabada por varias agrupaciones.
“¡Vivirá con su guitarra, cantando entre estrellas y galaxias por siempre, y no hay duda que le escucharemos atentos! En nombre de la familia Tierra y Canto, descansa en paz hermano, maestro y amigo. Vuela «Por las Cárdenas heridas de mis altivas montañas…» y llena de nobleza, lealtad y sonrisa nuestra humanidad”, comentaron en tertulia por WhatsApp sus amigos de Tierra y Canto.
María Teresa Amaya