Gustavo Villamizar Durán
Con estos adjetivos acompañó el presidente Nicolás Maduro la invitación a un debate y/o consulta en relación al inicio del año escolar 2020-2021. En lo personal considero que se trata de una propuesta por demás atinente en medio de las circunstancias surgidas por la riesgosa presencia del Covid-19, así como una buena manera de acostumbrar a la ciudadanía a opinar en relación a cualquier situación álgida. Esas consultas, aunque no sean vinculantes, son ejercicios democráticos que irán convirtiéndose en cotidianos en la medida que se incrementen y se solidifique la democracia participativa y protagónica que establece nuestra constitución. Lo que sí es primordial, es limitar la participación de los opinantes a quienes incumbe directamente la situación: padres, representantes, maestros, trabajadores de la educación, Cocineras de la Patria, líderes comunales, para evitar que la consulta se convierta en gallera de los llamados influencers de las redes sociales.
Entonces, aprovechando la invitación formulada por el presidente, aún no convocada, me adelanto a presentar algunas opiniones, a sabiendas de que de darse la limitación propuesta quedaré fuera de la consulta. En primer lugar, resulta prioritario conocer la opinión en torno a la sensación de seguridad o inseguridad de los padres o responsables. Vivimos en la rentabilísima sociedad del miedo y este ha resultado una gran tarea de los medios de comunicación y ahora de las redes sociales. El miedo en el capitalismo neoliberal es un ingrediente básico de la inmovilidad social. Además, en todo el mundo se han exaltado las deficiencias de los servicios, la ausencia de recursos, internet y conectividad en las escuelas, la dificultad para controlar la distancia personal y pare de contar, porque esos son grandes argumentos para promover la eliminación de la escuela y el educador.
Valorada con buen criterio la seguridad, habría que pensar en una apertura parcial a la presencialidad, tal como lo señaló el presidente, de manera que la comparecencia de los niños y jóvenes en la escuela transcurra sin percances y se logre saldar el deseo expresado por ellos de volver a encontrarse con sus compañeros y los educadores. La escuela es, sin duda, un espacio de socialización de gran valor en la formación y debe aprovecharse. En ella surgen grandes amistades y se cultivan importantes valores para la vida. De tal suerte que esta asistencia al centro educativo debe ser fundamentalmente para reencontrarse, estar presentes, compartir, disfrutar de la compañía, todo lo cual constituye un gran aliento afectivo definitivamente insustituible. La posibilidad de combinar un proceso educativo con una parte presencial algunos días y otros de trabajo a distancia, sería una experiencia de gran riqueza para alcanzar una educación expansiva, muy ligada a la vida y las colectividades, por supuesto, de gran calidad.
De la misma manera, es necesario precisar que vivimos tiempos inciertos en los cuales la fragilidad de sus seguridades impide el establecimiento de criterios o lineamientos inmodificables. Igualmente, esta incertidumbre obliga a la flexibilidad, a escuchar, supervisar, revisar permanentemente, para hacer los cambios o ajustes pertinentes en cada caso. Esas circunstancias inciertas, cierran la posibilidad de generalizar o uniformar los procedimientos, contenidos, estrategias, materiales y criterios de evaluación, sin tomar en cuenta las diferencias y características de cada región y cada grupo, sin que eso signifique llegar a los extremos de una educación a la carta. Es decir, cero rigidez y amplia elasticidad.
El cierre del año escolar reciente nos mostró, en medio de la emergencia, una buena cantidad de experiencias que estaba necesitando la escuela para superar el limitado espacio del aula y abrirse a los nuevos tiempos, como la incorporación de la familia a la educación, la participación de la comunidad, la experiencia de acudir a diversas fuentes de aprendizaje y saber distintas a las tradicionales de la escuela, el encuentro y la activación de las artes junto a los contenidos escolares, la visita o las llamadas telefónicas de los docentes a los alumnos en sus casas, los grupos o conferencias telefónicas organizados por alumnos y docentes para consultar, asesorar o realizar las asignaciones mediante la cooperación, el uso de la radio y la TV en la labor educativa, los expeditos mecanismos activados por los maestros para hacer llegar las asignaciones a los discentes y la entrega de trabajos realizados, en los cuales surgieron medios y mensajeros como el caballo, la bicicleta, la moto, la curiara y pare de contar, así como, la maravillosa experiencia del Programa de Alimentación Escolar (PAE) extendido a toda la familia llevándolo a cada vivienda.
Se trata en esta magnífica oportunidad, de desescolarizar la educación e incorporar al sistema educativo todos los vehículos y caminos por donde circula el conocimiento y el saber en los tiempos que transcurren.