Freddy Omar Durán
Con la dulzura de su carácter, el eterno agradecimiento por la persona que siempre la ha acompañado en la condición de sus limitaciones visuales, y su don de ayudar a quien lo necesita, Rosa Miriam Toro de Guerrero cuida de su mamá Ana, de 82 años, postrada en una cama luego de varios accidentes caseros
Ha vivido junto a su esposo, José Reyes Guerrero, en una reducida vivienda del barrio Monseñor Ramírez, adquirida ya hace 30 años, que ella se conoce al detalle, pues todo se mantiene bajo un orden estricto que le permite reconocer los hitos del camino. Aunque procura no salir, aprendió a defenderse por sus propios medios, con un valor que precisamente le infundió su progenitora desde muy pequeña, debido a su condición visual.
—Yo me sé defender muy bien, así como estoy -relató doña Rosa-; Dios le da a uno habilidades para poder desarrollar los talentos personales, y también mucho amor y paciencia. Yo vendía helados, pero la nevera se me quemó y repararla sale muy caro. También hago pastelitos de arroz con carne, que ofrezco cuando hay reunión de la Asociación de Ciegos. Cocino, lavo, plancho, hago tortas, porque hace años hice un curso de repostería y turismo en Vuelvan Caras, y pude criar a mis tres hijos, Edickson, Rosa y Betzy.
Apenas se ha venido recuperando la anciana de una operación, luego de una aparatosa caída, y permanece enyesada una de sus piernas, vestigio de un grave factura en el fémur, sufrida durante su estadía en La Grita y que obligó a su traslado a San Cristóbal, por sugerencia del nuero.
Desplazarse por sus propios medios resulta al extremo riesgoso, mucho más si se trata de ir al baño, instalado lejos del dormitorio y al cual se accede por una escalera de estrechos escalones. Gran parte del día la pasa sobre un colchón avejentado.
—Nuestro deseo es construirle un baño aparte. Tenemos todos los materiales; pero las pocetas se han vuelto muy costosas. Necesitamos una, no importa si es usada. Otra cosa que requerimos es una andadera, pues tiene un bastón, pero muy poco le sirve: Ella trata de pararse, pero le duele muchísimo y, además, el doctor dijo que sus fracturas tardarán en soldarse. Por la edad, ya no aguanta otra operación —expresó Toro de Guerrero.
Sobre las dificultades
De la misma manera que ha sorteado otros infortunios, doña Rosa asume la condición de su madre. Entre esos infortunios está su congénito padecimiento y la muerte de su hija Rosa.
Padezco una rinitis pigmentaria, sin cura, y con un problema del nervio óptico. Mi hija Rosa falleció en un accidente de tránsito -muy sonado en noviembre de 2009-, mientras venía de un paseo con sus compañeros universitarios. Le faltaba poco para terminar su carrera de Banca y Finanzas.
—Mi hija era muy hermosa conmigo. Siempre pendiente de mí. Me pintaba el pelo, me arreglaba las uñas, me sacaba las cejas. Para ella, yo era una princesa, yo tenía que estar linda todo el tiempo. Dios me dio un hogar muy hermoso, con hijos que me aman, me quieren. Gracias a Dios, no me salieron con malas costumbres y son trabajadores y caseros— contó.
Otro apoyo importante en su vida ha sido su esposo José, de quien dice que su mamá lo quiere más que a ella, y siempre repite: “hombres como él no hay en el mundo”. Nos confesó la historia de amor, que al final los envolvió en un matrimonio de 37 años.
—Yo vivía en el 23 de Enero, en los apartamentos Los Bosques de la urbanización San Sebastián. Una vez, cuando iba al liceo, él se sentó al lado mío y me dijo: “¡Ay!, qué chica más hermosa!”. Tuvimos tres años de novios, hasta que un día habló con mi mamá: <<Señora Rosa, necesito hablar con usted, me voy a casar con su hija>>; << ¿Cómo? -le respondió ella-, usted sabe que tiene su problema de visión, ella..>>; <<Pero, ¿qué le hace falta? Yo la veo completica>> Mamá lo adora. Todo lo que yo hago para él está superbien y cuando se acerca mis cumpleaños, siempre está pendiente de qué vamos a hacer.
Quien desee colaborar con esta familia puede comunicarse por el número telefónico 0424-7208085.