Lo que religiosamente en muchas casas se hacía a finales de año, como era remozarlas con unos buenos toques de pintura, hoy para muchos resulta imposible por las limitaciones presupuestales. Si bien por algún tiempo esa falta de decoro se disimulaba, ya en la actualidad la dejadez se visibiliza de fea manera en gran parte de las zonas residenciales
Freddy Omar Duran
El gran anuncio de que la Navidad estaba cerca no venía por cuenta de las gaitas, o de quienes desde octubre ya tenían instalado su pesebre y demás decoraciones de la fecha, sino del olor a pintura por doquier, y el ajetreo de albañiles, cuando no integrantes de la misma familia que ponían manos a la obra.
—Siempre reservaba algo para comprar la pintura y, por ahí en octubre, me ponía yo misma a pintar la casa. Me encantaba tenerla bien arregladita para cuando acomodáramos los adornos navideños. Un año que no hicimos nada, porque estábamos todos en la casa muy ocupados haciendo lo de las hallacas, me sentí muy incómoda, como cuando uno no se baña, y me daba mucha pena cuando llegaban las visitas; pero, en realidad, no estaba fea, pues siempre hemos mantenido la limpieza. Fea está ahora, que llevamos un buen tiempo sin darle un cariñito— afirmó Isabel Sandoval, residente de Pie de Cuesta, quien no tiene nada de qué apenarse ahora, pues, en comparación con otros vecinos, su fachada no luce tan deteriorada.
Siempre hacer un gasto en pinturas ha sido un impacto al bolsillo, pero un impacto que se hacía con gusto, que estaba previsto a lo largo del año, o se extraía de los aguinaldos o se cargaba a la tarjeta de crédito. Pero, más que un gasto, para muchos era una inversión, porque no cabe duda que una vivienda en estado de abandono pierde mucho de su valor.
Para Isabel Sandoval, los recortes presupuestales en lo que a pintura se refiere se sucedieron gradualmente, desde el 2014.
—Antes hasta el último cuarto se pintaba -continúa su relato Sandoval-, después tratábamos de que la sala y la fachada no se viera tan feas, a veces utilizando lo que nos quedaba del año pasado, hasta que con un gran esfuerzo nos hacíamos del cuñete para el puro frente. Y ahora ni eso, ya van 4 años sin aplicarle colores a la casa, aunque como usábamos productos de buena calidad, las paredes se pueden lavar. A mí me gustaba combinar colores, pues me fastidiaba usar los mismos todos los años; hoy me conformaría con echarle una sola mano de pintura blanca.
Hasta el más pequeño de los apartamentos tiene su costo de mantenimiento.
Volver a aquel esplendor de las quintas sancristobalenses de hace más de medio siglo sería un imposible, pues a un excesivo valor de la propiedad, se suma un insostenible remozamiento.
Muestras de ello se ven, por ejemplo, a lo largo de la 19 de Abril, la urbanización Mérida, Barrio Obrero o la urbanización Torbes, con muchos de sus paradigmas de la arquitectura moderna tachirense deshabitados y hundidos en la ruindad, que, no obstante, no opaca su grandeza y la solidez de su estructura.
Algo similar se observa en zonas residenciales más populares, donde obreros y profesionales de ingresos bajos y medios hicieron ingentes esfuerzos para adquirir su vivienda, o fueron beneficiados por programas en los que nunca se les negó la propiedad del inmueble.
Hoy ellos o sus herederos los siguen disfrutando, pero bajo el temor de que ese patrimonio familiar no soporte el paso de los años, o se inutilice, de tal manera que se vean obligados al desalojo, pues hoy en día, ni con el esfuerzo de ellos –bajo las condiciones económicas actuales-, ni el de sus descendientes sumados, lo podrían recuperar.
Deterioro más profundo
Alicia Rodríguez, residente del barrio 23 de Enero, no se negó a que los quince años de su nieta fueran celebrados, y como las condiciones del covid-19 no permitieron pensar en salones de fiesta, solo le quedó hacer algo sencillo en el gran patio de su casa.
—Mi casa tiene muchos años, y el piso del patio estaba totalmente cuarteado –afirma Rodríguez-. Había que echar cemento y baldosas, para que luciera mejor; pero a medida que se hicieron los trabajos, salió un problema con aguas negras, que apareció cuando se reventó una parte del suelo. En total, nos salió en un poco más de 500 mil pesos, y eso lo pudimos cubrir gracias a familiares en el exterior, que ofrecieron eso como regalo a mi nieta por sus 15 años.
Fue una lucha con un presupuesto, que Rodríguez ya no quiere volver a repetir, porque remodelar una casa se ha hecho imposible, y máxime si es de grandes dimensiones.
—También los maestros de obra eran gente conocida, y pudimos negociar con ellos. Incluso, no hemos pagado todo, pero ya para diciembre se salda esa deuda, con el favor de Dios. Nos quedó faltando una mano de pintura; pero eso no se pudo, porque lo que nos quedaba de dinero se lo consumió los gastos de la fiesta, y nos esmeramos en la decoración para ocultar esos defectos. También nos ayudó el hecho de que ya contábamos con parte de los materiales, que supuestamente íbamos a usar para unos arreglos. Para nosotros fue mucha la alegría cuando comprobamos que unas cuantas pacas de cemento que teníamos en un cuarto no se habían endurecido.
Porque si bien las fachadas descoloridas, manchadas y descarapeladas causan una mala impresión estética e inciden de alguna manera en el ánimo de los moradores de esas viviendas, cuando a ese triste aspecto contribuyen filtraciones, humedades internas o fisuras, ya los signos son de otro tipo y más preocupantes, y dan cuenta de fallas en la estructura, pudiendo llevar a un inmueble al colapso.
En tal caso, no son unos cuantos cuñetes de pintura los que resienten el bolsillo, aquí ya se considera la plomería, la electricidad y la albañilería, que debe destruir y volver a levantar paredes.
Males que traen consigo amenazas, no solo para la misma vivienda sino para las vecinas, para la barriada entera y sus aledañas, e incluso afectan a la prestación de los servicios públicos en general. Casa donde los botes de agua no son arreglados representa litros y litros de un recurso cada vez más escaso, así como el subsecuente impacto ecológico; el represamiento de las aguas negras solo trae enfermedades, en tiempos en que la salud es un lujo; así como la humedad conlleva afecciones respiratorias, etc.
Asunto de Estado
Hubo una época en que el buen aspecto de las casas se convirtió en un asunto de Estado, y para eso se creó la misión Barrio Adentro Tricolor, que benefició especialmente a zonas muy deprimidas, donde muchos ranchos pasaron a ser una decente casa, un espacio digno para la convivencia familiar. Y para hacer eso posible se entregaba una gran variedad de materiales para la reparación: puertas, baños, láminas para techos, etc. Hoy se necesitaría de una política pública similar, pero no solo para ciertas comunidades, pues es un clamor mudo en casi todas las fachadas de las viviendas en el Táchira, en tanto muy pocas de ellas recibirán los retoques que hacen parte de la alegría visual de la Navidad.