Regional

San Vicente de la Revancha no abastece su mercado natural

27 de febrero de 2021

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Norma Pérez M.


 

Con una ubicación privilegiada y tierras pródigas para el cultivo de diferentes rubros, San Vicente de la Revancha tiene una producción considerable que se comercializa en San Cristóbal y Táriba.

Aun cuando es parte del municipio Junín, los productos de esta comunidad no llegan a Rubio, que debería ser, por diversas razones, su mercado natural. La causa principal es que quienes realizan el traslado deben surtir combustible subsidiado en la capital del Táchira, mientras que en la Ciudad Pontálida no cuentan con este beneficio.

Por lo tanto, frutas, verduras y hortalizas tienen como destino el mercado Los Pequeños Comerciantes y el mercado Mayorista de Táriba. No así, el mercado Municipal de Rubio.

San Vicente de la Revancha se encuentra ubicado en el Páramo Nacional El Tamá, muy cerca de los límites con Colombia; su economía se centra en la agricultura y ganadería, por lo que en este sector existen grandes extensiones de tierra dedicadas al cultivo y a la producción de ganado de carne y leche.

Papa negra, papa criolla o amarilla, cebolla, apio, morón y fresas, se cosechan en el sector. Los agricultores dependen de los abonos orgánicos que se elaboran con excrementos y orina de conejos, lombrices y composteros.  Esto, por el alto costo de los abonos químicos, que deben adquirirlos en Colombia.

Está a una hora 45 minutos de Rubio, aproximadamente, y cuentan con transporte colectivo los días martes, jueves y sábado. También hay transporte para San Cristóbal, el cual sale todos los días, a las 4 y 30 a.m. y 6 a.m., y por este medio se trasladan los víveres hasta el pueblo; mientras que para movilizar la carne y la leche se utilizan camiones que se dirigen a abastecer los mercados.

Como la zona es muy extensa, son once sectores concentrados en la parroquia Quinimarí; la gente generalmente camina para ir de un lugar a otro; algunos se desplazan en caballos o en motos.

Sentimiento de arraigo

Walter Carrillo es docente desde hace veinte años en la unidad educativa “Flor Elisa Jaimes”. Desde su nacimiento ha vivido en San Vicente de la Revancha con su familia; también es productor y se encarga de comprar los rubros agrícolas y comercializarlos en los mercados.

Al igual que él, su hermana Erlis es educadora, pero comenta que ante la situación económica debió buscar otras alternativas: “Somos cuatro hermanos, todos docentes. Pero los bajos sueldos nos obligaron a trabajar en el campo. Mi mamá conserva una finca, donde sembramos y cultivamos”.

Ambos, con un fuerte sentimiento de arraigo por su terruño, manifiestan su afecto por el pueblo que los vio nacer y también su preocupación por las numerosas carencias que existen.

“Actualmente hay mucha producción, ya que muchas de las personas que se habían ido hacia otras ciudades han regresado a trabajar la tierra. Todo lo que se cultiva se comercializa en pesos colombianos; ha aumentado la producción en cuanto a la fresa, papa amarilla y uva mora; pero es difícil su traslado”.

Explican que al llegar a San Cristóbal hay que dejar a alguien al cuidado de la mercancía para surtir combustible en las estaciones de servicio para priorizados: “Si llenamos el tanque en las bombas internacionales, dejaríamos allí las ganancias, que no son cuantiosas”.

“No podemos llevarlo a Rubio, porque ahí es imposible echar gasolina, debido a que la mayoría de nosotros no participó en el censo que realizó la alcaldía del municipio Junín; por lo tanto, nos corresponde en San Cristóbal. Descargamos la mercancía y vamos a la estación de Sabaneta, donde nos surten 40 litros de gasolina a la semana”.

A esto se suma la inversión que deben hacer en insumos agrícolas para las cosechas: “los insumos, químicos y fertilizantes, tienen un alto costo, porque debemos esperar que alguien vaya con sus mulas hasta las poblaciones colombianas de Herrán o Ragonvalia, que están a un día de camino; esto incrementa hasta en un cien por ciento su precio.

