Néstor Melani Orozco
Me lo contaron los abuelos. Los nonos que mezclaron el mosto en las canciones de amor. Llevaron el alba en cada azul de los amaneceres.
Hablaron, vivieron y lloraron.
Era la Navidad en la provincia italiana de Asís. El invierno cubría las casas de piedra, mientras los cantares se convertían en aquel amor espiritual por la fe hacia José, descendiente de David, y a María, purísima mujer que escogió el Ángel del señor, mientras los humildes preparaban sus panes y los vinos toscanos.
Francisco de Asís, casi descalzo, muy pobre, entre lágrimas, llevó ropas para los niños y esa noche de amor del veinticuatro de diciembre invitó a los aldeanos para conformar un pesebre, con la gracia campesina, escogiendo a una joven mujer con su niño y a su padre, como representación del pesebre. María y José recibiendo al Niño hijo de Dios, mientras los pastores fueron con sus rebaños de ovejas y ganados.
El pintor y arquitecto Giovanni di Ghioto llevó su borrico con frutas y los abrigos para proteger a los menesterosos de aquel invierno de la nieve.
Luces de hogueras y pan hecho del trigo, con agua y sal.
Los aldeanos con luces cantaron:
…”GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD”…
En un sonar de la campana y la pureza de la torre del aquel clasicismo puro y consagrado.
Era el año 1223. Se hacía el primer pesebre en el mundo. San Francisco de Asís ceremonió con palabras hermosas en latín e invocó la eternidad del nacimiento de Jesús.
¡Dios en la tierra!
Tres hortelanos representaron a los reyes viajeros buscadores de la estrella de Yavet.
Mientras las constelaciones, esa noche en el cielo dibujaron la grandeza del infinito. Omnipotente.
Los siglos han consagrado de amor esta memoria bendita.
Por esto, esta noche de confraternidad entendemos cómo, en nuestros pueblos tachirenses, son pesebres benditos por la fe y la dignidad y somos esta esencia de amor.
Desde la noche de Capacho hermoso de los alfareros….
De los caminos peregrinos de la frontera, donde existe la permanencia de los siglos, y San Antonio lleva en su río las lágrimas que aún están curtidas de tantos anhelos…
Mientras en el mercado de Táriba, “la perla del Torbes”, se hace pan con el almíbar de las higueras y la pureza de la poesía de Vicente Elías Moncada.
Hay Luna en Pregonero.
Amanecer de Queniquea.
Encantos de El Cobre.
Canciones de Michelena, porque San Juan de Colon abrirá la casa donde habitó José Gregorio Hernández.
Y La Fría del Corazón de Jesús espera aún el volver de la sonata del viejo ferrocarril.
Y entre Dios y san Pedro, Medarda Piñero de Seboruco lleva en sus brazos el niño bendito que trajeron los Guerrero de Librillos con las escuderías de España vieja.
Y San Cristóbal en una estrella desde las lomas del viento, describirá la canción de Manuel Osorio Velazco. Pintando sus acuarelas… y llorando sus recuerdos en el balcón de los sueños.
Cuando aún en nuestra ciudad de La Grita vemos el nacimiento en la casa de Miguel Ángel Guerrero, entre un pesebre con albricias, y desde las memorias el mismo de los peseros y hasta el portal de Nazaret en las iglesias del pueblo, mientras lejana una estrella anuncia un camino de esta esperanza que ahora anhelamos todos los venezolanos.
En la paz a nuestra tierra y valores. Y conciencia por los pueblos de nuestros hermanos.
En la herencia de Asís con aromas de siglos.
En las voces eternas. Las cartas de amor. Y siempre la eternidad de una estrella en el cielo…
Porque sentiremos en la fe de hermanos, por los humildes. Por los que invocan a Dios.
Los que están en los hospitales, en los ranchos de las ciudades, en los albergues, en las casas del campo, en las eternas esperas.
Los que sufren por esta pandemia que estremece al mundo.
Y es como una profecía descrita en los sentimientos del hombre, y relatos de nuestros abuelos, convertidos en realidades. Por los intereses económicos, de las presencias de la fuerza avasallando la pureza de la humanidad….
Y de amor veremos en estas noches del final de diciembre del 2020, la connotación de Júpiter y Saturno para definir el sagrado misterio de la estrella de Belén.
Quien en 800 años no venía a la presencia del mundo.
En el retablo de san Francisco de Asís. Y en cada corazón que dignifique la vida…
Y nosotros, tachirenses, siempre tendremos de ilusión un pesebre en el alma. Desde San Pedro del Río de las Casas, Lobatera, Coloncito, Hernández, Las Mesas, San José de Bolívar, Santa Ana, San Simón de Helicerio. Hasta La Tendida de palmeras y luces eternas…
Porque de amor volverá la verdad…
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(*) Narrador.
Cronista de La Grita.
Artista Plástico.
Premio Internacional de Dibujo “Joan Miró”1987. Barcelona. España.
Maestro Honorario.
Doctor en Arte.