Regional

Escuela Francisco J. Marciales lucha contra el silencio

10 de abril de 2021

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Director de la Escuela, Orlando Rangel.

Norma Pérez M.


Con un personal docente incompleto, menos de la mitad de su matrícula de alumnos, deficiencias en equipos y una pared a punto de derrumbarse, se encuentra la escuela Francisco J. Marciales.

En aulas y pasillos ya no retumban los acordes. Ha debido adecuarse a los parámetros establecidos por la pandemia para no detener su actividad formativa. De cinco días a la semana de clases, pasó a dos, y los grupos de estudiantes se redujeron para cumplir con las medidas de bioseguridad. En el recinto, la música disminuyó su intensidad de otros tiempos. Esta emblemática institución lucha contra el silencio.

Historia y actualidad

La Escuela de Música Francisco J. Marciales se fundó en Rubio, el 01 de octubre de 1966; su nombre es un homenaje al destacado compositor, director e instrumentista tachirense. En 1988, durante el gobierno de Jaime Lusinchi, se edifica la sede definitiva, que ocupa actualmente.

Su director actual, Orlando Rangel, desde los seis años de edad ha estado vinculado a esta institución, a la que considera su segundo hogar. Conoció todas las sedes provisionales, allí se formó como ejecutante de instrumentos de viento madera y viento metal; su preferida es la trompeta, pero también es intérprete de mandolina, cuatro, guitarra y piano. Comenzó como estudiante, se incorporó como docente en 1993 y en septiembre de 2020 fue designado director.

Su trayectoria por este camino la atribuye a que su padre fue profesor en este centro cultural y le inculcó el amor por la música. “Toda mi familia, por parte de mi papá y mi mamá, son músicos. Esta es mi casa, así lo siento”.

En estos momentos trabajan, en modalidad semipresencial, las asignaturas teóricas y algunas asignaciones las realizan a distancia; dos veces a la semana, los alumnos acuden a la sede, repartidos en pequeños grupos, para recibir la parte práctica. Siempre con las precauciones necesarias y aplicando las medidas de bioseguridad.

Para el profesor Rangel, el trabajo a distancia no es el ideal por las características del aprendizaje en materia de música: “Ha sido muy difícil, porque durante la práctica se necesita la orientación del docente y aunque pueden ensayar en casa, debe haber una guía constante”.

Las cátedras que se dictan son: piano, cuatro, guitarra, mandolina, trompeta, clarinete, saxofón, violín y arpa, estas últimas no tienen profesor. Las materias teóricas que cursan los estudiantes son lenguaje y caligrafía musical, rítmica, armonía y entrenamiento auditivo, entre otras.

En este lugar se imparten clases desde los niveles de iniciación, para niños a partir de los siete años de edad, después preparatorio, para proseguir con cuatro años de estudios. También hay un nivel para adultos, hasta los 40 años; mientras que el kínder musical debió suspenderse a causa de la aparición del coronavirus.

El horario es de una a seis de la tarde, pero ahora es solo hasta las 5 y 30. Esta decisión se tomó al considerar que reciben alumnos de sectores distantes como Bramón, La Colina, Santa Rita, la vía Rubio- San Cristóbal, y de Delicias, capital del municipio Rafael Urdaneta.

Ausencia obligada

Uno de los mayores problemas que aquejan a la escuela, el cual se agudizó con la pandemia, es la falta de personal, según explica el profesor Orlando Rangel. “Hay escasez de profesores porque, debido a la crisis económica, empezaron a irse; la mayoría, de sólida trayectoria y gran vocación, pero lamentablemente debieron buscar otros horizontes; la cuarentena, producto del covid-19, lo agravó todo”.

Con respecto a los alumnos, la matrícula ha disminuido considerablemente desde marzo del año pasado. “Previo a esta circunstancia, se contaba con alrededor de 300 alumnos, y ahora están por el orden de cien a ciento veinte; la ausencia de transporte público, la falta y alto costo del combustible, son las mayores limitantes”.

Esta escuela de música depende de la Gobernación del estado Táchira, la cual se encarga de pagar la nómina de personal, pero no cuenta con presupuesto para mantenimiento. Para sufragar estos gastos, recaban recursos a través de una cuota de inscripción, y la invierten en implementos de limpieza, material de oficina y reparaciones menores.

Para el actual director, es muy valiosa la cooperación de los padres y representantes, así como del personal de la institución, que aporta su esfuerzo y disposición para mantener la sede en las mejores condiciones con los pocos recursos que perciben.

La edificación, de dos plantas, luce limpia y ordenada; tiene la oficina de Dirección, Control de Estudios, sala de instrumentos, ocho aulas, un auditorio, tres cubículos y dos baños. En el auditorio y en algunas aulas hay filtraciones, que se perciben por las manchas de humedad, en paredes y techos.

En cuanto a equipos, requieren computadores, pues solo hay tres, pero en malas condiciones, y en el que se encuentra almacenada la información de la escuela no funciona.

Con recursos propios, lograron reparar las impresoras y ponerlas operativas, pero con los computadores no fue posible. También se adquirieron bombillos, se arregló un sanitario y se hicieron algunas reparaciones.

Aun cuando existe un tanque de agua de gran capacidad, la motobomba se encuentra dañada y es necesario arreglarla.

El daño principal está en la pared posterior, colindante con un campo de fútbol; colapsó y está a punto de derrumbarse: “Esto significa un riesgo, sobre todo para los niños de la escuela de fútbol; justo ahí hay una arquería y si llega a caerse, puede poner en riesgo muchas vidas”.

Debido a la separación de esta pared, se abrió una brecha que taparon con láminas de zinc, para evitar el ingreso de personas ajenas a la institución; de caer, las instalaciones quedarían totalmente expuestas.

Dio a conocer que recientemente la directora de Cultura, Ilia Sierra, acudió con personal especializado para realizar una inspección y buscar una solución a este grave problema que les afecta.

Una reliquia

En este recinto se atesora lo que para su director es una reliquia. Se trata de un instrumento elaborado por los profesores Nicolás Sanguino y Wílmer Orozco, quienes tomaron nuevos rumbos y se encuentran fuera del país. Se llama el pevecófono. Es similar a un xilófono, para seis ejecutantes, quienes para tocarlo utilizan suelas de goma. Todo un espectáculo.

Por ser único y muy particular, se llevó a varias exposiciones, donde los jóvenes interpretaron obras tachirenses y clásicas, para deleite y asombro de los asistentes.

Como este instrumento, son muchas las acciones que demuestran la calidad del personal de la Escuela de Música Francisco J. Marciales, así como la dedicación de los alumnos que, a pesar de las dificultades, acuden puntualmente a sus clases o ensayan durante horas en sus casas, y de todas y cada una de las personas que tratan de mantener el lugar lo mejor posible, porque es parte fundamental de sus vidas.

Ellos esperan que nuevamente se enciendan las luces del auditorio y regresen el público y los aplausos, que vuelvan a sonar con fuerza y en plena armonía las obras de grandes compositores, junto a los valses y bambucos. Que se escuche el acorde aprendido y se disipe para siempre el silencio.

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