Reportajes y Especiales

“Acepté el reto con miedo”

29 de agosto de 2020

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“Oro por cada paciente que atiendo, especialmente por los más graves, aquellos que en cualquier momento se van a la vida eterna. Tratamos de asistirlos en lo posible para que no sufran”, comenta Lennys Virginia


María Teresa Amaya

La muerte es algo inminente y nos puede llegar en cualquier momento. Es lamentable que no valoremos la vida y que no podamos vivir en paz, con Dios y con nosotros. La muerte siempre nos sorprende, nunca estamos preparados para eso, ni para perder a un ser querido, no queremos morir, porque nos aferramos a la vida de una manera que no debería ser…siento que la muerte es un paso a la vida”.

Esta es la respuesta de Lennys Virginia Robles al preguntarle qué enseñanza le ha dejado este tiempo de pandemia, como profesional de la enfermería en Quito, capital de Ecuador, donde presta sus servicios desde hace tres años, cuando llegó a ese país, proveniente de Venezuela.

Es tachirense, nació en La Grita, pero fue criada en Umuquena, por lo que manifiesta que su corazón le pertenece a esa tierra, en donde creció junto a su familia.

Se graduó  en el 2010 en la ULA- Mérida de Licenciada en Enfermería, trabajo en el Hospital Universitario de  Los Andes (HULA), en su tiempo de estudio. En San Cristóbal, en el Seguro Social y  en el Centro de Especilistas de Occidente (CEMOC), es instrumentista y trabajó con el doctor José María Betancourt como asistente en sus cirugías.

Estos meses de epidemia le dieron un vuelco a su día a día. Una odisea que enfrentó con miedo, al tener que asumir una responsabilidad que muchos evadieron, pues le temían al alcance del virus.

A mediados del mes de marzo se quedó sin empleo, luego de laborar en una clínica de medicina integrativa que fue cerrada a raíz de la cuarentena.

Se postuló cuando comenzaron las ofertas en hospitales que necesitaban personal y el 7 de abril recibió un correo electrónico donde le daban la bienvenida al hospital Pablo Arturo  Suárez (HPAS) y le  notificaban que formaría parte  de la Unidad de Cuidados de Enfermería.

“Dios, qué susto, qué nervios sentí, se me quitó el hambre, me temblaba el pulso”, cuenta Lennys Virginia, quien vive con su esposo y sus dos pequeñas hijas, una familia tachirense.

El HPAS había sido escogido como hospital centinela, covid-19, por lo que  dejó de atender las distintas especialidades para dedicarse a este tipo de pacientes.

“Acepté el reto con nervios; pero con mucha emoción y agradecimiento a Dios”, expresó.

Luego de varias capacitaciones, desde lo que era el coronavirus, hasta cómo se colocarían las prendas y equipos de protección personal  (EPP), las partes donde se cambiarían, asearían y el adiestramiento en las áreas covid, la enviaron  al área de Hospitalización de Cirugía, primer espacio acondicionado con 32 camas, donde se recibirían hombres y mujeres, sin excepción y sin distinción.

“La guardia más difícil”

Una selfie tomada por Lennys junto al equipo de compañeros, de quienes cuenta que son unidos, profesionales, humanos y alegres. (Foto: Cortesía)

Con un mono quirúrgico, una bata de cirujano, zapatos desechables, gorro, gafas tipo esnórquel, un visor, doble mascarilla y tres pares de guantes encima, realizó su primera guardia de 24 horas, solo con descanso de 3 horas, a la cual catalogó como la más difícil de su vida.

“Pasé al área de covid, con un licenciado de planta y dos enfermeros, iniciamos la labor con muchos nervios, con temor al contagio; dimos lo mejor de nosotros. Fueron horas interminables, si te ponías ansioso, hiperventilabas y te asfixiabas. Hicimos lo que normalmente  se hace en un servicio: recibo de turno, cuidado directo, actualización de historias, administración de tratamiento, gestión de estudios médicos,  realización de informes y atender a los pacientes en el transcurso del turno”.

La falta de personal complicó los siguientes turnos y hubo guardias en las que no tuvieron descanso alguno, solo dos enfermeros para atender 32 pacientes.

“En cada guardia no me permití flaquear, pedía fortaleza a Dios y paciencia al licenciado encargado. Un día llegué a mi casa y le dije a mi esposo que quería renunciar; pero había la necesidad de trabajar, por mi familia; me armé de valor y seguí”.

Nueva vida en casa

La familia López Robles adecuó la casa para la nueva normalidad. La enfermera entró en el aislamiento, mes y medio en su propio hogar. 

Separada de Francisco y sus dos niñas, Amelia y Emma, de 5 y 4 años.

Al pasar este tiempo le hicieron al personal de salud la prueba de control para confirmar si tenían covid-19 y ella salió bien, por lo que concluyó que su método había dado resultado en casa.

Desde ese momento, volvieron a estar juntos, pero llega de su trabajo y se baña antes de tener contacto con todos.

Lección de vida

Para esta profesional de la enfermería, los meses transcurridos han sido de perseverancia, lo que titula como una “lección de vida”, ser humilde ante todo, no pretender ser mejor que nadie, dar el 100 % , no estancarse por nada y siempre de la mano de Dios, son su clave.

Ha tenido la oportunidad, entre tantos pacientes, de atender a cinco venezolanos que la han conectado con su patria.

“Oro por cada paciente que atiendo, especialmente por los más graves, aquellos que en cualquier momento se van a la vida eterna. Tratamos de asistirlos en lo posible para que no sufran”, comenta Lennys Virginia.

“Dios me ha revelado las mieles, después de muchos momentos difíciles. Un equipo de trabajo humano, colaborador y alegre. Hoy día puedo decir que soy una enfermera covid y  que la enseñanza continúa. Gracias a la congregación de hermanas Oblatas en Quito por recibirme y por el trabajo, y a Ecuador que me ha brindado muchas oportunidades”.

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