Francisco Corsica
En un artículo anterior hablamos sobre cuán fantásticos pueden ser los clásicos del cine y la televisión. Del mismo modo, comenté lo desafortunado que es para el público que todo el contenido ahora deba ser políticamente correcto. Hice especial hincapié en los dibujos animados y coloqué como ejemplo los cortometrajes originales de Tom y Jerry, esos que en el pasado impresionaron pero que hoy ofenden.
Cuando escribí aquellas palabras no tenía en mente volver a hablar de ese tema en un futuro próximo. Una realidad tan compleja y dinámica como la que nos rodea pide abarcar muchos temas y no incrustarse en uno solo. Aún así, ella misma suele dar la pauta y se hizo necesaria una segunda parte dados los hechos.
La industria del entretenimiento recibió nuevas críticas en las últimas semanas. Disney+ colocó tres de sus filmes clásicos para todas las edades en su sección para adultos. Seguro los conocen: Dumbo, Peter Pan y Los Aristogatos. ¿Qué razón pueden tener para hacerlo? Muchos creen que algunos de sus personajes estereotipados evocan al racismo. Esas producciones dejaron de ser “aptas para niños”.
No obstante, una más reciente sí causó gran polémica. Perdí la cuenta de los memes que vi en mi celular al respecto. Charles M. Blow, un columnista norteamericano, hizo lo propio con varios íconos de la cultura popular. La crítica que más resaltó fue dirigida a Pepe Le Pew, un zorrillo francés, fétido y enamoradizo que acompañó a los Looney Tunes. A su juicio no era un galán sino un acosador sexual. También sugirió que Speedy González y Tarzán son racistas y repitió viejos reproches contra Tom y Jerry.
Justo el día que mi artículo fue publicado una vieja amiga me dijo que su personaje animado preferido era Pepe. Viajó a través del recuerdo directo a su infancia. Echó de menos cuando lo veía en la televisión de su sala, en compañía de su abuela. Le causaba gracia cómo la gata que Pepe conquistaba huía de los desagradables olores que expelía y le gustaba lo caballeroso que era.
Obsérvese que se trata de una mujer a quien le gusta un supuesto acosador. Remató la conversación diciendo que muchos hombres deberían aprender a cortejar como lo hacía Pepe en sus cortometrajes. Infiero que ella jamás lo vio como un acosador o un violador, sino como un caballero enamorando a una dama. Uno que, además, era muy romántico y afectuoso.
Qué chistoso: la gata no huía de Pepe sino de su mal olor. Recuerdo que cuando no apestaba, ella lo perseguía y él la rechazaba. Se invertían los papeles. En realidad, lo que ambos tenían de graciosos también lo tenían de empalagosos. Pero el “acosador” aparentemente era él, no ella. El gran culpable era él a pesar de que ella hizo lo mismo en ciertas ocasiones. Curioso, ¿no es cierto? No sé, simplemente reflexiono.
De un día para otro, lo que hicieron todos esos genios de antaño ahora está mal. Las ovaciones que recibieron en sus estrenos, los récords de audiencia y de taquilla que batieron y los múltiples premios que ganaron esas producciones ya no sirven de nada. Su trabajo se hizo reprochable porque su contenido es políticamente incorrecto. Ofende a unos cuantos aunque no necesariamente tenga por qué hacerlo.
Sigo creyendo que exageran a la hora de juzgar a los clásicos, así como a los talentos que los crearon. No cabe en mi cabeza que Walt Disney, héroe de millones de niños y adultos, haya pensado en sus películas solamente para un público adulto. Tengamos presente que dos de los tres filmes vetados fueron estrenaron con él vivo. Debe estar revolcándose en su tumba ante la censura que ahora le aplica su propia empresa.
Afortunadamente no los han borrado del mapa. Ahí siguen y espero que ahí sigan. Ojalá respeten que no todos queremos entretenernos con contenido políticamente correcto todo el tiempo. Si no les agradan los clásicos, no los vean y listo. Fácil. Hay para todos los gustos, las nuevas versiones seguramente sí se adaptan a los nuevos tiempos. Pero no impidan ver los originales a quienes sí nos gusta. Que unos pocos los desaprueben no significa que el resto lo hagamos igual.
Desearía no tener que redactar una tercera entrega. Seguramente sí haya que hacerlo en algún momento: dichas tendencias están en alza. Imagino que en los años venideros seguirán sentando en el banquillo de los acusados a toda genialidad que incomode a determinados grupos. Vendrán más reproches e intentos de censura. No soy optimista respecto a este asunto. En fin, ya veremos si será necesario o no.