Así se empecinan en denominarlos remilgados adictos al anglicismo, aunque su correcta definición en español, según el Diccionario de la Real Academia, es el hostigamiento o maltrato escolar a compañeros discapacitados o con defectos corporales, dentro o fuera de las aulas. Se ha generalizado alarmantemente a lo largo del tiempo y ha sido causa, además, de suicidios y asesinatos en la execrable persecución sicológica, verbal o física de  de niños y jóvenes estudiantes. También a través de las redes cibernéticas. Hoy vuelven a tener dramática vigencia ante el alerta desesperado a su madre del pequeño  Keaton Jones, de apenas 11 años, alumno de una escuela en Maynardville, al sur de Tenneessee, Estados Unidos, en  información transmitida desde Washington por la Agencia France Presse; en dramático video, el menor le suplicaba a su progenitora que fuera a buscarlo urgentemente al colegio, porque “tengo mucho miedo de almorzar otra vez con ellos. Se ríen de mi nariz y me amenazan. Dicen que soy  muy feo, qué por eso no tengo amigos. Me tiran leche a la cara y me lanzan trozos de pan, ponen jamón dentro de mi ropa. Ven pronto, mamá…”, contó Keaton entre sollozos. El video fue visto 22 millones de veces a principios de la semana pasada y lo compartieron 440 mil ocasiones usuarios indignados y conocidas estrellas de Hollywood, incluso uno de los hijos del presidente Trump. La tragedia se repite a diario en millares de planteles educativos de numerosos países, pero en gran mayoría las agresiones no son denunciadas a la policía por temor a mayores represalias individuales o familiares. Los ataques “bullyings” recrudecen en todo el mundo con su abominable secuela criminal. (Germán Carías Sisco) / [email protected]