Alfredo Monsalve López
Recuerdo los momentos en que se iniciaba la campaña electoral para elegir al presidente de la primera potencia mundial (06/2015), que por cierto, al parecer está dejando de ser fuerte. Los candidatos de entonces eranelrepublicanoDonald Trump, y la demócrata Hillary Clinton de esa nación occidental. Qué no se dijo del “catire” cuando cruzó la raya amarilla al despotricar de cualquiera que se cruzara en su camino hacia la Casa Blanca. Donald estaba acostumbrado a los triunfos. El hombre de pelo rubio fue “bombardeado” por todos los flancos. Pero allí estaba él, con su reluciente corbata roja ante el mundo. Considerado como uno de los candidatos presidenciales con ninguna opción de hacerse de la poltrona en la historia reciente de ese país.
Para muchos, un hueso duro de roer por su charlatanería. Las encuestas nunca le favorecieron. Pero se movía como pez en una vasija. Los medios de comunicación de masas en el mundo, lo presentaban como neófito, sin conocimiento alguno en la política. En su haber estaban los grandes negocios empresariales. Salió de las oficinas buscando calle. Pateó los 50 estados del país más codiciado para muchos, y odiado por diversos sectores en el mundo. Una potencia pues. Ser presidente de los Estados Unidos no es comopelar mandarinas. Trump buscaba, a como diera lugar, ese privilegio. Su estrategia confundió a propios y extraños. Osó montarse en el hombro las críticas que le hacían centenares de medios a cerca de su comportamiento contra mujeres. Incluso, hubo querellas judiciales en su contra. Pero, nada pasó. Siguió adelante su campaña hacia la “White House”, ambicionada por mentes de todos los pensamientos. Sus afirmaciones tenían eco en el planeta Tierra. Hasta de falta de cordura lo tildaron.
Como todos los candidatos, ofreció villas y castillos. Erradicar la pobreza y el desempleo que en aquella nación aún existe. Prometió cerrar, mediante un muro (a lo Berlín), la frontera con su vecino México. Muchos agoreros y clarividentes acotaban que “ese no llega a presidente, y si llega habría un magnicidio”. Las apuestas no le favorecían. Sin embargo, como sabemos, ganó la presidencia en 2016. Una vez electo, su verborrea no paró. Se tornó más peligroso contra naciones, como por ejemplo, China, Rusia, Irán, entre otras. El mundo conoce la dedicación demoledora que tuvo contra Venezuela para sacar de circulación el llamado “socialismo del siglo XXI”. No pudo. Fueron cuatro años de intensa campaña contra países considerados por su gestión como comunistas, corruptos, narcotraficantes y violadores de derechos humanos. Nada hizo. Todo lo contrario. Las críticas arreciaron. Hoy, a finales del año 2020, pierde la segunda oportunidad presidencial para montarse en el potro cuatro años más. Los expertos señalan que eso estaba cantado por su conducta de hombre ampuloso, desmedido. No dejaba de vociferar en contra de todo el mundo. Incluyendo a algunos de su entorno.
Además, la verborrea eruptivaque le acompañó durante su mandato y que culminó con la peste (Covid-19) que nos azotadesde diciembre de 2019, terminaron con su visión a la segunda presidencia. Podría haber dicho mi abuela Candelaria González: “hombre testarudo éste”. Pero, para muchos habitantes de naciones en el mundo, la incertidumbre sobre lo que les espera a los países que confiaban en el señor Trump, aún no termina. Crece con mayor fuerza. Porque se desconoce la actitud, el comportamiento del demócrata ganador Joseph Biden.En nuestra Patria Venezuela, para muchos, las expectativas de tener un país como en otrora, son de un futuro sin “luz al final del túnel”.Sin embargo, para otro tanto, el señor Bidenreconoce aMaduro como “un dictador, simple y llanamente. Está causando un increíble sufrimiento al pueblo venezolano” (Fuente: www.semana.com). En otras palabras, comentan que estas declaraciones son esperanzadoras para el pueblo venezolano, puesto que el nuevo gobierno norteamericano “ayudará” en la salida del socialismo del siglo XXI. ¿O será otro bocaza impredecible? Se abre el debate pues.
@monsalvel