José Luis Guerrero S.
Al sacerdote de la parroquia Resurrección del Señor, en El Palotal, municipio Bolívar, lo ingresan al hospital Erasmo Meoz, en Cúcuta, el 23 de diciembre de 2020, donde permaneció hasta el 31 de ese mes. Ese mismo día lo trasladan a la clínica San José, en la misma ciudad, directo a la UCI, donde permaneció 40 días y 40 noches. Salió de alta el 4 de marzo de 2021.
Cuarenta días, cuarenta noches. El mismo tiempo que, según la Biblia, Jesús pasó en el desierto, solo, enfrentado a las tentaciones y al demonio. Noches y días muy largos, de los cuales el sacerdote Esteban Galvis no recuerda nada. Fue muy dura la batalla librada por él para superar a otro demonio: el covid-19, en Colombia.
Es el rector de la parroquia Resurrección del Señor, en El Palotal-Tienditas, municipio Bolívar, zona fronteriza con el departamento Norte de Santander, en Colombia. Próximo a celebrar sus bodas de plata sacerdotales, a sus 59 años, no cesa de dar gracias a Dios por superar “esta terrible enfermedad”.
Califica al covid-19 como “una batalla muy fuerte” y repite que “es muy duro luchar contra este mal”, que le invadió su cuerpo durante su trabajo pastoral, al estar cerca de los fieles y apoyarlos, como lo hace en todo momento.
Su contagio se conoce en muchos sectores de la parroquia. Hay preocupación entre los fieles y sus familiares cercanos. No creen prudente internarlo en el centro asistencial de San Antonio. El sacerdote acude a la amistad de médicos amigos en Cúcuta, departamento Norte de Santander, quienes le recomiendan internarse en el hospital Erasmo Meoz. Así lo hizo el 23 de diciembre de 2020, un día antes de la fiesta de Navidad.
Luego de los trámites pertinentes ante las autoridades migratorias y de seguridad nacional de ambos países, cruzó por el puente internacional Francisco de Paula Santander, en Ureña. Ante la gravedad de su salud, lo llevan en una ambulancia porque los síntomas del covid-19 afectan su respiración.
Ya en el centro asistencial es atendido por personal de salud, hasta el 31 de diciembre, pero su cuadro clínico se complica.
Nuevamente, sus amigos y los médicos conocidos lo ayudan y es trasladado a la Clínica San José, en Cúcuta, debido a su grave estado de salud. La colaboración de todos ellos es muy importante.
Desde ese día ingresa al área UCI COVID-19, donde permanece hasta el 8 de febrero: cuarenta días y cuarenta noches. Fue intubado y estuvo en coma inducido para poder controlar sus valores y rescatarlo del demonio del virus, que cada día que transcurría le causaba más daño.
El 9 de febrero de 2021 es pasado a piso, pero al tercer día los especialistas notan que algo está pasando en su cuerpo y lo llevan al área de observación por varias complicaciones. Tras superar los males, lo regresan a piso. Recibe más tratamiento, hay más exámenes de laboratorio y luego de avanzar y recuperarse, es dado de alta el 4 de marzo de 2021. Suma 72 días en los dos centros asistenciales, siete semanas exactas y dos días más.
Secuelas del mal
El covid-19 ha dejado secuelas en su cuerpo. Los médicos le han advertido en todo momento y la lista es muy larga. Él no tiene movilidad en sus dos piernas, está más delgado, hay considerable pérdida de masa muscular. Luce muy cansado y agotado.
Hoy sábado, 27 de marzo, cumple 23 días en su fase de recuperación y terapias. “Ya hay cambios importantes”, expresa con voz muy pausada, aún cansado de tanto sufrimiento en cama. “Ya tengo movimiento en mis dos piernas. Me puedo sentar, ir al baño, camino lento, con el apoyo de una andadera, y eso se lo debo, en primer lugar, a Dios, a los médicos, enfermeras, especialistas, que me ayudaron tanto para estar vivo”, narra.
Insiste a todos los que lo conocen en “no dejar de orar y pedir en oración, con mucha fe. He logrado avances. Muchas bendiciones, glorifico a Dios y doy gracias por las oraciones y ayudas ofrecidas con su generosidad. Mi recuperación muestra lo poderoso de la oración. Les pido no paren de hacerlo. Dios les dará 101 %. Cuento con sus ayudas, necesito oración. Amén”.
— ¿Por qué decidió ir a Cúcuta en busca de asistencia de salud?
— Me trasladan a Cúcuta, primero, porque era lo más cercano para quienes vivimos en la frontera; segundo, porque sabía que tendría la mejor atención. Además, gracias a que Dios me permitió estar en una EPS (Entidad Positiva de Salud), sumado a muchas amistades y conocidos en esta ciudad que me han dado mucho apoyo.
— ¿Cómo vive este momento de fe?
— Nuevamente, doy gracias y glorifico a Dios. Si alguien dudaba de los milagros de Dios, yo soy su milagro, vivo en su poder, omnipresencia y gloria.
— Usted insiste en la oración, ¿por qué?
— La oración tiene poder, no duden. Dios es grande y poderoso. Le pido a Dios bendiciones, protección y sanación para todos los que han hecho oración con sincero corazón.
Lluvia de agradecimientos
El padre Esteban Galvis tiene una larga lista de agradecimientos. “Para gloria de Dios y milagro de Dios, se ganó la batalla a esta enfermedad. Muchos han padecido por este mal y no lo han logrado”, dice. Lo llama “ayuda solidaria”, para cubrir los gastos que se han presentado, los cuales son elevados.
Sabe que, sin los aportes económicos, tal vez su historia sería otra. Expresa su veneración a la Virgen María, a san José, a todos los ángeles y santos.
“Mi agradecimiento a las personas del Táchira que han hecho oración por mí. Al obispo Mario del Valle Moronta, al clero del Táchira y del Norte de Santander, que me conocen; a las comunidades religiosas Hermanitas Descalzas, las Clarisas en Italia, Discípulas del Señor, y muy especial para el personal del hospital Erasmo Meoz y de la Clínica San José, a los médicos, enfermeras, amigos, especialistas, a los que trabajan allí”, narró en su larga lista, donde también incluye a monseñor Francisco Escalante, actual nuncio apostólico en El Congo, África.
No deja por fuera a toda su familia y a muchos vecinos de Ureña, Aguas Calientes, Palotal, Tienditas, San Antonio, y a sus amigos en el extranjero: Estados Unidos, México. El Salvador, Perú, Ecuador, Chile, Argentina.
“Mención especial a Simón y su esposa Lorena, que están al pie de mi cama, atentos a las necesidades propias de la fase de recuperación”, insiste.
“Que Dios los bendiga a todos. Todos ellos saben, conocen mi trabajo pastoral por 24 años en esta zona de frontera. Bendiciones”, expresó.
No hay duda, en esas 40 noches y 40 días, el padre Esteban Galvis vio de cerca a Dios, pero por el coma inducido no lo recuerda. (JLG)