(AFP) | Múltiples, pero pequeñas protestas encienden chispas en Venezuela por la falta de gasolina y la precariedad de servicios básicos. Sin embargo, subrayan analistas, esa creciente conflictividad no ha representado un “riesgo” para el presidente Nicolás Maduro, a dos meses de las cuestionadas elecciones legislativas.
Unas 5.800 protestas han sido contabilizadas este año por el independiente Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, 55 % por fallas de servicios públicos como electricidad, agua o gas para cocinar, y 18 % por la falta de combustible, lo que el director de esa organización, Marco Ponce, considera “una gran respuesta nacional” frente a la demoledora crisis que sufre el país caribeño.
No obstante, pese a llamados a “retomar las calles” en plena pandemia de covid-19, la oposición no ha sido capaz de darles dirección política a las manifestaciones y masificarlas como en 2014, 2017 o 2019, cuando multitudinarias movilizaciones pusieron en jaque a Maduro.
“Al no estar articuladas (las protestas), no son lo suficientemente fuertes para provocar un riesgo relevante para el Gobierno”, comenta a la AFP el director de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León.
Maduro, mientras, avanza hacia las elecciones del 6 de diciembre para renovar el Parlamento, único poder en manos de sus adversarios.
Respaldado por los principales partidos políticos opositores, Juan Guaidó, líder parlamentario reconocido como presidente encargado de Venezuela por medio centenar de países, anunció un boicot contra las votaciones, que denuncia como una “farsa”, cuya legitimidad cuestionan Estados Unidos y la Unión Europea.
“Ola” de descontento
Ponce avizora el “inicio de una ola de protestas” que permea en poblados y caseríos de una Venezuela ahogada por la hiperinflación, la depreciación de su moneda -el bolívar- y casi siete años de recesión.
Cierres de calle, concentraciones y cacerolazos son habituales en amplias regiones, aunque sin tener mayor eco en Caracas.
Desde que se decretó la cuarentena por el nuevo coronavirus en marzo, aún vigente con flexibilizaciones, la crisis social se incrementó, pero las manifestaciones políticas perdieron fuerza.