Omaira Labrador M.
Con la muerte del profesor Temístocles Salazar, se puede decir que se marchó un intelectual, un historiador, un político, pero sobre todo un Maestro.
Y segura estoy que esa sería para él, la mejor característica para recordarlo.
Aunque desde hace algunos años, venía con salud menguada, este sábado en la noche, las redes sociales se encargaron de esparcir la noticia: murió “Temo”. El corazón le dijo: hasta aquí.
No hacía falta ponerle el nombre completo ni el apellido, así se conocía, así le decían sus amigos, sus colegas, sus detractores y sus cámaras del Partido Comunista de Venezuela con el cual cerró filas, aún con diferencias. Aunque era un comunista que iba a misa y con esto él mismo bromeaba.
“Temo” deja parte de su historia en la ULA-Táchira. Allí formó en todo el sentido de palabra a cientos de educadores y también comunicadores sociales.
Nunca se separó de la Universidad y creó el Museo Pedagógico, que hoy lleva su nombre, y con el cual honró el trabajo de maestros que estaban en el anonimato y mediante trabajos de investigación, con alumnos, exaltó la labor de cada uno.
Es larga y profunda su investigación sobre la historia del Táchira. Sus conocimientos siempre estaban presentes cuando hablaba con pasión, sobre el estado que lo cobijó siendo el originario del oriente del país. Quizás fue “Temo” el oriental más tachirense de todos.
Como político, incursionó en más de una ocasión por algún cargo de poder popular. Incluso fue candidato a gobernador pero logró la nominación dos veces, para estar en un escaño en la Asamblea Nacional Constituyente a través del “PCV de sus tormentos”, para parafrasear a Cabrujas.
Y si hay otro tema que demostraba su pasión por la lectura y su intelectualidad era la Mitología. En cada conversación siempre nombraba algún Dios Griego y por eso su columna en este medio de comunicación la tituló “Calvero y sus Sueños”.
Sus artículos eran tan sencillos, como bien escritos y cortos. Muy bien hilados y con gran dosis de historia. En los últimos años escribía, muchos obituarios por amigos conocidos, por lo general gente sencilla, el último sobre el “panadero de la Orquídea que se murió”, dijo, pero la tecnología le impidió enviarlo.
Nunca le decía no, a alguna propuesta para escribir sobre un tema histórico. Siempre llegaba con puntualidad con el manuscrito en cartulinas. Tan pulcros en su escritura como en la profundidad.
Hoy, cuando “Calvero y sus Sueños” partió a seguir sus sueños, son muchos los que resaltan el aporte intelectual y profesional que le dio “Temo” al Táchira.
Se marchó “Calvero” pero sus sueños continuarán.