Julieta Cantos
La pandemia sigue dándonos lecciones, que ojalá seamos capaces de aprender…internalizándolas y aplicándolas.
Es tal la confrontación con la realidad, y es tan evidente lo que pareciera lógico aplicar que ahora más que nunca, debemos entender la importancia del planificar, diseñar, proyectar las edificaciones en las que nuestra vida transcurre, de manera diferente y creativa. Paradójicamente, lo ocioso resulta también productivo, por lo que significa en el aporte a nuestro desarrollo como seres humanos, ya que son los tiempos para el pensar, el disfrutar, el compartir.
Así que, definitivamente decidí, que en esta pandemia, por mucho trabajo y tareísmo que tuviera, iba a dedicar tiempo al ocio, al ocio pensante. Me voy a dedicar a lo que los griegos precursores de la educación escolarizada -asumiendo que es simplista adjetivarlos así-, a pensar. Y como la mayor parte del tiempo mis pensamientos se dirigen a la ciudad, y a quienes habitan en ella, me pregunté: ¿cuánta gente en el mundo estará pensando acerca de cómo la arquitectura influye en nuestros modos de vida, sobretodo en situación de pandemia? Y también me la hice al revés…la pregunta digo…¿cómo influyen las pandemias y las guerras en la arquitectura? Y analizando me dí cuenta, no intuitivamente, sino conscientemente, de que ambas preguntas están interconectadas, son bidireccionales; y que la arquitectura ha estado más determinada de lo que pensamos por estos factores externos al ser humano….aunque no tanto, porque las guerras las produce y las acaba el hombre…y las pandemias de este nuevo siglo, pareciera que tienen más de guerras bacteriológicas que naturales.
Y digo que la arquitectura ha estado condicionada porque ha sido la llamada a generar modificaciones en los planes de desarrollo de las ciudades, ya sea por remodelación de las mismas, al haber sido destruidas por las guerras, o porque deben generar condiciones de salubridad que permitan controlar las otras guerras: las bacteriológicas o virales.
Las grandes pandemias mundiales en las diferentes épocas, han generado respuestas arquitectónicas, que de una u otra manera han modificado los espacios habitados.
El hecho cierto es que se me ocurrió buscar en internet sobre arquitectura para pandemias futuras, y he aquí que se desplegaron varios links de diferentes países con diferentes visiones sobre este tema…oh cielos…no soy la única que piensa en esto. Por supuesto, algunas de esas visiones me llamaron mucho la atención. Unas por ser coincidentes, otras por ser totalmente opuestas a mi pensamiento, pero no por ello, menos interesantes. Son los contrastes, los que nos permiten dirimir si nos auto-afirmamos o nos migramos al pensamiento del otro.
La primera de ellas era un foro para profesionales, académicos y estudiantes de arquitectura y construcción, emplazándolos a que deben asumir la tarea de promover investigaciones y soluciones para lograr la “resiliencia espacial”, entendiendo que la resiliencia es “la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas”, y pues ponen a estos profesionales a que acepten el reto de superar el trauma arquitectónico de nuestras actuales ciudades, que no han sabido comportarse adecuadamente ante situaciones extremas…pero que además han sido diseñadas y construidas por ellos mismos. Y hasta hacen una comparación con la novela La Peste de Albert Camus, extraordinaria novela por cierto, en donde el escritor escribió…” Las plagas, en efecto, son una cosa común, pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. O sea nos siguen agarrando desprevenidos, porque no sabemos pensar diferente, para generar soluciones diferentes. El problema es que se quedan hasta ahí. Y no hacen sino voltear la mirada hacia las soluciones hechas hasta ahora, ya sea por reconstrucciones en las post-guerras, o por condiciones sanitarias mejoradas por pestes. Y además concentran el poder de la solución en los profesionales. Una vez más, obviamos a las personas, a aquellas que están siendo afectadas diariamente por una situación dada, para que opinen sobre posibles soluciones, generadas desde sus propias vivencias. Y hablan de la necesidad de la sanidad indispensable en las ciudades en momentos como este…pero ninguna plantea voltear la mirada a la cultura del agua, y de los jardines, que tuvieron civilizaciones muy anteriores a las nuestras, y que también tuvieron y quizás hasta todavía tienen nuestros campesinos andinos fundamentalmente. Y me acordé de un artículo que escribí en donde justamente daba soluciones para repensar nuestras ciudades y una de ellas era retomar la cultura del agua, también plantee retomar a Carlos Raúl Villanueva, nuestro arquitecto venezolano, con la experiencia de El Silencio, y el mirar desde adentro hacia afuera, en nuestras edificaciones para un mejor vivir. Y entonces…que alegría, me auto-afirmé, en que he venido desarrollando una línea del pensamiento consciente, crítico y propositivo…y me gustó. Creo amigos que he logrado crear mi propio método, ese del que he venido hablando a partir de Descartes. Veremos que nos trae esta semana para desarrollarlo el próximo lunes.
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