Pedro Morales *
En el marco global de la historia universal, existen un par de hitos relevantes que marcan sendos puntos de inflexión en relación a la legendaria contienda o guerra espiritual entre el bien y el mal. Acotando que se han recorrido periodos donde la fuerza celestial ha logrado triunfos trascendentales, pero en otros, el ente de la oscuridad ha sacado ventaja.
Por una parte, dentro del ámbito de la teología política, se encuentra el Edicto de Milán (en latín, Edictum Mediolanense), “Carta Magna de Cristiandad” o “Tolerancia del Cristianismo”, firmado y aprobado en el año 313 d.C, por parte de Constantino I y Licinio, Emperadores de los imperios romanos de occidente y oriente respectivamente:
“Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y observancia de su secta y religión… que a los cristianos y a todos los demás se conceda libre facultad de seguir la religión que a bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino y celestial pueda ser propicio a nosotros y a todos los que viven bajo nuestro imperio. Así, pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o elegir la observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle”. (Edicto de Milán)
Corolario.- Con este decreto la religión fundada por Jesucristo se legalizaba y se daba por culminada el asedio, acoso y persecución atroz en contra de los cristianos: “En aquellos días, los apóstoles fueron conducidos a comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo: « ¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre». Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen». Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos” (Hechos 5, 27-33)
El otro evento tiene una referencia puntual el 13 de octubre de 1884. En esta fecha el Santo Padre León XIII, en la parte final de la Eucaristía recibió una revelación espeluznante. Había apreciado una multitud de demonios acercándose en plan de ataque al Vaticano, y al unísono captó un desafío amenazante que le hacía Satanás a Dios en los siguientes términos: “que podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo”. Adicionando que la visión también involucraba a San Miguel Arcángel en la postura de expulsar al maligno al abismo del infierno (a)
De manera inmediata, el Santo Padre emitió una oración para ser recitada obligatoriamente al final de la Santa Misa por toda la iglesia universal:
“San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra las maldades e insidias del demonio. Se nuestra ayuda, te rogamos suplicantes. ¡Que el Señor nos lo conceda! Y tú, príncipe de las milicias celestiales, con el poder que te viene de Dios arroja en el infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que ambulan por el mundo para la perdición de las almas”.
Sin embargo, esta invocación a San Miguel Arcángel se mantuvo vigente, por decreto, hasta la realización del Concilio Vaticano II (1962-1965), aunque lo feligreses a criterio personal podían seguir con la devoción pero privadamente.
Subrayando que en el año 1994 (Año Internacional de la familia), cien años después de la experiencia terrorífica que experimentó el Papa León XIII, el Sumo Pontífice san Juan Pablo II, sin ordenarlo expresa y formalmente, exhortó a todos los fieles creyentes que rezaran esa misma oración con devoción continua diaria, ya que era un hecho comprobable, que la humanidad entera estaba en grave peligro, debido a los ataques de múltiples facetas, y cada vez en mayor escala por parte del maligno.
Para finalizar, muy pendientes con:
“ El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2:11). ¡Preparémonos!, para cuando nos llegue el momento, solo “morir una vez”.
(a) Amorth, Gabriel (1998). “Habla un exorcista”. https://bit.ly/3gb272R
Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 al 2021. [email protected] @tipsaldia. WhatsApp: +584168735028