La casa donde Vinicio Prato Salamanca ha pasado su infancia y madurez, desde hace 66 años, ya no existe, y todo por la acción devastadora de la quebrada La Zorquera, ubicada en pleno punto de encuentro entre Zorca-San Isidro y Pie de Cuesta.
Esto no solo ha representado una pérdida material para su propietario, sino para la cultura regional, pues de alguna manera hacía parte del patrimonio arquitectónico tachirense, como muchas en la región que aún conservan su estilo campesino, y el bahareque en su estructura.
Pudo escapar por un apartamento anexo, montaña arriba, por una escalera, en la cual un cerdo lo acompañó en su carrera por salvar la vida. También quedó incomunicado por un buen tiempo, y a su casa solo se accedía a través de un tronco, desde un lado u otro del barranco.
El relleno con piedras y tierra de barranco ha aliviado en parte sus preocupaciones, el cual todavía no se ha acabado de echar completamente para sellar el bache, pues es necesario reparar una tubería de gran diámetro, por donde pasan las aguas servidas, hoy al aire libre, mientras liberan su negra vertiente.
Entre sus pertenencias, las que más lamenta son sus herramientas metalúrgicas, con las cuales se ganaba la vida.
—Cuando escuché la bulla de la quebrada -aseveró Prato-, traté de salir por la puerta principal, pero estaba el agua alta; traté de salvar las herramientas, pero ya era muy tarde, y luego me fui a donde una hermana mía, más arriba. Lo que era la casa vieja se perdió completamente. Su salita grande y tres habitaciones se desbarrancaron. Alcancé a rescatar una lámina.
Ese arte le permitió recorrer todo el país en una troupe de obreros, ratificando la fama del tachirense de denodado trabajador, asumiendo obras de gran envergadura como el metro de Caracas, la represa Uribante-Caparo, operador de la máquina que ha ayudado a reestablecer el paso hacia Puente Azul y Zorca-Pie de Cuesta, que casualmente fue su compañero en esas aventuras de ingeniería civil de gran envergadura.
—Hemos recibido ayudas en muchas cosas, y también me han prometido muchas cosas, porque necesito que arreglen ese pedazo a ver cómo vuelvo a activar mi taller de metalúrgica. ¿Cómo dejo el frente así, al descubierto? Antes se intentó un “plante” con codornices, pero no funcionó. Lo mío ha sido la soldadura pesada y reparar máquinas como esta -señalando el Jumbo-.
Ya a salvo en casa de su hermana, lo único que le tocó fue ver el “espectáculo” de destrucción…
—Era una piscina que daba de acá hasta la otra orilla -50 metros aproximadamente-, luego vino la corriente fuerte que derrumbó la casa. Menos mal que se represó parte del agua acá, porque si hubiese pasado derecho habría sido peor. Ese lago se formó en 5 minutos y allí daban vueltas las vacas, carros y troncos de árboles. Esto fue terrible; mucha gente amiga de uno ha dado ánimo y, bueno, uno no se puede echar a morir.
Freddy Omar Durán