EL DATO
Mil dólares se pueden gastar en el tratamiento inicial y los aparatos necesarios para respirar más oxígeno, cuando el paciente está en casa.
Por Omaira Labrador M.
— Me voy, señor Eymar. Ya usted respira solo —le dijo el enfermero William Carvajal, luego de estar asistiéndolo y acompañándolo durante un mes.
Eymar Fuentes sintió miedo. No lo podía creer. Aunque desde el día 14 de enero venía respirando por su cuenta, luego de 30 días no podía procesar, tan rápido, que ya estaba respirando solo y que ya no estaría el enfermero pendiente de que el oxígeno no le faltara a su cuerpo.
La buena noticia para el conocido comunicador tachirense Eymar Fuentes coincidió con su cumpleaños número 55. Nunca imaginó que el mejor regalo, en medio siglo y cinco años de su vida, sería el de respirar sin ninguna ayuda de aparatos, ni medicamentos. Fue como volver a nacer.
La angustia de Eymar Fuentes se fundamentaba, con razón, en el pugilato fuerte y sostenido durante un mes contra el covid-19, que entró en su cuerpo y amenazaba con destruirle su organismo. El esfuerzo fue grande. No estaba dispuesto a rendirse, aunque el virus “fue agresivo, quería sacarme”, dice hoy el profesional de la comunicación, al reconocer que estuvo a punto de no contarlo.
Gracias a las bondades del WhatsApp, Eymar Fuentes, con gran disposición, habló de las fases de su enfermedad. Agradeciendo en todo momento a Dios porque, aunque la lucha fue férrea, él puede decir “sobreviví al covid-19”; muchos otros, con estragos similares y hasta menores en el cuerpo, son hoy una estadística negativa.
De acuerdo al último reporte oficial regional, en el Táchira, 10.673 personas han sido contagiadas con el coronavirus y 9.779 se han recuperado. Los fallecidos, seguramente, hoy superan las 168 personas.
El cansancio, la campanada
Malestar de gripe, cansancio, sin fiebre alta, fueron los primeros síntomas que Eymar Fuentes notó en su cuerpo. Tomó antigripales para recuperarse. Coincidieron estas señales con los días de mayor trabajo en la emisora 96. 1, de la cual es una de sus principales voces. Diciembre y enero son los meses de mayor trabajo en transmisiones externas.
Pasaron los días y el cansancio aumentaba, además del desgano y decaimiento general, comenzó a sentir dificultad para respirar. Se mandó a hacer una placa y salía un problema en los pulmones, pero se lo “achacaron” a su condición de asmático cuando era niño. El cansancio aumentó y aunque él intentaba estar de ánimo y seguir trabajando, ya comenzaba a impedírselo la falta de fuerzas en su cuerpo, nunca presentes en gripes anteriores, en niveles tan altos.
—Me hice una placa, y el pulmón no estaba tan comprometido. Se dijo debe ser un proceso y atáquese. Uno decía será, no será. Llamé a los primeros médicos, comencé lo que se llama el primer protocolo –recuerda con exactitud el reconocido animador de la radio y televisión—. Pero a mí lo que me afectaba profundamente era el cansancio, hacía tres o cuatro cosas y ya no podía más. Hice programa de radio hasta el 18 de diciembre, y el lunes 21 tenía que trabajar y dije: no puedo.
Se mandó a hacer una tomografía y le dijeron: Fuentes… esto es covid-19.
A tres días para el 24, Eymar Fuentes ya sabía el origen de sus inéditos malestares. Quien fue uno de los comunicadores que más incentivaron las medidas para protegerse del covid-19 y que además las practicaba –cargaba siempre alcohol y rociaba todo y a todos quienes se le acercaban-, estaba contaminado. Como el virus ya es comunitario, el dónde se pudo contagiar pasa a un segundo plano: en cualquier parte pudo ser.
El covid-19 es una enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente. Tanto el nuevo virus, como la enfermedad, eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China), en diciembre de 2019.
