Por Ing. Pedro Vásquez
EL TEMPLO ESTÁ TRISTE
El templo está triste. Las lágrimas aún mojan la superficie de la pista atlética. Ha llovido en Pueblo Nuevo, pero el agua no ha podido arrastrar la sal y el coraje, esparcidos, por los amigos de Daniel Benítez, sobre el gramado y los carriles de tartán.
Ha sido una despedida lenta, pausada, sentida. El cáncer se lo llevó; era el eco silencioso que se oía. Partió a la eternidad a temprana edad, 33 años, después de jugar más de 200 encuentros con diversos equipos profesionales, de obtener títulos, de jugar Copa Libertadores, de orgullosamente vestir la Vinotinto.
El creador lo llamó a su encuentro, lo bendijo por integrar la plantilla de los llenazos consecutivos, por aportar hilos dorados y negros para bordar la inolvidable sexta estrella.; y mientras lo bendecía le mostraba el inmenso cariño y respeto de su propia gente, de sus compañeros de juego, de sus paisanos.
Y en plena ceremonia de despedida mientras una avalancha de globos bicolores ascendía al cielo, mientras se tomaban fotos para honrar el recuerdo, mientras con tapabocas el llanto se disimulaba, las redes sociales incansables seguían elogiando la trayectoria de Daniel como persona y atleta; como ejemplo de tenacidad, de su sonrisa contagiosa, de su ejemplo, que lo llevó a ser capitán en algunos clubes.
El balompié rentado nacional extrañará a Daniel, mientras en medio de la pandemia, sigue su rumbo. El deportivo Táchira debuta esta temporada en Pueblo Nuevo y los jugadores se van a dar íntegros para honrar a Benítez, para brindarle a su familia la victoria.
El templo está afligido porque extraña el calor aurinegro, el templo del fútbol venezolano evoca cada vez más emociones y sentimientos encontrados, el templo no volverá a ser el mismo. Pronto iremos al templo a orar y a celebrar.