La pandemia mundial y la obligatoria cuarentena, que ya lleva más de nueve meses, acabaron con el tradicional espectáculo del Amanecer Gaitero, que se celebraba en el Táchira y en las principales capitales de Venezuela, como un homenaje musical del ritmo zuliano que abría las puertas navideñas y permitía disfrutar de la música vernácula de la zona marabina, con extraordinarias melodías y, sobre todo, con significativas voces que fueron el deleite de millares de seguidores.

Uno de los estados donde se enraizó en las últimas décadas esta costumbre, que incluso relegó a un segundo plano a las parrandas y villancicos, fue precisamente el Táchira, en donde los espectáculos denominados Amanecer Gaitero, difundidos por las diferentes emisoras de la región, sirvieron de impulso a la presentación de las grandes agrupaciones zulianas, que ofrecían sus bailes en locales como el Círculo Militar, Centro Latino, Club Demócrata y, últimamente, en el centro comercial Sambil.

Este desfile de estrellas permitió la formación de conjuntos del patio, destacándose los Gaiteros Viejos del Saladillo, que se hicieron famosos con su tema Piso 10, de los niños asistidos en el Hospital Central.

Gran Coquivacoa, Maracaibo 15, Pillopo, Rincón Morales, y figuras como Neguito Borjas, Betulio Medina, entre otros, alentaron a los conjuntos de casa, como Guana Gaita, Regionales de la Gaita, Gaiteros Viejos de Siempre, entre muchos más que se preparaban durante el año para difundir sus mejores temas, dejarse sentir a través de los programas radiales y presentar sus shows, que tuvieron siempre una asistencia récord en los sitios de sus aplaudidas presentaciones.

Pero, por desgracia, la presencia del coronavirus truncó toda la programación esperada para finales de este año, y esa música pegajosa quedó para los reducidos espacios de algunas emisoras que se resisten a olvidar estas páginas, que incluso en una oportunidad tuvieron su giro de canción protesta, por lo que eran esperadas por sus seguidores cada diciembre, en donde la sátira, la crítica y la ironía siempre castigaban al sistema y a sus más destacados dirigentes.

Víctor Matos