Regional

“Ojalá tuviéramos un centro piloto para respuesta inmediata a emergencias”

16 de diciembre de 2020

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A un mes del desastre natural ocurrido en Zorca-Providencia, Zorca-San Isidro y Zorca-San Joaquín, la normalidad ha vuelto en cierta medida, incluso el ánimo se recobró en esas comunidades para recibir el espíritu alegre de la Navidad.

Pareciera, a la vista de un observador desprevenido, no haber ocurrido nada; pero todos allí saben que no es así, que sencillamente los zorqueros, cada quien a su manera, buscaron la manera de sobrellevar las dificultades, de no rendirse, levantarse y darle dignidad a su entorno vital, un trabajo de por sí arduo.

Padre Arcila, uno de los sacerdotes responsables de la parroquia de Zorca-San Isidro. (Foto/ Freddy Omar Durán)

Por supuesto, también contribuyó a elevar la moral general la generosidad desbordada del tachirense, tanto desde las instancias públicas como privadas, que no se hizo esperar a escasas horas de haber ocurrido la tragedia.

El polvo que aún se levanta del camino, las montañas de tierra cerca del puente de la vía principal de Zorca-San Isidro y la vialidad destruida a la entrada de Pie de Cuesta y por Buenos Aires, representan algunos de los signos más visibles de la furia de la vaguada.

Pero hay otros signos externos en las fachadas de las casas más afectadas por la crecida, donde aún se ve la marca de la altura alcanzada por las aguas, y de su violencia en las abolladuras de puertas y portones, así como las grietas y derrumbes en sus paredes. Más preocupantes son los signos de la intimidad de viviendas desmanteladas, muchas de las cuales quedaron sin una silla donde sentarse o una cama donde recostarse, una nevera donde guardar los alimentos, o una cocina donde prepararlos: enseres difícilmente recuperables, pues sus moradores apenas si cuentan con lo suficiente para comer.

Peor suerte fue la de quienes se quedaron sin techo y ahora viven en calidad de refugiados en la escuela de Pie de Cuesta, o en casa de familiares y conocidos, ya sea porque la edificación donde residían se vino abajo completamente o permanece con fallas estructurales que la hacen inhabitable. También están los que volvieron para refugiarse bajo lo único que quedó en pie.

Lecciones para aprender

Por encima del balance de infortunios, del que queda tela por cortar, está el caudal de aprendizaje para los tachirenses, que situaciones como estas nos pueden aportar en el supuesto negado de su repetición en otro punto de la geografía regional. Sobre el particular conversamos con representantes de las comunidades afectadas, quienes, además de resaltar lo positivo, subrayaron cosas susceptibles de ser corregidas.

Lo que primero que sale a relucir es la gran generosidad del tachirense, aun cuando la cuarentena y la situación económica del país parecieran constreñir cualquier buena voluntad. Tal sentimiento de solidaridad con el más menesteroso se ha puesto de manifiesto en los últimos meses, al paso de los caminantes, que muchas veces sin tener qué comer o beber, toman rumbo a Colombia, cuando su propio país no les ofrece medios de subsistencia, movido su desprendimiento precisamente en la identificación con las razones de quienes prefirieron huir. En los diversos testimonios, los caminantes han declarado al Táchira como el lugar donde mejor los han tratado, luego de haber recorrido, en muchos casos de punta a punta, Venezuela, y experimentado incluso la vejación de parte de personas que se dicen representan la seguridad nacional.

Como nos dice el padre Rafael Arcila, párroco de la iglesia de Zorca-San Isidro, lo inédito y sorpresivo, y lo extenso de su radio de afectación, hacían lógico que la ayuda humanitaria corriera el riesgo de dispersarse o se demorase. Tanto la sede parroquial, como el Club Juvenil, bajo su administración, se convirtieron en el centro de operaciones de los grupos de rescatistas y de recepción de las principales donaciones.

—En situaciones como esta, lo complicado -afirmó el párroco– resulta canalizar la ayuda humanitaria. Sé que vinieron muchas ONG, entes gubernamentales y particulares; a veces nos dedicábamos a trabajar en una parte específica y olvidamos otros lugares. Creo que nos faltó coordinación y, cuando digo nos, me incluyo. Un consejo, en caso de que, Dios no quiera, sucediera una cosa parecida, es encontrar un punto donde todos podamos trabajar por el bien común, pero de una manera ordenada. Ojalá pudiéramos crear un centro piloto, un lugar de respuesta inmediata a estas emergencias.

De hecho, la naturaleza misma se encargaría de dificultarles la labor a quienes tenían la intención, de buena fe, de brindar su apoyo y no podían ir más allá. Igualmente, la tragedia tuvo su “zona crítica”, a la cual incluso se le prestó mayor atención oficial y mediática, descuidándose lo sucedido en la periferia, tan o incluso más grave.

— Nosotros repartimos muchísima ropa, muchísima comida, enseres personales, incluso en oportunidades dejamos que se llevaran la cantidad de vestuario que fuera. Ayudamos a gente que no estaba damnificada tampoco. Hubo una señora que me dijo: “padre, yo no estoy damnificada, pero estoy necesitada, y dije perfecto, lleve –expresó-.

Para el padre Arcila, resultó fundamental la ayuda de otros párrocos, en tanto su propia comunidad, al ser parte afectada en la tragedia, estaba algo limitada. También conoció de muchas instituciones prestas a colaborar, como el Rotary Club, Cruz Roja, Barrio Adentro, Protección Civil, el Cuerpo de Bomberos. Su preocupación es que, luego de pasado el revuelo, Zorca caiga en el olvido.

—Hacemos el llamado al Gobierno para que no nos vaya a olvidar, pues si ciertamente hay una máquina trabajando aún en el dragado, y todavía hay mucha vialidad afectada y hasta los momentos, por ejemplo, no podemos salir a Peribeca. Hay mucha infraestructura de vivienda con graves daños. Duro es escuchar gente que te dice que en este momento va  a ser muy duro levantarse por esta situación que vive el país. Alguien me dijo: “padre, yo anteriormente trabajaba en la línea y con la aprobación de los socios te hacían préstamos y te levantabas”….y el señor, llorando, concluía: “ahora no voy a poder hacer eso, no voy a conseguir quien me facilite el dinero”.

Freddy Omar Durán

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