Atención urgente

En lo que respecta a la vialidad, indicaron que las carreteras se encuentran en muy mal estado; el mantenimiento lo hacen los propios habitantes, quienes tapan los huecos con tierra para poder transitar. “Pero cuando llega el invierno, este trabajo se pierde porque el agua arrastra la tierra. También se encargan de limpiar la maleza de la carretera principal. Se reúnen en grupos, de acuerdo al sector, y envían personas a hacer el bacheo y la limpieza”.

Walter Carrillo, recibiendo los productos.

En el ambulatorio no hay un médico, solo laboran enfermeras, y en este sentido, si hay un enfermo grave o una emergencia, hay que buscar la manera de trasladarlo hasta el hospital de Rubio o hasta San Cristóbal, lo que en ocasiones se complica.

“Aunque debemos pagar por el servicio de aseo urbano, desde hace años aquí no recogen los desechos. El suministro de gas llega cada seis meses; como vivimos en zonas rurales, nos defendemos con la leña; así que todos cocinamos en fogones a leña.

Otro aspecto que resaltaron es la necesidad de hacer reparaciones en las infraestructuras de las instituciones educativas, donde además se necesita dotación de mobiliario e implementos didácticos. Hacen la acotación que los docentes no cuentan con los recursos de un sueldo digno para contribuir a tener un aula bien equipada, como lo hacían en años anteriores. “Un docente no tiene acceso prácticamente a nada, pues solo un producto de la cesta básica cuesta más que lo que gana en una quincena”.

“Nos dedicamos a la parte agrícola para sobrevivir, y cada quince días realizamos asesorías a los alumnos para aclarar dudas porque, lamentablemente, las comunicaciones son muy deficientes. La calidad de la educación ha disminuido por la falta de personal docente calificado. En nuestras instituciones hay bachilleres dando clases a niños de preescolar y primaria. En algunos liceos se presentan estos casos, donde hay personas sin un nivel de preparación adecuado para enseñar en un aula”.

Actualmente existen cinco instituciones educativas, tres estadales y dos nacionales, con sus respectivos liceos. Es orgullo de los habitantes la Banda Ecológica, agrupación que ha participado en desfiles, tanto en el municipio Junín como en la Feria Internacional de San Sebastián.

Además de estudiar, la mayoría de niños y jóvenes realizan quehaceres agrícolas y ganaderos, siguiendo los pasos de sus mayores. Pero con su experiencia de profesores, Walter y Erlis Carrillo consideran que debe haber más actividades recreativas y deportivas, pues hay una gran cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan.

“Las mujeres también se dedican a la agricultura, además de ocuparse del hogar y atender a la familia. Ellas tienen sus propios cultivos y para cubrir sus gastos o tener ingreso, deben sembrar”.

San Vicente de la Revancha cuenta con la cuenca hidrográfica del río Quinimarí, afluente que surte de agua a Rubio; a pesar de esto, los sistemas de riego y acueductos rurales requieren mantenimiento y ya no abastecen a la población, que está por el orden de las mil 500 personas. “Alrededor de unos 200 habitantes se han ido para algunos pueblos o ciudades de Colombia, a trabajar, porque no aquí no pueden sufragar sus gastos”.

Belleza y tradición

Cerca de Rubio, en medio de las montañas, se encuentra esta población, con un paisaje que impresiona por sus tonalidades y contrastes, y también por la vistosidad de sus flores, donde abundan las rosas en variedades y colores

En su fauna destaca el oso frontino en las zonas más altas del Páramo El Tamá;  pueden observarse venados, y una vez al año hacen su aparición los monos.

Allí también se resguardan las tradiciones, como el torneo de fútbol “Copa Navideña”, que se realiza desde hace 63 años, donde cada sector de la comunidad participa con su equipo. El 28 de diciembre celebran “la Noche de las Ruanas”, a donde acuden propios y extraños.

Hay tres sitios emblemáticos en lo que a turismo se refiere: La ventana de copas, los Chorrerones, donde se pueden admirar cascadas naturales, y Las Pailas.

San Vicente de la Revancha posee una belleza natural y paisajes incomparables; así como gente trabajadora, de valores y raíces sólidas. De allí la importancia que se voltee la mirada hasta esta comunidad, para mejorar las condiciones de hombres y mujeres laboriosos, que con su esfuerzo recogen lo mejor de la tierra para brindar el aroma de las flores y llevar el sabor de los alimentos hasta las mesas de los hogares tachirenses.

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