Opinión

La Universidad Popular de los Obreros de La Grita

25 de noviembre de 2020

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Néstor Melani-Orozco *


Hace tantos años, como si las voces hubiesen quedado ocultas detrás de los escritorios de los docentes. Y los grandes pizarrones borrado las presencias hermosas de la cultura.

Nuestra raíz.

Nuestros antepasados.  Entre lo real y humano. En la memoria y la esperanza con estas voces de los ejemplos.

Recordábamos en aquella calle «Miranda» lo que después con los tantos calendarios convirtieron los de ni para saber las presencias en la llamada: “Escuela Nocturna». Allí, en ese lugar del mismo Colegio Seminario del Sagrado Corazón de Jesús de nuestra purificante ciudad de La Grita, la del Espíritu Santo.  Comarca ancestral de los Humogrías.

¡Y desde esto!

La beatitud y los sueños por enseñar.  En 1950, el insigne maestro D. Fidel Orozco creó una escuela que realizaba sus tareas de 7 a  9 y media de la noche, y allí iban los obreros, las  amas de casa. El panadero, el carpintero,  el albañil, el joven  y hasta el agricultor, a aprender cultura.  Así lo decía el lema: «Para Aprender Cultura», y cuántos en esas horas entendieron los secretos matemáticos de  Aurelio Baldor? O se fueron en la historia venezolana por los destinos republicanos.

 Conociendo al Quijote de Cervantes, entre la importancia de leer entre todos páginas de José Ingenieros, el médico y sociólogo autor del «Hombre Mediocre».

 Saber del libro. Adorar los libros. Leyeron a «Lucía», la novela de Emilio Constantino Guerrero, y vieron las primeras palabras latinas, inglesas del anglosajón, y hablaron de la música, descubrieron que hablamos un mal latín, porque el castellano era hijo de la latinidad.

 Cantaron los himnos y en la importancia de la Biología en la esencia del cuerpo como una máquina.  Aprendieron sobre Darwin, al saber que veníamos del mono. Y desde allí se descubrió la mentira de Cristóbal Colón, porque antes ya los fenicios, vikingos y los chinos habían venido, huellas en Nazca, el Perú y Centroamérica.  Y en milenios los egipcios habían estado en el sur, lo de hoy Bolivia…

Conocieron muchos la realidad de Bolívar.

 Y de Dios un infinito más inmenso que la geometría del universo.

Así las explicaciones se hicieron sentir. Convirtiendo aquello en una especie de universidad popular.  Entre la lección de violín y la gramática, la palabra y el significado armonioso de un hermoso dibujo.

Un día los amos del pueblo, los “señores» y los clérigos, arremetieron contra el dichoso maestro, porque estaba trayendo el «comunismo».

 Lo afirmaban sin saber, hasta en los púlpitos.  Se acusó al profesor de ideales y metas.  Sin entender su inmensa teosofía y más de la verdadera presencia de la humanidad. Más sus clases de los sábados de medicina natural…

Al mentor le tocó marcharse de su ciudad. Se fue con los llantos y asentándose en la bella Pamplona encontró la dirección de uno de sus mejores colegios.

 Después en Bucaramanga. Medellín, Cartagena y hasta Bogotá. Nombrándole insigne en las voces de Colombia.

Pero La Grita, Ciudad del Espíritu Santo, descargó su ideario pedagógico.  Borró las lecciones y olvidó lo hermoso de la viva esencia de un mundo verdadero.

Una noche de encuentro, treinta y dos años después, el ilustre historiador venezolano Dr. Mario Briceño Perozo, primer director de nuestro sagrado Liceo Militar Jáuregui, recalcó la importancia de aquel maestro creador. Valor moral de la ciudad en un tiempo.  Y lo comparó de ser un testimonio cien años después de un don Simón Rodríguez.

 Entre las rosas de amor y la eternidad de un Cristo Viejo consagrado a la primera escuela de Arte de Venezuela.

Hablaron los silencios, lloraron hasta los árboles y las azules montañas.

Con los años, este maestro perteneció como secretario, cuando Luis Beltrán Prieto Figueroa fundó el «Magisterio Venezolano»

Entre los gritos de la patria y los dolores del pueblo.

Tiempos después vimos al maestro muy anciano, volvió a la ciudad que poseía el sobrenombre de «Atenas del Táchira».

 Volvió para descansar de los viajes y de las escuelas. Pero siempre en su amor invitó a los educadores para hablar de ilustración.  Volvió con las aves y demostró su legado desde el  alumno de Monseñor Jáuregui, hasta de haber fundado también, en el Colegio Santa Rosa de Lima, la escuela de normalistas y su cátedra de la Universidad Popular.

Qué hermoso será que nuestros profesores de hoy les enseñen a sus alumnos sobre la cultura y el ideario de lo humano. (?)

¿La verdad?

 Entre un verso. Un temple de amor y un camino verdadero (?)

Entonces desde cada corazón abrirían la connotación de las verdades y el origen de saber de dónde veníamos.

En la flor y en la semilla para un pueblo nuevo. El mismo que dejó morir el Seminario Francés, destruyó sus patrimonios y olvidó sus maestros.

Y hoy nuestros docentes con la dignidad de ser educadores y el saber sentir en la enseñanza en  un verdadero camino…

Mientras de amor en cada amanecer griteño, el viejo, el maestro continuará viviendo en las aulas. La escuela y la universidad con su aura de amor desde su eternidad…

Para que no doblen las campanas.

* Narrador. Cronista de La Grita.

Artista Plástico. 

Premio Internacional de Dibujo «Joan Miró»-1987. Barcelona, España.

Maestro Honorario.

Doctor en Arte.

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