Primer protocolo, primera estación
No había tiempo para la duda. Era covid-19 y se debía atacar. Eymar Fuentes junto a su familia y un equipo de médicos, entre ellos su primo, el doctor Freddy Fuentes, decidió estar en casa con el primer protocolo recomendado para atender este tipo de virus.
—Contratamos un enfermero, William Carvajal, quien tiene una gran mística, con solo 27 años. Trajimos todo el equipo, pues no solo es oxígeno, sino todos los aparatos para poder ser tratado en casa. Comenzó a tratarme la doctora Betzabeth Rodríguez. La evolución se va viendo. Me ponen los equipos CPAP, que vienen siendo una máscara de oxígeno de alta presión que debe aplicarse cuando hay dificultad respiratoria avanzada. A la par hay que tener en el dedo constantemente el oxímetro para ir chequeando el nivel de oxígeno, pues si cae por debajo de 90 es grave. Yo tuve una deficiencia—recuerda Fuentes, al hablar en términos médicos, quizás recordando que en su curriculum pesan los seis semestres y medio de Medicina que estudió en la ULA-Mérida, antes de entrar de lleno a los medios de comunicación social.
Fuentes estuvo todo el tiempo consciente, pero hubo algunos aspectos de los que se enteró luego del alta médica, y es que a su esposa, Lenipse Espinel, los médicos le dijeron: Eymar está delicado. Si de algo está seguro que ayuda a todo paciente, es la tranquilidad, no desesperarse, y aunque tuvo sus momentos de duda, nunca se desesperó –soltó en tono de recomendación-.
Estar en casa acarrea gastos, que se miden en dólares y pesos colombianos. Por ejemplo, el equipo CPAP, lo mínimo que se consigue es en 200 dólares, aparte del oxígeno, que no puede faltar durante las 24 horas del día.
— Una bombona de oxígeno puede durar 15 horas, pero hay que tener dos. Hay momentos en que el cuerpo pide mayor oxígeno. Cada bombona está, a buen precio, entre 150 mil o 180 mil pesos, cada 12 horas. Hay precios más altos, hasta en 250 mil pesos y, además, cobran depósito. Hay que tener un concentrador de oxígeno, que es otro equipo —saca cuentas Eymar Fuentes—. En las primeras de cambio tiene que agarrarse uno duro. Casi hay que tener 100 dólares diarios de oxígeno.
Dice con preocupación el periodista que ya los seguros ponen la patología covid-19 aparte, y son pocos los que pueden cubrir clínicas.
No se cansa de explicar que cuando un paciente llega a las dificultades respiratorias que él tuvo, lo más importante es tolerar el CPAP, el dispositivo de presión continua positiva en las vías respiratorias, que proporciona aire a una presión predeterminada a través de una mascarilla. Proceso que no es fácil, pero él siempre se decía “yo puedo”.
Si no toleraba el CPAP, el próximo paso era la intubación.
El hospital de Seguro, segunda estación
Eymar Fuentes sigue el tratamiento estrictamente supervisado en casa, y cuando le hacen la prueba de dímero D – se practica para averiguar si la persona tiene un trastorno de la coagulación de la sangre que pudiera producir los trombos-, los valores salieron altos. Se prendieron las alarmas de peligro.
Los médicos recomiendan sacarlo de casa. Hacia una clínica, las cuentas no daban, por lo que se decidió trasladarlo al hospital del Seguro Social en San Cristóbal.
—Gracias a Dios, siempre con la ayuda de mi amigo Max Carrero, mi esposa Leni, el doctor ‘Paco’ Tascón, mi primo Freddy y la doctora Betzabe Rodríguez, se tomó la decisión de llevarme al Seguro Social, pues debía ir a UCI directamente. Así lo ameritaba. Yo estaba consciente, pero ellos decidían, yo no sabía nada, lo sé ahora. Yo estuve a punto de no echar el cuento, por horas. Quizá dos horas más en la casa y no lo cuento. El virus para mí fue sumamente agresivo –relata con paciencia este hombre de la radio y TV, quien además tiene un postgrado online de la Universidad en Monterrey, México, y un máster en Comunicación Corporativa.
