Andrea llegó a su casa en Palmira
27 de noviembre de 2024
Humberto Contreras
No creía en todo lo que se decía del covid. Pensaba que había exageración y que, además, él era un hombre fuerte y, por lo tanto, “a mí no me va a dar eso”. Por ello no aplicaba en serio ninguna medida de protección. Usaba tapaboca, “pero siempre me lo bajaba para hablar, para abrazar a alguien. Les daba la mano a todos”.
Y, entonces, el virus lo hizo pasar nueve días en la clínica.
Nueve días que le enseñaron muchas cosas de la vida, según cuenta el productor pecuario y abogado Édgar Medina, presidente de la Asociación de Ganaderos del estado Táchira, Asogata, recién recuperado de la afección.
Para Medina, lo primero es darle gracias a Dios y a la Virgen, porque “me dieron otra oportunidad de vida. Yo hago un llamado de conciencia a todos, puesto que las personas que lo sufrimos, y nos pudimos curar, sabemos que ha sido solo por una bendición de Dios. Más allá no hay nada, pues realmente no hay nada científico que nos haga decir que nos van a curar del covid, asegura convencido.
La historia
—Yo enfermé, cuenta, en septiembre, cuando organizábamos los mercados de Asogata. Lamentablemente, siempre estuve bastante expuesto, por estar atendiendo a los productores, en mi oficina, tratando e interactuando directamente con mucha gente, y no tomamos las medidas suficientes para protegernos en esos momentos.
—El lunes, después del mercado del sábado, me fui a la finca. Empecé a sentir dolores e incomodidad, como si fuera malestar de gripe. Como a las cinco de la tarde, me empezaron a do-ler las coyunturas y tomé un ibuprofeno. Al otro día amanecí tranquilo y pasé el día bien, pero en la tarde, a la misma hora, prácticamente cinco o seis de la tarde, me empezó de nuevo el malestar, y así, los tres días que estuve en la finca.
Recuerda el presidente de Asogata que el viernes en la mañana regresó a San Cristóbal. Fue a hacerse la prueba, “me preocupé porque ya me estaba dando fiebre. El resultado fue negativo, pero ocurre que varios compañeros empezaron a sentir síntomas iguales y, por supuesto, nos preocupamos, por lo que me hice las placas de tórax.
— Salió que sí tenía el virus, aunque no estaba muy regado. Me mandaron a casa, a hacerme el tratamiento con todo lo que mandan: azitromicina, aspirinas, vitamina C, etc. Pero yo, dice, no veía mejora, porque me sentía peor cada vez. Por eso es que digo que las medicinas no es algo comprobado que te van a curar.
Explica que cuando la medición del oxímetro le bajó a 89, lo que indica que la sangre no está oxigenando, se fue de nuevo a la Policlínica. “Me hicieron otra placa de tórax: Vimos que el problema había avanzado. Y me hospitalizaron por 9 días”.
La experiencia
shock anímico, pensando “ya llegué hasta aquí”, que nos afecta mucho.
Sentía que, por una irresponsabilidad mía, iba a dejar a mi familia sola. Tengo hijos que están en formación, un varón de 16 años, y una niña de doce, que, por supuesto, necesitan a su papá para muchas cosas en su crecimiento, aunque ya les estoy enseñando a amar el campo, pero por supuesto, sin mi presencia, las cosas no iban a ser igual para ellos.
Yo, agrega, no creía en eso de la depresión. Siempre que oía a alguien que tenía depresión, yo pensaba que era falta de fuerza de voluntad y de fortaleza mental. Pues no. Ahora sé que, en efecto, la depresión existe.
Un día en la clínica, recuerda, me entró una depresión creyendo ciertamente que me moría, y empecé a pensar qué había hecho con mi vida. Duré dos días que no comía, no me provocaba. Ya estaba en una situación en la que pensaba que, bueno, hasta aquí llegué.
En los 9 días hospitalizado, con varios pacientes de covid, de repente alguien decía que uno de ellos había muerto. “Fulanito murió. Estaba mal, lo intubamos y no aguantó”. Eso es duro.
Supe de tres que habían fallecido, incluyendo un amigo. Cada noticia era afectante. Abría los ojos en la mañana, al despertar, y daba gracias a Dios por haber amanecido vivo. Y uno como que se extrañaba de que, bueno, todavía no me han puesto el tubo, ni oxígeno.
—Uno se angustia. Hubo momentos en que le pedía a mi familia que me sacaran de ahí, que podía hacerme el tratamiento en la casa, pero no. Es ahí donde se debe estar, para recibir atención rápida en cuanto la necesite.
La lección
—Quienes no se cuidan deben saber que quienes salimos de esto, quedamos con problemas. Yo, por ejemplo, dice Medina, tengo ahora un problema de muy bajo nivel de hemoglobina, y estoy tratando de subirla, con tratamiento. Igualmente, el período que llaman postcovid, para un paciente recuperado, es de mucha debilidad. No puedes subir una escalinata, porque te cansas, te mareas. O te caes. Te da taquicardia. No es fácil, asegura.
Y está convencido, repite, de que la única medicina que existe, que realmente es eficaz, primero, es Dios, y segundo, el cuidado que uno debe tener con uno mismo, para evitar el contagio. Hay mucha gente que no se protege. Muchos entran o andan en espacios congestionados, sin mascarilla, sin guardar distancia, sin alcohol, no se lavan las manos, en fin.
También tengo que decir que agradezco a las enfermeras y al personal médico de la policlínica, que se dedica por entero, con riesgo, a pesar de los cuidados, a atender a los pacientes, con mucho profesionalismo. Igualmente, agradezco a quienes se preocuparon por mí, que enviaban mensajes, incluso a través de las enfermeras, me hicieron llegar medallitas y oraciones. Recibí muchas muestras de cariño. Gracias a todos.
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