Mohamad tiene cinco años, Areej seis y Dalaa diez. Estos niños, refugiados sirios en Turquía, han heredado de sus padres el anhelo por un país del que apenas saben nada
Más de 3,6 millones de sirios han encontrado refugio del conflicto que empezó hace una década en Turquía, el país vecino, entre ellos alrededor de 1,5 millones de niños menores de 15 años, según cifras oficiales.
Mohammad y sus padres, Maher Imadedine y Rawan Sameh, originarios de Alepo, forman parte de los 450.000 sirios que se han instalado en la ciudad turca de Gaziantep, donde la pareja se casó.
El pequeño dice que quiere “volver” a Siria aunque no haya pisado ese país en su vida. “Porque es precioso, Siria”, dice con un ligero ceceo. “Mamá y papá me lo han dicho”.
“Cuando Asad esté en la cárcel”
La madre de Mohamad ha conseguido un empleo como profesora de árabe en la universidad de Gaziantep y su padre trabaja en una organización benéfica.
Aunque están asentados en un barrio relativamente acomodado, siguen teniendo en mente volver a Siria, donde participaron en las manifestaciones contra el régimen del presidente Bashar Al Asad al comienzo de la revuelta.
Pero no saben cuando podrán volver.
“Cuando Bashar Al Asad esté en la cárcel”, responde el pequeño. “No me gusta porque mata a la gente y la mete en la cárcel”.
Mohamad dice que se enteró de estas cosas por sus padres.
“También lo ha visto en la televisión”, aclara su madre. “Ve las noticias con nosotros. Algunas cosas se le escapan, pero se hace una idea general de lo que está pasando en Siria”.
La madre teme que las imágenes de destrucción desatadas por las fuerzas sirias despierten “un deseo de venganza en los pequeños”.
“Nuestro papel como padres es canalizar estos sentimientos en energía positiva que pueda ser utilizada para ayudar a reconstruir el país”, dice.
“Guerra en todas partes”
Areej Beidun, de seis años, aún no había nacido cuando su padre, que se unió a las filas de los combatientes rebeldes, fue asesinado en Alepo.
Desde que cumplió cuatro meses, vive en un apartamento destartalado de Gaziantep con sus abuelos, tíos y sus familias, 13 personas en total.
Su madre se ha vuelto a casar y en el mundo de Areej, “mamá y papá” son sus abuelos, que se han hecho cargo de ella.
Con una mirada pícara y el pelo recogido con diademas doradas, Areej habla de Siria con una elocuencia que contradice su edad.
“Allí hay guerra por todas partes. Hay muchos aviones y bombas que destruyen la ciudad”, explica.
“Aquí, cuando veo muñecas en el mercado, le pido a mamá que me las compre y me dice que no porque no tenemos dinero”, lamenta. “Me gustaría que Siria fuera como antes, sin bombas, para poder volver”.
La familia de Dalaa Hadidi, de diez años, vive en el mismo barrio de Gaziantep.
Nacida 45 días antes del inicio de la revuelta, tenía 15 meses cuando sus padres huyeron de Alepo. Pero habla de la ciudad siria como si hubiera vivido allí toda su vida.
“Quiero volver a Alepo para encontrar mi casa, mi barrio y mis seres queridos. Me gustaría que Asad muriera para poder volver”, dice.
“Quiero jugar”
El sentimiento de pertenencia a Siria es transmitido a los niños por sus padres y reforzado por los medios dirigidos a la diáspora, especialmente en Turquía.
Mahmud Al Wahab, de 14 años, refugiado, presenta un programa de radio infantil llamado “Quiero jugar” en Rozana, una emisora de radio siria con oficinas en Gaziantep y París.
“Intentamos inculcar este apego, pero de forma indirecta”, dice.
“Emitimos información sobre los niños en Siria, pero también sobre la situación en Siria y cómo era antes. También hablamos de la lengua árabe para que los niños conserven su lengua materna”, explica en su estudio.
La directora de la emisora, Lina Chawaf, cree que “el sueño de volver sigue vivo” incluso entre los que consiguen integrarse con éxito en sus países de acogida.
“Los padres inculcan a sus hijos la nostalgia por su hogar, su tierra, su país”, dice Chawaf.
“En cuanto a nosotros [en la emisora], intentamos mantenerla a través de la cultura, de las adivinanzas y los juegos que hacíamos cuando estábamos en Siria”.
El presentador matutino de la emisora, Nilufer Al Barrak, dice que ha acordado con algunos de sus oyentes reunirse en Siria, algún día.
“Pedí a los oyentes que describieran sus barrios en Siria y todos hablaron de lo bonitos que eran los suyos”, dice.
“Así que acordamos que cuando volviéramos, nos invitaríamos a nuestras casas y veríamos los lugares de los que hablamos en antena. Y si no se han reconstruido ya, los reconstruiremos juntos”.
AFP-