Fueron momentos de angustia. El hecho de trasladarlo a un hospital significaba que estaba bastante mal. Recuerda que cuando sale de casa, con su máscara de oxígeno, mira a su esposa y le dice: “yo vuelvo”.
Durante los 6 días en la UCI del hospital del Seguro Social, recibió la atención necesaria. Los medicamentos que no había los compraron y también recibió algunos donados por gente que lo conocía, y de quienes incluso sin conocerlo colaboraban.
—Con todas las limitaciones, con todo lo que vive la salud pública, reconozco el esfuerzo de todo su personal, no solo conmigo sino con todos los pacientes. Es invaluable la labor de los médicos, enfermeros y de todo el personal. Hay mística. Hay jóvenes de muy corta edad trabajando, día y noche. Igual la gente de Protección Civil que hace los traslados— comenta el animador.
Ya sin peligro de algún tipo de trombosis, regresa luego de seis días a su casa, aún sin respirar totalmente solo, siempre ayudado por las bombonas de oxígeno.
De acuerdo con las estadísticas, el mundo suma más de 110,3 millones personas infectadas con el covid-19. Los muertos los ubican en 2,4 millones de personas.
Los temores, las peticiones
Eymar Fuentes, al estar consciente, sabía que el covid-19 en su cuerpo actuaba de forma belicosa. En 12 días su cuerpo había perdido 14 kilos.
—Cuando estuve hospitalizado vi salir camillas con bolsas negras…y eso pega —sostiene quien está consciente de que muchas personas han muerto por las secuelas del coronavirus—. También sentí la alegría de ver salir a personas en sillas de ruedas, en señal de que sobrevivieron. Le doy gracias a Dios por vivir todas esas experiencias.
Dice que él sabía que si no toleraba la respiración artificial a través del CPAP, iba a la intubación. “Consciente de esto, decía: yo debo aguantar. Yo puedo”.
En más de un día, en más de una noche, no solo invocaba la protección de Dios, sino de su madre querida, ya fallecida, le suplicaba: “mamá, sácame de esto”.
—Son momentos duros, uno está en una habitación, mira al frente y uno no sabe qué va a pasar contigo. Pero hay que llenarse de ánimo y por eso yo me decía: tengo cuatro hijos, dos hijos aún pequeños. Y decía: mamá, quiero respirar solo, no con ayuda de nada—. Estas palabras las pronunció el 31, que lo pasó con el enfermero William Carvajal, mientras la esposa estaba sola en la casa, y los dos niños en casa de los abuelos.
Hoy recuerda que el oxígeno, por ir directo a los pulmones, quema las vías respiratorias, y de su boca botaba piel quemada. “Solo me quitaban el respirador para comer, por eso yo pedía a mi madre que quería respirar por mi cuenta”.
Pasaban los días y poco a poco a poco le bajan la dosis del CPAP, cuando se satura a 98 y 97, y eso era un verdadero alivio. “Hay que entender que eso te salva. Cuando uno va mejorando, luego viene la máscara con reservorio y luego el bigotico…aquí es cuando uno dice…ya estoy mejor”.
—¿Eymar, usted pensó que podía morir?
—Sí —contesta secamente—. En un momento dije, Dios mío, estoy en tus manos. No sé qué va a pasar conmigo, pero yo no me quiero ir. Decía, Dios mío ayúdame. Son sensaciones nunca esperadas. El equilibrio en lo que tú piensas, el deber ser, tu corazón. Yo decía no quiero, yo lucho. Uno está consciente de que tiene covid-19 y que, así como vio salir a alguien en una bolsa, uno puede ser otra víctima.
El 14 de enero, a dos días de su cumpleaños, la mejoría era notable. Ya solo usaba el respirador de bigote. Llega el momento de caminar un poco, de bajar un escalón, de comenzar de nuevo.
El sábado 16 de enero cumplió 55 años. El domingo 17, el enfermero Carvajal, de solo 27 años, la edad de su hijo mayor, se despidió.
El paciente Eymar Fuente ya podía decir: sobreviví al covid-19. Ya respiraba solo.