Después de sufrir depresión durante más de 15 años, Lena Ulrich, una treintañera alemana, pensaba haber encontrado cierto equilibrio, hasta que llegó la pandemia de coronavirus con su rosario de restricciones en la vida social.
“Había estructurado y organizado mi vida de tal forma que funcionaba bastante bien para mí (…) todo se derrumbó relativamente rápido … y acabé con un episodio depresivo bastante fuerte y largo”, explica esta habitante de Colonia de 37 años.
Es una de las muchas personas cuyos trastornos psiquiátricos empeoraron con la crisis sanitaria derivada de la epidemia del nuevo coronavirus.
En Alemania -como en otros lugares- su seguimiento médico se vio muy afectado por el cierre de muchas estructuras de apoyo debido a las medidas anticovid, primero en marzo y de nuevo desde diciembre con la segunda ola epidémica en el país.
Aunque varios establecimientos han propuesto servicios en línea o a través de aplicaciones para teléfonos, los resultados no son demasiado concluyentes en este sector donde los intercambios directos siguen siendo primordiales.
Demasiado aislamiento…
Según la fundación alemana de ayuda a las víctimas de la depresión (DDH), las personas que padecen esta enfermedad han vivido las restricciones de la primavera (boreal) con más del doble de estrés que la media de la población.
Más de la mitad de ellas también sufrieron restricciones en el acceso a los tratamientos, añade.
Las clínicas psiquiátricas ambulatorias, los centros de asesoramiento y los servicios de prevención del suicidio han recibido más peticiones de ayuda este año, incluso a distancia, según Dietrich Munz, director de la cámara alemana de psicoterapeutas.
“Ahora hay toda una serie de estudios que demuestran que el estrés mental causado por las medidas restrictivas también puede conducir a una enfermedad mental”, explica a la AFP.
Georg Kepkowski, de 58 años, recuerda lo mal que lo pasó: es como si “los cimientos que me ayudaban a permanecer estable se hubieran venido abajo”.
“El contacto social con mis amigos y familia era muy limitado. Me sentía aislado y por eso caí en depresión”, explica.
Nada sorprendente, según Munz, quien asegura que el aislamiento social puede deteriorar la salud psicológica: “Las personas son seres sociales. Esto significa que buscamos y necesitamos intercambios interpersonales, ya sea pequeñas conversaciones en el trabajo o confidencias con amigos”.
El gobierno alemán ha prolongado el confinamiento parcial del país hasta finales de enero y pide a la población que solo salga de casa en caso de extrema necesidad y que este invierno renuncie a las excursiones de fin de semana a la montaña.
… o promiscuidad
Y al contrario. Permanecer encerrado durante días en el mismo espacio con las mismas personas, debido al teletrabajo y a la restricción de las salidas, también puede aumentar la ansiedad.
“Demasiada cercanía también puede provocar estrés psicológico”, explica Munz, quien precisa que “reducir el intercambio exclusivamente a la familia es difícil si hay muy pocas ocasiones de aislarse”.
Alemania fue alabada por la gestión de la primera ola del virus, pero se ha visto muy afectada por la segunda, con un número de nuevos casos diarios cinco veces superior al de la primavera y una cifra récord de fallecimientos diarios, que varias veces ha superado las 1.000 personas.
En una encuesta reciente de la compañía de seguros de salud Pronova BKK, el 75% de los 154 psiquiatras y psicoterapeutas interrogados creen que los casos de enfermedades mentales aumentarán durante los próximos 12 meses.
AFP