Pedro A. Parra
Cuando vemos lo que está pasando en el mundo hoy, y sobre todo en los Estados Unidos, nos da mucha tristeza y, hasta ganas de llorar, y, de inmediato en nuestras mentes aparecen una serie de preguntas que nos ponen nerviosos y nos hacen sufrir: “La democracia en el mundo, ¿está en peligro? ¿Está sufriendo la democracia? ¿Estamos asesinando a la democracia? ¿De verdad que el declive democrático de hoy comienza en las urnas electorales? ¿Se ha vuelto un simple barniz la democracia y la están destripando por dentro? La conclusión no es difícil de describir: “Las democracias mueren a través de las elecciones, cuando los gobiernos atacan a los árbitros, compran a los actores neutrales y alteran las reglas electorales”.
La democracia, en lo formal, es un método para la convivencia bajo los principios políticos decantados por la cultura universal. Dentro de ese cuadro se define el fondo de la presencia popular para asegurar el verdadero y ascendente rumbo de la precedencia de las mayorías, no solamente en función cuantitativa, sino, lo que importa mucho más, como afirmación de los valores fundamentales del bien común, de la justicia social y de la seguridad jurídica. Siendo esto lo principal, a ello debiera darse todo el amor y toda la capacidad combativa del esfuerzo en todo el mundo para favorecer a la humanidad.
Por eso pienso y creo que la gran tarea que tienen los dirigentes en el mundo es la de imprimirle a sus naciones un ritmo claro y esperanzado hacia el futuro, apartando los ojos del país de la crónica amarilla y del morboso refocilamiento en el fondo negro de nuestras desgraciadas etapas de mengua nacional. Lo que importa es concebir y realizar una política amplia y generosa cuya avanzada sea una administración pulcra y eficaz. Cuando la política no se vierte con pasión histórica hacia el futuro se disuelve en politiquería intrascendente, que permite la eclosión de los pálidos héroes de las enconadas contiendas menudas, pero que mata el aliento substancial que redime a los pueblos para conducirlos a la verdadera grandeza.
¡Señor presidente Donald Trump!: Estoy muy agradecido por todos los esfuerzos que hizo por ayudar a mi país a salir de esta crisis económica, política, social, cultural y moral; no lo hemos logrado, pero, el esfuerzo está allí; asimismo, deseo que continúe su lucha, pero, haciéndole el menor daño a la democracia, ya que es esto lo que quieren y desean sus adversarios, y ella está hoy muy amenazada, muy menguada, muy triste, muy cuestionada y muy avergonzada. Demasiados antecedentes nos hacen pensar que la democracia podría estar muriéndose, y es que la historia entrega antecedentes que hacen suponer que es posible que la democracia, es decir, la posibilidad de que los ciudadanos escojan a sus gobernantes y que se garantice un Estado de Derecho, podría estar en peligro. ¡Así pueden también caer los imperios!
Sabemos que los perversos y satánicos en el mundo se confabularon para hacer trampas y componendas, comprar conciencias y quitarle unas elecciones que, sin lugar a dudas, usted ganó en buena lid. Vienen días oscuros para los Estados Unidos y el mundo; y, eso es lo que buscan sus adversarios y los adversarios de la democracia en todo el universo. No podemos incitar al pueblo norteamericano a que tome las calles; es supremamente peligroso, en un país en donde todos los ciudadanos están armados y con armas de gran calibre. Desatar una guerra civil en el país más poderoso del mundo, es, ¡Señor Presidente Trump!, además de caer en la trampa que les pusieron, ocasionar un derramamiento de sangre impropio e indigno de la dirigencia de ese gran país.
A nivel mundial, la democracia enfrenta una recesión cada vez más profunda que Rusia y China y otros países están explotando y acelerando para obtener una ventaja geopolítica. No continuemos despreciando las normas democráticas; no continuemos intimidando a la gente para que siga dócilmente detrás de nosotros, si no somos capaces de darles una respuesta seria, democrática y contundente. La democracia podría estar en declive, y el mundo difícilmente podría soportar otra pandemia social si nos ha costado detener las consecuencias de esta pandemia biológica provocada. La democracia no es que esté muerta, pero sí está dando señales de estar en peligro. Las normas democráticas que sostenían la democracia durante el siglo XX, están debilitándose, y, ha surgido un nivel de polarización partidaria que no se había visto desde hace más de un siglo. ¡Por favor!. ¡Vamos a fortalecer la democracia. No la maltratemos más!
*Profesor
Pedro A. Parra *