Ricardo Ramírez
(texto y foto)
No tuvimos el tiempo para despedirnos, Miguel Arturo se fue, pasó a ese plano que es motivo de conversaciones y recuerdos. Allí donde el tiempo no existe, se convirtió en etéreo. Transcendió en ese tiempo que muchos lo conocimos y disfrutamos. El tiempo en su amada UNET.
Hablar de Miguel Arturo es harto complicado, dueño de una felicidad absoluta, aunque frágil, sabía ocultar su tormento. Siempre atento a escuchar aunque era dueño de la palabra cara, culta, educado y siempre generoso.
En la Oficina de Prensa siempre fue ese motor que movió los hilos. Desde la dirección hasta ser el más humilde de los soldados. Estuvo allí cuando necesitaron de su opinión, consideración y las ganas de trabajar.
La radio, su pasión que compartía con la estadística y su familia. De él, las gratas tertulias entre los escritorios y el café en tardes calurosas o frías según los caprichos de Paramillo. Conocía al dedillo las historias que se fraguaron en los recovecos de la universidad.
De él, la tenacidad de hacer del micrófono la extensión de su voz, rígido en el protocolo el cual ejercía con la majestad de la ocasión. Diplomático al ser requerido y mediador de infortunios. Las quimeras caballerescas de sus viajes, que como dijo un día, “será lo único que me lleve a la tumba, porque para el último, sólo un pantalón y una camisa”.
Miguel Arturo y su acostumbrado recorrido por la radio todos los viernes para llevar en letra lo sucedido, “El acontecer universitario”. Allí era recibido por conocidos y compinches de su quehacer radial, era maestro, pero también discípulo, siempre atento por aprender aquello que desconocía.
Continuamente pendiente de su salud, era vidriosa y aun así, tomaba las previsiones para ir al campus universitario donde era libre, en aquel lugar que hacía de sus anchas al enseñar, en transferir conocimiento, fue estimado por sus alumnos, se sentía el padre de todos los que desde la siete de la mañana se sentaban a escuchar su clase.
Para sus compañeros fue, amigo y confidente, brazo y paso, apoyo y ayuda, fue ese hombre bonachón que hacía de su broma, risa y cumplido. La familia unetense, todos en general le guardan ese aprecio real, con la sinceridad del dolor profundo que ocasiona su partida.
Son muchos los trastes que hay que mover para contar su paso por aquí. Seguro estoy que estará presente en muchas oraciones, pero le extrañaremos por su jocosidad, su don de gente, y su voz despidiendo el año en la radio.