La crisis eléctrica en el Táchira se ha agudizado con el pasar de los días. Solo en septiembre se registraron, en San Cristóbal y el resto de la zona metropolitana, al menos 83 cortes, sin contar los populares apagones generales, que afectaron a toda esta entidad andina y que sumaron 9 en el noveno mes del año.
De acuerdo con los mensajes de Yo Reporto a La Nación, y a las quejas en las redes sociales, en San Cristóbal y los municipios cercanos, como Cárdenas y Torbes, deben soportar diariamente entre dos y
tres cortes del servicio, que pueden durar seis horas cada uno, para contabilizar entre 12 y 18 horas diarias sin energía eléctrica.
Pero en otros municipios, como Jáuregui, Junín, Ayacucho, García de Hevia, más lejanos de San Cristóbal, la carencia de la luz es tildada por los lugareños como “cruel e inhumana”. Según reportes de los usuarios, han llegado a permanecer hasta 36 horas en tinieblas, sin explicación alguna.
Cacerolazos
El nivel de estrés y desesperación de los habitantes del estado Táchira, ante las pocas horas con luz, ha generado diversas formas de protestas para llamar la atención de las autoridades.
Retornaron los cacerolazos, que en medio del silencio y la oscuridad de la noche pueden escucharse en la capital del Táchira. Algunos vecinos han salido a la calle con pancartas improvisadas y habladores para expresar su descontento y exigir el restablecimiento del sistema eléctrico.
Otras personas se han inclinado hacia el uso de las redes sociales, en especial el Twitter, para reprochar y criticar la deficiencia del servicio; incluso etiquetas como #TachiraSinLuz han llegado a ser tendencia en la región.
La cuarentena es más difícil
Con la llegada de la covid-19 se implementó el confinamiento social. Al principio muchos tachirenses manifestaron con agrado su asombro ante la notable disminución de los cortes de electricidad. Sin embargo, no pasaron muchos días cuando regresó el padecimiento.
Pero no solamente es la falta de luz, ya que los tachirenses también sufren la carencia de otros servicios, como la telefonía móvil y los datos de navegación, que se desvanecen con cada apagón y hacen que el encierro sea más difícil.
De acuerdo con las denuncias formuladas a través de la mensajería de La Nación, desde el inicio de la cuarentena social, hasta la fecha, se han presentado 41 apagones generales en la entidad, que recrudecen los fines de semana. A esta cuenta debe agregarse la suspensión programada del servicio, que varía de una comunidad a otra y puede oscilar entre 4, 6 y 8 horas continuas, multiplicadas en intervalos de 2 a 3 veces al día.
Epidemia de transformadores
La avería y explosión de transformadores parecen ser una epidemia en la región, pues son muchas las comunidades de la geografía tachirense que han pasado hasta un mes sin electricidad a causa de este problema.
Óscar Vivas, ingeniero eléctrico residenciado en San Cristóbal, explicó que un transformador se daña cuando una línea transmite mucha electricidad para procesarla, pues el calor que genera derrite el circuito y produce el daño.
El profesional de la electricidad aseveró que a causa de la escasez del gas doméstico, muchas familias han optado por el uso de las cocinas eléctricas o cualquier aparato que genere calor para cocinar los alimentos. Esta situación, repetida en la mayoría de los hogares del Táchira, provoca una carga mayor a la que pueden soportar los transformadores y, simplemente, colapsan.
Cuando las comunidades van creciendo y el consumo de electricidad se incrementa, también aumenta el calor, en este caso es preciso cambiarlo por uno de mayor capacidad, pues de lo contrario sufrirá una avería en poco tiempo. Otra de las causas que dañan a algunos transformadores es la falta de mantenimiento, sumada a las fluctuaciones de voltaje.
La prolongación de la Unidad Vecinal padeció más de un mes a causa de un transformador, que se dañó el pasado mes de julio. En esa oportunidad, los vecinos denunciaron que la respuesta de la cuadrilla de Corpoelec fue la de comprar el transformador o esperar mientras llegaba a la empresa eléctrica, pero los costos son muy elevados y en divisas, y los afectados no estaban en capacidad de asumir ese gasto, que ascendía a 2 mil 500 o 3 mil dólares.
La misma experiencia fue vivida por 150 familias de Pirineos, sector El Tamá, quienes debieron pasar, al menos, dos semanas en plena oscuridad, cuando el pasado mes de junio uno de los transformadores se prendió.
La solución rápida y efectiva, por parte de Corpoelec, fue su adquisición por parte de la comunidad, pero el costo estaba por el orden de los tres mil dólares, dinero que no tenían.
Algunos lugares de San Cristóbal donde han sufrido averías los transformadores son: barrio Ruiz Pineda, La Ermita, La Castra, Santa Teresa, entre otros. En el estado también hay poblaciones afectadas como Palo Gordo, Altos de Paramillo, El Llanito-vía Cordero, Colón, entre muchas más.
Esta realidad se repite a lo largo y ancho del territorio tachirense. Algunas localidades han tenido más suerte que otras, porque Corpoelec logra sustituir rápidamente el transformador; pero en muchos casos, la mayoría padece la inclemencia de la oscuridad al no contar con divisas para su compra y como consecuencia deben esperar a que la empresa eléctrica nacional lo sustituya y se solucione el problema.
“Estar sin luz altera la calidad de vida”
Verónica Rodríguez, quien vive en Barrancas, municipio Cárdenas, dice que la suspensión del servicio eléctrico altera la calidad de vida de su hogar porque dificulta la realización de las actividades educativas y hasta la elaboración de la comida, porque tampoco tienen gas doméstico.
“Por lo general, quitan la luz tres veces al día, con variación en la tarde y en la mañana; cada corte puede durar entre 5 y 7 horas”, aseveró la joven y agregó que “así es difícil vivir”.
Verónica expresó que, además de las largas horas sin electricidad, debe mantenerse incomunicada porque la telefonía se cae. “Realmente, es un verdadero suplicio”.
Bleima Márquez