José Luis Guerrero
Cuando el rector de la Unet, Raúl Casanova Ostos, llegó el 2 de diciembre de 2020 al hospital del Seguro Social, en Santa Teresa, con problemas respiratorios y fiebre constante, ya tenía claro que el covid-19 estaba alojado en su cuerpo.
Un médico privado se lo confirmó al ver una placa de sus pulmones y con la urgencia del caso entregó la larga lista de los primeros medicamentos y le recomendó ser internado en un centro asistencial de inmediato.
Un amigo les informó que había una cama vacía para hospitalizarlo en el Seguro Social. Se fueron para allá. Su respiración se complicaba. La familia estaba angustiada. Era la una de la tarde.
Él, sentado en una de las dos o tres sillas disponibles en el área del hospital, en silencio observaba el solitario pasillo que conduce al área COVID, “un túnel oscuro, que me generó mucha ansiedad y problema psicológico”. Era el miedo a no poder superar esta enfermedad. Ese miedo a la muerte. “Pensé que, al entrar por ese pasillo, no iba a salir vivo de allí”.
Vino a su mente el recuerdo de su hermana menor, Bertha Casanova de Duarte, quien el 15 septiembre pasado murió por covid. Antes de ser hospitalizada había compartido varios días con él y su familia en su casa de habitación. No la vio más. La hospitalizaron. Murió. La cremaron. Sabía que había que actuar rápido y era responsabilidad de su familia.
Mucha gripe, mucha mucosidad, muchos estornudos, le obligaron a estar en cama por varios días de la última semana de noviembre. Luego apareció la fiebre, que se hizo recurrente por dos días. La calentura no bajó con remedios caseros, ni medicamentos. Todo indicaba que algo iba mal.
“Ya no aguantaba el problema respiratorio, el ahogo. En el Seguro Social, cuando los médicos le dijeron a mi esposa que no había cama para hospitalizarme, yo me sentí contento, por un lado, pero preocupado por el mal. Ese día no generamos ninguna presión con los médicos. Nos regresamos. Algo nos decía, vamos a casa”.
Es ella quien toma la decisión de regresar al hogar y convocar un consejo de familia, para discutir las alternativas urgentes.
Compraron parte de los medicamentos. En la farmacia les facilitaron el número de teléfono de la enfermera privada Dayana Colmenares, quien ese mismo día comenzó a aplicar el tratamiento. Todos tomaron las medidas mínimas de seguridad para evitar contagios
Se queda en casa
El octavo rector de la Unet, de 66 años de edad, nacido en Michelena, criado en San Pedro del Río, no tenía poder de decisión. Sí lo tuvo el 13 de marzo de 2020, cuando ordenó suspender, de manera unilateral, todas las actividades académicas de la universidad ante la amenaza de la pandemia, decisión que luego es respaldada por el Consejo universitario.
Desde ese día inició la cuarentena junto a su familia. “Yo me tomé muy en serio la cuarentena. Estaba aislado en casa, con mi familia, pero a mediados de noviembre uno de mis hijos tuvo un accidente y se fracturó la tibia. Lo acompañé a varios centros asistenciales y presumo que en esas diligencias me contagié”.
Es su esposa quien tomó la decisión de aplicar el tratamiento en casa. El rector, en su mente, estaba más tranquilo. No sería llevado a un hospital centinela. Su familia, algunos sobrinos y otros parientes asumen los costos de los medicamentos.
Mientras la enfermera aplicaba el tratamiento, la oración y peticiones a Dios, a la Virgen de la Consolación, Virgen de Guadalupe, Santo Cristo de La Grita, eran constantes. “También me encomendaba a mi mamá, doña Bertha de Casanova; a mi suegra, doña Ramona de Tuirán. Sabía de personas en cadenas de oración por mi sanación…”. Su esposa se convirtió en la enfermera auxiliar.
Medicamentos costosos
La lista de medicamentos y de insumos era larga. Con los ahorros compraron parte del primer tratamiento. Con el apoyo de sobrinos y de otros miembros de la familia, lograron adquirir lo que faltaba. La prueba PCR había dado positiva.
“Pero el dinero no alcanzaba y es cuando mi esposa toma otra decisión: buscar apoyo económico con la Asociación de Egresados de la Unet, con la Asociación de Profesores. Ella iba a varias farmacias. Se buscaba la economía. A la enfermera se debía movilizarla dos veces al día, el pago de la consulta con el médico tratante. Gastos por todos lados”.
Los recursos llegaron. El apoyo fue total para el primer rector egresado de la Unet como ingeniero en Producción Animal. Todo el tratamiento se aplicó al pie de la letra.
Su mente estaba más tranquila, pero sentía temor de poder contagiar a sus dos hijas, Ángela Nathalia y Diana de los Angeles; a su esposa y a su hijo, Raúl Andrés, que lo visitaba todos los días; también a la enfermera. Sabía de familiares de profesores de la Unet y de otros amigos fallecidos por este mal. Pensaba en los compromisos con la universidad, en su lucha constante para buscar alternativas ante la pandemia. “No queremos que la pandemia cause estragos en la universidad”.
30 días en cama, aislado
Permaneció en cama durante un mes. En estricta vigilancia médica. No tenía fuerza para nada. Los medicamentos, el tratamiento, la terapia respiratoria, con cuatro horas de oxígeno intercaladas, la alimentación y oración, hicieron el efecto esperado. Se recupera del covid.
Sigue las recomendaciones del médico tratante, se ha hecho exámenes generales y visitó el cardiólogo. “Aún no lo he superado en su totalidad”.
El covid ha dejado secuelas en el cuerpo del rector Casanova. “Pérdida de visión del ojo derecho, pérdida de masa muscular en sus piernas, la piel parece como si se estuviera deshidratando. Tomo vitaminas y paso mucho tiempo al sol. Persiste el malestar en la garganta, con la voz ronca, desde el cuarto o quinto día del tratamiento”.
Acompañado de su esposa y sus hijas, agradece a Dios por estar con vida y a la inmensa cantidad de personas que apoyaron con sus aportes económicos para sobrellevar esta enfermedad.
“Cuídense mucho. El covid hay que tomarlo en serio…”.
José Luis Guerrero